INTRODUCCIÓN
El suelo como sistema multifuncional que sustenta los ecosistemas terrestres, es un recurso natural que dispone la sociedad para garantizar su seguridad alimentaria; aportando beneficios a la humanidad por medio de los bienes y servicios que produce. La cualificación de “degradación del suelo” se aplica a la pérdida de las funciones siguientes: degradación química del suelo, destrucción de la estructura y pérdida de la capacidad de infiltración de la capa superficial del suelo, reducción de la materia orgánica, reducción del almacenamiento de agua en el suelo (Zaccagnini et al., 2014).
Lo que se califica de “degradación del suelo” es un fenómeno que afecta la capacidad productiva del suelo y repercute en el bienestar de la sociedad. La degradación del suelo afecta alrededor de una quinta parte de las zonas áridas, mayormente en los márgenes semiáridos de zonas de cultivo (FAO, 2007). Un tipo de degradación frecuente en zonas áridas es la salinización del suelo (Mercado, 2011). Según Luo et al. (2015) mencionados por Ortiz y Gonzales (2017) más del 20 % de los suelos cultivados en el mundo se reportan como salinos y sódicos, de los cuales el 60 % corresponden a suelos sódicos. Los suelos salinos están fuertemente relacionados con la distribución de depósitos lacustres, siendo la salinidad heredada (Garabito et al.,1995).
Otro tipo de degradación, mucho menos documentado, proviene de un trabajo del suelo mecanizado inadecuado que puede provocar una destrucción de la estructura del suelo y una erosión eólica (Encina e Ibarra, 2003; Barrientos et al., 2017). La mecanización agrícola al incrementar la productividad del trabajo permite ampliar las superficies cultivadas, pero se debería lograr sin riesgo de deteriorar la capacidad productiva del suelo (Polanco 2007). Así la compactación que se forma después de muchos años de labranza convencional reiterada no puede ser corregida en un breve plazo por un simple cambio a la labranza cero (Baker et al., 2008). Según Quispe (1996), las consecuencias del uso intensivo del arado de discos en la región intersalar del Altiplano Sur de Bolivia fueron, la degradación acelerada de los suelos por la acción erosiva de los vientos y, como consecuencia los bajos rendimientos de quinua (Chenopodium quinoa). Se tiene entonces que reducir los impactos negativos al medio ambiente con el objetivo de lograr la sostenibilidad de los procesos de producción agropecuaria (Polanco, 2007).
Según Orsag et al. (2013) los suelos del Altiplano Sur de Bolivia son frágiles por su cercanía al salar de Coipasa y la ocurrencia de eventos climáticos adversos. Su degradación se origina en la marcada ampliación de la frontera agrícola para el cultivo de quinua, como resultado de sus precios elevados debido a la alta demanda en el mercado internacional.
Según Cárdenas y Choque (2008) mencionados por Barrientos et al. (2017) el 88 % de los suelos en la ecorregión de los salares de Bolivia, en el Altiplano Sur, tienen una fertilidad baja a moderada, y el 12 % una fertilidad moderada a alta, donde el contenido de nitrógeno total es muy bajo (<0.05 %), el nivel de fósforo disponible en su mayoría es moderado (7-14 ppm), y los niveles de potasio intercambiable se hallan en los rangos de alto a muy alto (>200 ppm). Según Richards (1993) los suelos sódicos de baja estabilidad estructural con bajos contenidos de materia orgánica, se dispersan y desmoronan cuando son mojados por la lluvia y pueden formar una costra cuando la superficie se seca. Lo que sucede en el municipio de Chipaya difiere en cuanto a la gestión de los suelos respecto a otros municipios productores de quinua del Altiplano Sur. En este municipio los productores practican una rotación anual de los lugares de sembradío y seleccionan estos lugares en función de la oportunidad de inundación por los ríos que desembocan en el salar. Los agricultores prefieren sembrar quinua y cañahua (Chenopodium pallidicaule) en suelos francos a arcillosos y papa (Solanum tuberosum) en suelos arenosos.
