Introducción
En las mañanas frías de la comunidad de Chacaltaya, poco antes de salir el sol, varias comunarias y comunarios se preparan para pastar sus hatos o tamas1 de llamas y/o alpacas. Estos camélidos, de energía casi incansable, parten en caravanas con más de 80 cabezas y, al desplazarse, su notable presencia transforma el paisaje y da la sensación de estar en tiempos lejanos cuando estos animales nativos transportaban cargamentos entre poblados. Poco a poco, con los primeros rayos de sol, los hatos descubren thakis (senderos) entre las montañas para llegar a sus lugares de pastoreo, y la profunda calma del campo permite escuchar el ruido de sus pisadas, aunque se trate de animales particularmente silenciosos y tranquilos.
Arnold y Yapita (1998) y Poma (2020) concuerdan en que hay una notable presencia femenina en el pastoreo de camélidos, sobre todo en comunidades pastoriles distantes de las urbes. Ello genera que las pastoras sean socialmente reconocidas y adquieran, en su familia y en su comunidad, derechos suficientes para ser las principales responsables de la adquisición, compra y comercialización del ganado, incluso, de la administración de los beneficios económicos, además del seguimiento a cronogramas de pastoreo en determinados pastizales nativos.
Este artículo se genera a partir de hallazgos relacionados a la participación de la mujer pastora en la comunidad originaria de Chacaltaya, que se desprenden de la investigación denominada “Qarwa Thaki: acceso y tenencia de tierras para el pastoreo de camélidos: estudio de caso comunidad originaria Chacaltaya”, realizada entre los años 2016 y 2019 Poma (2020), para acreditar la licenciatura en Sociología en la Universidad Mayor de San Andrés2. El objetivo central fue analizar el acceso y la tenencia de tierras para el pastoreo de camélidos en el territorio de Chacaltaya develando, entre sus hallazgos, la importancia de la mujer en la actividad. En el caso del presente artículo, contribuimos a precisar el papel central de la mujer pastora y destacar el lugar central e influyente que llega a tener en la cadena productiva y la posibilidad de aportar en el camino hacia un desarrollo territorial en Chacaltaya. Se trata de una actividad que dinamiza y genera relaciones productivas con actores externos aliados, ya que varias pastoras, desde el 2018, se reúnen en el marco de un programa de apoyo de la organización no gubernamental canadiense Centro de Estudios y de Cooperación internacional (CECI), denominado “Qarwa Ajayupa” (alma de camélidos), que pretende fortalecer la organización y capacidades de mujeres y jóvenes.
Este escrito se organiza en los siguientes apartados: una revisión breve del enfoque teórico “desarrollo territorial” y su mirada hacia la participación de actores concretos, que nos ayudará con el marco analítico enfocado a la participación de las mujeres rurales; la metodología de investigación; la presentación de resultados, donde se describe brevemente a la comunidad Chacaltaya, el trabajo de mujeres sobre del cuidado de llamas y alpacas, el pastoreo, los cuidados sanitarios, la participación en la organización social, el tratamiento de la fibra y carne y sus conexiones con el mercado. Finalmente, los apartados de discusión y de conclusiones cierran el artículo con la intención de despertar interés sobre la ruralidad actual.
Marco teórico
En Latinoamérica, a principios de la década, se presenta un “enfoque territorial” pensado para comprender, analizar y promover el desarrollo rural en respuesta, principalmente, a un alto grado de heterogeneidad que caracteriza lo rural, junto a su multiplicidad dimensional (cultural, social y económica principalmente) (Montenegro, 2009; Entrena, 1998; Bautista, Bazzoberry, Gil, Chumacero y Soliz, 2017), la cual pretende alcanzar una lectura completa de las ruralidades actuales. Este enfoque, además, permite identificar limitaciones de enfoques anteriores como la descampesinización, el desarrollo local y otros (Schejtman y Chiriboga, 2009), considerando que las trayectorias hacia un desarrollo territorial están ligadas a la “acción de coaliciones sociales”, que son principalmente las que forman y consolidan procesos hacia un desarrollo territorial específico (Berdegué et al., p. 2011). Esta coalición de actores puede desarrollarse en el marco institucional de una comunidad o una asociación con la participación local, ya que sus conocimientos son importantes al momento de valorar recursos concretos que puedan ingresar al mercado. En este caso, nos referimos a productos relacionados con la crianza de camélidos y a la participación de pastoras, principalmente, porque se distinguen por el conocimiento adquirido que detallamos posteriormente.
Estudios referidos a las comunidades pastoras