En el presente artículo realizaremos un análisis del proceso de introducción de la mecanización agrícola para convertir suelos vírgenes a la producción agrícola, con el uso del arado de discos para roturar el suelo y sembrar cultivos tradicionales. El diagnóstico de la fertilidad del suelo después de la introducción de la mecanización agrícola debería esclarecer su impacto en la salinidad y/o sodicidad del suelo que condiciona la producción agrícola. Este diagnóstico permite cuantificar carencias o excesos de nutrientes, y definir qué nutrientes son necesarios y qué fuente, qué cantidad, en qué momento y dónde aplicarlo para asegurar una correcta captación del nutriente por el cultivo, además de definir las correcciones necesarias al suelo. Se realiza este diagnóstico mediante un análisis físico-químico de muestras de suelo que se debe extraer y acondicionar correctamente para su envío al laboratorio (Ortega y Corvalan, 2005).
La finalidad de esta investigación es analizar la introducción de maquinaria en la zona de salares en el sur de Bolivia, para lo cual, se evalúa la fertilidad de los suelos agrícolas cultivados de manera tradicional con labranza cero y, desde la introducción del tractor en las parcelas de las familias Chipayas con labranza mecanizada con discos.
MATERIALES Y MÉTODOS
Ubicación de la zona de estudio
En la gestión agrícola 2015-2016, se realizó en octubre de 2015, un diagnóstico de la fertilidad del suelo y un análisis de la introducción de la mecanización en el municipio de Chipaya, situado en una altura de 3 620 m s.n.m., este municipio está localizado en la tercera sección de la provincia Sabaya, al suroeste del departamento de Oruro, distante a 194 km de la ciudad de Oruro, en el Altiplano Sur boliviano, cuyas coordenadas geográficas son: Latitud Sur 19° 7' 30'', longitud Oeste 68° 04' 00''. Este municipio está dividido en cuatro Ayllus: Manasaya, Ayparavi, Aransaya y Wistrullani, tiene una superficie de 297 km2 y esta atravesado por dos ríos principales, el Lauca y el Barras que desembocan en el salar Coipasa (Figura 1). Estos dos ríos se cumplen diferentes funciones, el Lauca esta todo el año y es utilizado para el congelamiento de malezas en época invernal, mientras el Barras solamente tiene desborde en las épocas de lluvia para realizar el lameo.
El territorio Chipaya tiene un clima seco y frígido, cuenta constantemente con vientos fuertes huracanados que provienen de la cordillera de los Andes; regularmente presenta heladas (más de 270 días de helada al año), granizo y escasa precipitación pluvial que se concentra de diciembre a marzo. En esta zona se registra una precipitación sumamente baja entre 70 y 250 milímetros por año. La temperatura media ambiente anual es de 10.4°C, la temperatura máxima media anual es de 20.4°C, la temperatura mínima media anual es de 0.4°C, la máxima extrema anual de 27.2°C (diciembre) y la mínima extrema anual de -13.7°C (julio) (SENAMHI, 2010, mencionado por Jordán et al., 2011).
Los vientos tienen una velocidad promedio anual de 6 a 62 km h-1, los vientos son muy intensos durante casi todo el año, pudiendo alcanzar velocidades superiores a 80 km h-1 en la época de invierno, sobre todo desde junio hasta agosto, con una dirección predominante del oeste a este (Barrientos et al., 2017). En lo que respecta a erosión de suelos, Alandia et al. (2014) mencionados por Barrientos et al. (2017), concluyen que en el Altiplano Sur de Bolivia se pierden 7.5 kg de N ha-1 año-1, debido principalmente a la erosión eólica. La región Uru Chipaya corresponde a la clasificación de “Puna seca central”, la vegetación es escasa, pero con algunas plantas que tienen un excelente valor nutritivo para la ganadería: Ch'iji (Distichlis humilis), Qhawchi (Suaeda foliosa) y Toyi (Azorella compacta).
El paisaje es una pampa desértica, cruzada de arenales. Según Muñoz y Lázaro (2014) y Astete (2009) citado Jordán et al. (2011) en esta extensión plana y blanquecina por el salitre, el 41 % del suelo no es utilizable para el cultivo, sólo el 10 % es considerado apto para las siembras, a condición que el suelo sea previamente lavado del salitre, el 49 % de la tierra es destinada para la ganadería de ovinos, camélidos y cerdos. En una mínima parte del territorio Chipaya se encuentra paja brava (Festuca orthophylla); la extracción de t'ola (Baccharis incarum, Parastrephia lepidophylla) para la leña fue intensiva a lo largo de los años ocasionando la desaparición de la misma (Astete, 2009; Barrientos, 1990 mencionados por Jordán et al., 2011).
La producción agrícola en el municipio Chipaya presenta limitantes principalmente climáticas, pero también con índices altos de salinidad del suelo por la cercanía al salar Coipasa. En tal sistema semiárido y frío, el cultivo de quinua, un pseudocereal, y la crianza de llamas (Lama glama) son las principales alternativas de producción agropecuaria (Ormachea y Ramírez 2013).
En el municipio Chipaya las parcelas destinadas a la producción agrícola siguen rotaciones anuales de sectores, dependiendo de la zona que ha sido inundada en época de lluvias, con aporte de sedimentos (lameo), o que ha beneficiado de un congelamiento de pastos en época fría (practica llamada “Congelamiento de malezas”).
Los ayllus Aranzaya, Manazaya y Wistrullani pertenecen a la cuenca del río Lauca, mientras el Ayllu Ayparavi pertenece a la cuenca del río Barras, y por lo tanto solamente este ayllu realiza el lameo y los otros ayllus el congelamiento de malezas. Los cultivos tradicionales (quinua, cañahua y papa) se siembran en las parcelas familiares denominados Ch'ias y los cultivos no tradicionales: cebolla (Allium cepa), zanahoria (Daucus carota) y tarwi (Lupinus mutabilis) se trabajan mediante un trabajo comunal por todas las familias del ayllu en parcelas comunitarias (Mita y Banderas, 2018).
Metodología
En el territorio Chipaya, se realizó en la gestión agrícola 2015-2016 un diagnóstico de la fertilidad de los suelos en parcelas agrícolas familiares destinados a la producción de quinua, cañahua y papa, según la textura del suelo y en parcelas comunitarias para cultivos no tradicionales de cebolla, zanahoria y tarwi en las parcelas comunales del ayllu Ayparavi. Para el muestreo de suelos, se seleccionó parcelas de agricultores de los cuatro ayllus destinados a los cultivos tradicionales de quinua, papa y cañahua, y al cultivo de cebolla dentro de los cultivos no tradicionales (Tabla 1). Se priorizó las Ch'ias que son porciones de terreno comunal de tres a cinco metros de ancho distribuidas anualmente a cada jefe de familia. Estas parcelas se encuentran no roturadas (labranza cero) o roturadas (labranza con discos) a una profundidad de roturación con arado de discos que varía entre 15 y 25 cm.
Las parcelas elegidas fueron georreferenciadas en la época de siembra de cultivos entre el 16 y el 29 de octubre de 2015, siendo el muestreo aleatorio en la parcela elegida. Generalmente en este tipo de suelos afectados por sodio, se puede observar dos capas diferenciadas, una costra (c) localizada en la parte superior del suelo de un espesor de 0 a 3 cm, y por debajo de esta costra, una capa denominada subcostra (s) entre 3 y 15 cm de profundidad. En los suelos donde no se diferencia claramente una costra se muestreo en 0-15 cm de profundidad, asumiendo para fines de clasificación que se trataba de la subcostra (Figura 1 y Tabla 1).
Posteriormente se homogenizó la muestra y se envió una submuestra de aproximadamente 1 kg de suelo al laboratorio de suelos Instituto Boliviano de Ciencia y Tecnología Nuclear (IBTEN). La determinación de la textura se hizo con el Hidrómetro de Bouyoucos, el pH (1:5) con potenciómetro, la conductividad eléctrica en agua (1:5) con conductímetro (dS m-1), los cationes cambiables calcio y magnesio con absorción atómica y sodio y potasio con emisión atómica, la capacidad de intercambio catiónico (CIC) con volumetría (meq 100g-1), la materia orgánica con el método de Walkey Black (expresada en porcentaje) y el fósforo asimilable por espectrometría UV visible (en ppm).
Con los resultados de los cationes cambiables, se divide el contenido del catión sodio sobre la sumatoria de los cationes de sodio, calcio, magnesio y potasio para determinar el porcentaje de sodio intercambiable (PSI) (Porta et al. 2003 y Hernandez, 2011). El PSI, que describe la importancia del Na+ adsorbido en el suelo en los lugares de intercambio catiónico, se deduce del CIC por la siguiente formula:
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Diagnóstico de la fertilidad de los suelos sembrados en cultivos tradicionales y no tradicionales
Para la presentación de los resultados, se diferencia ambas capas: costra 0-3 cm de profundidad y subcostra de 3-15 cm de profundidad (Tabla 2). A nivel superficial de la costra, la textura es de franco a arcillosa, son suelos alcalinos, con una conductividad eléctrica promedia de 5.02 dS m-1 característica de suelos ligeramente salinos, variando la concentración de sales desde 1.51 clasificados como no salino hasta 11.72 dS m-1 clasificados como moderadamente salinos. El valor del PSI indica suelos afectados por la sodicidad excepto en el ayllu Manazaya (PSI<15), y muy afectados por el catión Sodio. Tienen una CIC media de 15 meq 100g-1; la materia orgánica es media, pero varía mucho desde 1.56 % en el ayllu Manazaya hasta 8.5 %, en el ayllu Aranzaya; finalmente el fósforo asimilable en promedio tiene un valor alto (21 ppm). Podemos destacar que la muestra 9c (costra), que se observa en la Figura 1, tiene el valor más alto de PSI (63.74) confirmando su sodicidad por ser más cercana al Salar Coipasa.
CE = conductividad eléctrica; PSI = porcentaje de sodio intercambiable; CIC = capacidad de intercambio catiónico; MO = materia orgánica.
Los muestreos hasta una profundidad de 15 cm muestran suelos con textura mayormente franco arcillosa a arcillosa, salvo 1s y 5s alejados de los ríos con contenido arenoso, con un pH entre 8.0 y 9.3 de moderadamente a fuertemente alcalinos, con una conductividad eléctrica de muy poco a ligeramente salinos (0.19-4.35 dS m-1), con PSI de ligeramente a muy fuertemente sódicos, las cantidades de MO y fósforo asimilable siendo muy variables de bajas a altas respectivamente (Tabla 3).
Las diferencias más nítidas entre ambas capas (costra y subcostra) son más notorias en la conductividad eléctrica, el PSI, MO y fósforo asimilable. En la costra se encuentra valores superiores en 4.1, 1.4, 2.9 y 2.4 veces superior respecto a los de subcostra en conductividad eléctrica, PSI, MO y fósforo asimilable respectivamente. Al respecto Hervé et al. (2002) mencionan que en suelos del Altiplano Sur boliviano (provincia Gualberto Villarroel) la superficie del suelo tiene valores de sodio intercambiable más altos que las capas más profundas, confirmando las diferencias de concentración de sodio entre la costra y la subcostra. En los ayllus Chipayas se observó que no necesariamente aquellos suelos cercanos al salar de Coipasa tienen las más altas concentraciones de sodio en la subcostra, es así, las muestras 5s y 6s tienen los valores más altos de PSI y se encuentran en el ayllu Manazaya, lejos del salar y lejos del rio Lauca.
Ahora se muestra las comparaciones de la CE y PSI entre costra y subcostra en las parcelas con labranza cero, porque en las roturadas estas capas fueron modificadas por el arado de discos. Existe relación positiva con una regresión lineal entre la conductividad eléctrica de la costra y subcostra, con un coeficiente de determinación muy alto de r2: 0.9 lo que explica que el 90 % del incremento de la CE en subcostra esta explicado por las evaluaciones de CE realizadas en la costra. Resalta el valor más alto de la CE (costra y subcostra) en el ayllu Wistrullani que está más cercana al salar Coipasa y los valores más bajos en el ayllu Ayparavi más distante al salar Coipasa (Figura 2).
La relación es positiva entre PSI de la costra y la subcostra, mediante una regresión lineal con coeficiente de determinación de r2: 0.85, que indica que el 85 % del incremento de las concentraciones de PSI en subcostra están explicadas por PSI de la costra. Evidenciándose que los valores del ayllu Wistrullani son más altos y que los valores del ayllu Ayparavi son más bajos (Figura 3).
Según Mujica et al. (2001) mencionado por Garcia et al. (2014), la quinua puede desarrollarse en una amplia gama de suelos, desde los arcillosos hasta los arenosos y desde suelos ácidos hasta muy básicos. En Bolivia, cerca al salar de Uyuni, el cultivo de la quinua puede desarrollarse en suelos que tienen un pH de inclusive 9. Solamente la muestra 12s supera el valor 9 en pH.
Si bien los niveles de materia orgánica son muy diferentes en los lugares muestreados de los 4 ayllus, pero en Ayparavi y Manazaya se tienen los más bajos, mientras que en Wistrullani y Aranzaya se tienen niveles media a alto respectivamente (Figura 4). El caso más resaltante es del ayllu Aranzaya, donde el alto nivel de materia orgánica alcanza el valor máximo de 8.5 %, y el valor mínimo de 1.5 % con la más alta desviación estándar de 3.52 %. En suelos agrícolas en la región del intersalar del altiplano boliviano, y tomando en cuenta la textura de los suelos, cerca del 98 % tienen menos de 0.20 % de N, clasificándose su contenido como muy bajo, y los 2 % restantes de las muestras se clasifican como bajos (Fautapo 2008 citado por Vargas y Sandy 2017).
Las cantidades de fósforo asimilable promedio por Ayllu, muestra los niveles más bajos en Wistrullani que se encuentra cerca al lago y al río Lauca, respecto a los demás (Manazaya, Aranzaya y Ayparavi) y niveles muy variados en Aranzaya (Figura 5). Si relacionamos la MO con el fósforo asimilable en el ayllu Ayparavi, tiene menos MO pero más fósforo disponible, muy posiblemente es debido a la sodicidad que tienen estos suelos. El contenido de fósforo varia en los suelos del intersalar de bajo a muy alto (3.1 a >25.1 ppm). En los suelos afectados por sales, los niveles de carbono orgánico del suelo son generalmente bajos, como resultado del crecimiento reducido de las plantas; además, la descomposición de la MO del suelo puede verse afectada negativamente por la salinidad (Setia et al., 2011a mencionado Hernandez, 2011). Según Gómez y Aguilar (2016) la respuesta de la quinua al fósforo, depende de la disponibilidad de fósforo soluble y el grado de fijación del fósforo adicionado al suelo. Cantidades significativas de fósforo pueden estar disponibles si los niveles de materia orgánica y el grado de mineralización son favorables.
Sacando un promedio del PSI de las muestras en cada ayllu y teniendo antecedente de que todos estos suelos son alcalinos (pH>8), podemos observar la cantidad de sodio intercambiable en los cuatro ayllus. El valor más alto de PSI (51) se observa en el ayllu Wistrullani y el valor más bajo (PSI: 18) en el ayllu Aranzaya (Figura 6). Se puede afirmar que todos los suelos del municipio Chipaya son sódicos (PSI>15) y que la cercanía al salar Coipasa tiene influencia en la cantidad de sodio en el suelo (Figura 6). Los altos niveles de PSI en los suelos (5s) son los más preocupantes, debido a que el sodio en el suelo deteriora la estructura del suelo y afecta el rendimiento de los cultivos, estos altos grados de sodio intercambiable se presentan con mayor énfasis en las cercanías del salar Coipasa, en los ayllus Wistrullani y Manazaya (Figura 7).
La Figura 8 expone la relación que existe entre CE y PSI en la subcostra de parcelas roturadas y con labranza cero. Se observa una regresión lineal con un coeficiente r2 de 0.80, que explica que el 80 % del incremento del PSI es explicado por las evaluaciones realizadas de la CE. También se nota que la muestra 6s (Ch'ias roturado con arado de discos del ayllu Manazaya) es la de mayor contenido de CE y PSI. Las parcelas comunales de Ayparavi 1s y 13s que tienen los valores más bajos son las parcelas que están más lejos al salar Coipasa.
La fertilidad de los suelos del municipio Chipaya está limitada para la producción agrícola, debido a los altos niveles de sodicidad (PSI>15) en la proximidad al salar de Coipasa, donde el ion monovalente (Na+) está destruyendo la estructura de estos suelos, pero se observa también que la concentración de sodio y la conductividad eléctrica son más altas en las muestras de 0-3 cm (costra) que en la subcostra (3-15 cm). Convendría entonces sembrar la quinua por debajo de la costra o beneficiar del menor contenido en sales de la subcostra, una vez volteada por la roturación, y a la condición que la profundidad del trabajo sea bastante controlada.
Por esta situación, destacamos y confirmamos la importancia de las prácticas ancestrales que es de uso común en las familias Chipayas, como el lameo o sedimentación. Esta técnica consiste en aprovechar el agua de los ríos en épocas de lluvia, que descargan sedimentos arcillosos al inundar sus parcelas. Además de este aporte de arcilla y materia orgánica en la capa superficial del suelo, el lameo contribuye a lavar las sales en profundidad. La otra técnica el congelamiento de malezas que ocurre después que las aguas del rio Lauca han inundado sus áreas de cultivo en época de invierno. El congelamiento en época de heladas (junio a agosto) produce la muerte de las malezas en la superficie del suelo. A condición de ser incorporadas, estas malezas congeladas incrementaran la proporción de materia orgánica en el perfil del suelo.
La labranza cero y la rotación anual de sectores destinados a la producción agrícola y pecuaria, concentran la fertilidad en vez de diluirla por una labranza. Por lo tanto, la resiliencia de la producción agropecuaria de este municipio, ante la sodicidad de los suelos, esta función del cumplimiento de las practicas ancestrales (lameo y congelamiento de malezas, labranza cero).
Introducción de la mecanización al sistema de producción agrícola
La mecanización hace parte de una estrategia de desarrollo que hay que determinar, movilizar, asignar y apoyar con recursos de acuerdo a las condiciones técnicas, económicas, sociales, políticas y en consonancia con los objetivos nacionales de desarrollo. La solución del problema rural no puede ser una simple lista, en la cual los gobiernos se proponen invertir unos recursos financieros. El cambio de un nivel tecnológico a otro influye sobre las relaciones socioeconómicas y culturales y mucha más en caso programas gubernamentales masivos, que buscan mejorar la productividad y la producción agrícola a gran escala. Estos cambios tecnológicos requieren de personal capacitado para las nuevas tareas y se tiene que implementar la infraestructura adecuada para que ayuden a soportar la nueva tecnología (Cortes et al., 2009).
En agosto del 2015, el gobierno municipal distribuyó cuatro tractores agrícolas con arados de discos para los Ayllus: Aranzaya, Manazaya, Wistrullani y Ayparavi, principalmente para trabajo de labranza primaria. Como se trataba de la primera roturación mecanizada con arado de discos, las autoridades de los ayllus han venido evaluar en el terreno el resultado de esta aradura (Figura 9). Esta introducción de tractores permite una roturación con discos (Figura 10) en un área extensa. La siembra de quinua que sigue esta roturación mecanizada puede ser mediante una sembradora metálica manual (Figura 12), que es una sembradora de arroz modificada. En todo caso, está siembra es muy distinta de la siembra directa de quinua con labranza cero (Figura 11) que practicaban tradicionalmente los Chipayas.
La siembra con labranza cero, por un lado, involucra el trabajo de las mujeres, y por otro lado reduce el trabajo del suelo al hueco que recibirá las semillas, lo que conserva la humedad del suelo y evita la erosión eólica porque preserva la estructura del suelo (Baker et al. 2008).
La introducción de la mecanización agrícola fomentada por el gobierno central actual, según información de prensa, tiene varios objetivos: fortalecer las capacidades de producción agropecuaria de los gobiernos autónomos municipales, facilitar el acceso a la mecanización agrícola para contribuir a la seguridad alimentaria con soberanía, abaratar los costos de producción y que estos sean más competitivos, frente a los productos de importación que ingresan al país por la vía del contrabando. El ministerio de Desarrollo Rural y Tierras (MDRyT), en el marco de la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, la Ley de la Revolución Productiva Comunitaria Agropecuaria y la Agenda Patriótica 2025, lleva adelante la implementación del “Programa de Centros Municipales de Servicios en Mecanización Agrícola”, en los 339 Gobiernos Autónomos Municipales del Estado bajo el marco del Decreto Supremo Nº 2785 de 1º de junio de 2016.
Este programa incorpora dentro sus facultades:
- Transferencia de maquinaria a los municipios, equipos e implementos agrícolas.
- Transferencia de capacidades técnicas; donde el ministerio a través del Programa, realizará procesos de capacitación en manejo y administración de maquinaria agrícola a personal designado por cada gobierno autónomo municipal.
- Seguimiento y evaluación.
A los gobiernos municipales, también se traspasa las atribuciones de mantenimiento de los tractores. Pero los municipios pequeños como el Chipaya, que tienen presupuestos limitados, no tienen recursos para la compra de combustible, ni personal técnico para la producción agropecuaria. Aunque los tractores agrícolas a partir de 2015 pasaron a ser gestionados por las autoridades locales de cada ayllu.
A partir de esa fecha, las autoridades locales (Hilacatas) de cada ayllu solicitan combustible a su gobierno municipal y a los proyectos que están en dicho sector, pidiendo colaboración para la compra de combustible para la roturación con los tractores agrícolas. El proyecto “Qnas Soñi (Hombres de agua) DCINSAPVD/2014/135-722”, colaboró con 1200 litros de diésel para roturado de suelos a los cuatro ayllus en la campaña agrícola 2015-2016. Por otro lado, no tienen una capacitación técnica para el mantenimiento del motorizado, ni mucho menos los cuidados que se debe tener para obtener una buena calidad de roturación con arado de discos (Figura 10).
Este programa gubernamental de mecanización, adolece de muchas limitaciones y fallas que son producto de la improvisación, donde la distribución de tractores agrícolas no toma en cuenta las características del municipio y de su agricultura, el tamaño de las fincas (agricultores grandes medianos y pequeños), y de las parcelas, la ubicación topográficas (llanos, andina, valles, yungas) predominante con pendientes ligeras o pronunciadas, el tipo de cultivo predominante (hortalizas, frutales, cultivos andinos), y sobre todo el tipo de manejo actual de los suelos (labranza cero, labranza mínima o mecanizada).
Otra falla generalizada en los proyectos de mecanización agrícola es la falta de referencia sobre las maquinarias necesarias, quedándose con el uso del tractor. Se puede preguntar entonces si el arado de discos es el más adaptado para condiciones de suelos del municipio de los Chipayas. Por ejemplo, para escoger un tipo de arado para la roturación bajo las condiciones del Altiplano Central boliviano, se recomienda utilizar el arado de vertedera respecto al arado de discos principalmente por la profundidad de roturación y el grado de volteo del pan de tierra tomando en cuenta la textura de suelo (Mita, 1996). Para referirnos a la calidad de labranza realizada por el arado de discos con tracción mecánica, en general es evaluada por el ancho de trabajo, profundidad y regularidad de la labranza, tamaño y alineamiento de los terrones volteados, rompimiento de las capas compactadas e incorporación de materia orgánica; estos resultados se relacionan con las características del suelo (textura, estructura, pedregosidad y su estado hídrico (Hervé, 1996; Mita, 1996).
Teniendo grandes extensiones de terreno roturado con discos, una maquinaria útil para la siembra de quinua es el uso de una sembradora de arroz, que tiene un dispositivo adaptado para cargar la semilla de quinua (Figura 12). Cada vez que se flexiona los mangos de la sembradora se descarga la cantidad de semilla adecuada. Así se logra sembrar más rápidamente la quinua que con “Taquisha”, tipo de pala usada para sembrar quinua con labranza cero (Hervé, 1996). Algunos agricultores argumentan que su uso permite lograr un rendimiento mayor respecto a la herramienta tradicional, aunque tenga un costo mayor de uso y mantenimiento, pero no se tiene precisión sobre el tiempo de vida útil de dicha herramienta.
Según Orsag (2010) en el Altiplano Sur, las lluvias no sobrepasan los 200 mm anuales y los suelos son de texturas medias a finas con altos niveles de salinidad. En base a estos resultados, se puede indicar que los suelos de gran parte del intersalar en el Altiplano Sur son de baja fertilidad, a lo que se suma su fragilidad de estructura (Hervé et al., 1999) y una aptitud reducida para ser utilizados bajo una agricultura mecanizada. Sin embargo, por las presiones económicas mencionadas y a pesar de sus limitaciones que presenta este recurso, las superficies cultivadas en quinua están aumentando en el Altiplano Sur gracias a la mecanización de la roturación y parcialmente de la siembra, pero se aumenta a la vez los riesgos de degradación de los recursos naturales (suelos, cobertura vegetal y agua). En ese sentido, preocupa de gran manera que el sistema convencional (mecanizado) haya reemplazado en gran parte del Altiplano Sur al sistema tradicional de cultivo de la quinua que se limita a une remoción mínima del suelo.
De acuerdo a las características del proyecto del gobierno en cuanto al “Programa de Centros Municipales de Servicios en Mecanización Agrícola”, donde se implementan este tipo de apoyos a la agricultura, sin tomar los aspectos anteriormente mencionados, se prevé que en un futuro cercano existirá un deterioro de la calidad de los suelos, principalmente en lugares donde se practicaba la labranza cero, un incremento de los costos de producción por la compra de combustible y el mantenimiento del tractor, un deterioro de los tractores agrícolas por falta de mantenimiento, como seria para el caso de municipios pequeños como el Chipaya con presupuestos muy limitados. Según Barrientos et al (2017) una de las principales causas que está contribuyendo a la degradación de los suelos en el Altiplano Sur, es el cambio en el modelo productivo de la zona, referido principalmente al cultivo expansivo y desordenado de la quinua en sistemas de producción mecanizado en planicies, que ha traído como consecuencia una baja productividad.
Por estas razones se propondría, para mejorar estos programas gubernamentales, tomar en cuenta las variables mencionadas:
- Para la repartición de tractores, por ejemplo, en municipios donde se practica la agricultura, en lugares con pendiente mayor a 20 %, no se puede roturar con estos tractores, o en lugares con agricultura de frutales (valles) no son necesarios estos tipos de tractores grandes, lo que se necesita son motocultores y otros equipos que sean más útiles para los agricultores.
- Tomar en cuenta las características físicas intrínsecas del municipio como su topografía y el tipo de agricultura que practican los pobladores con labranza cero o semimecanizada y sus necesidades.
- Hacer administrar por personal técnico del gobierno municipal, para el uso sostenible de esta herramienta y del manejo de suelos, empleando la metodología de “fondo rotatorio” para poder financiar los gastos del personal y el mantenimiento del tractor.
CONCLUSIONES
El conocimiento actual del estado de la capacidad productiva de los suelos de los cuatro ayllus Chipaya, permite concluir que son suelos con texturas francas a arcillosas, muy afectados por la salinidad y sodicidad (PSI>15) con niveles variados de materia orgánica y con contenidos de bajos a altos en fosforo asimilable, debido a la proximidad al salar de Coipasa y a los bajos niveles de precipitación.
En el municipio Chipaya la baja fertilidad de los suelos limita la producción agrícola. En este contexto se destaca la importancia de las prácticas ancestrales de las familias chipayas como el lameo, para reducir los niveles de salinidad y/o sodicidad, y el congelamiento de malezas para incrementar los niveles de materia orgánica en el perfil del suelo y la labranza cero para reducir la erosión eólica y concentrar la humedad del suelo en el lugar de la siembra.
Con referencia a la introducción de la mecanización agrícola, no puede ser una simple asignación de tractores agrícolas para la roturación de suelos por parte del gobierno de turno. En el caso Chipaya, esta asignación tiene deficiencias en su implementación, como la falta de personal capacitado para mantener el tractor agrícola y para realizar la aradura con arado de discos, incorporando la materia orgánica en la profundidad deseada. Pero se debe valorizar fundamentalmente la labranza cero para la siembra de quinua que realizan las familias Chipayas para la sostenibilidad de la producción agrícola.
Se recomienda realizar estudios sobre las causas y el grado de invasión por el Chi'ji o Colcha (Distichlis humilis), por que en los lugares colonizados por Chi'ji no se siembran quinua con labranza cero, reduciendo las áreas de cultivo y del nivel de abandono de las practicas ancestrales. En lugares que se tiene el Chi'ji no se siembra quinua con labranza cero. De acuerdo a Villaret (1994), la introducción de nuevas técnicas agropecuarias representa un real desarrollo agropecuario si -y solo si- los productores se apropian de esas técnicas. Apropiarse de una técnica no quiere decir solo saber aplicarla, sino de saber solucionar los principales problemas que puedan surgir a mediano plazo en su aplicación.
Finalmente recomendamos, para futuros proyectos (privadas o estatales) a desarrollarse en estos municipios, con el objetivo de incrementar los ingresos de las familias rurales más vulnerables, de reforzar sus sistemas de producción más resiliente a los efectos del cambio climático, para poderlos difundir, aplicar, adaptar y replicar bajo contextos similares, para evitar el deterioro actual de los suelos. La introducción del tractor agrícola y de otras herramientas tiene como principal objetivo de aumentar la productividad del trabajo. En cuanto a la labranza con arado de discos, la tracción mecánica permite extender el área cultivada y/o roturar en un lapso corto de tiempo, para aprovechar una época optima, lo que desplaza el trabajo manual y en particular femenino, o se substituye a este trabajo en caso de migración masculina importante.
Entonces, es una prioridad de realizar la zonificación de las áreas destinadas a la producción agrícola y a la crianza de animales, en base a las concentraciones de salinidad y sodicidad en los suelos y la influencia del salar.
Además, mayores investigaciones científicas son necesarias para ratificar la validez de las practicas ancestrales como el aporte de arcilla y materia orgánica en el perfil del suelo, producto del lameo y congelamiento de malezas en invierno respectivamente, para poder proyectar la sostenibilidad de la producción agropecuaria de las familias Chipayas.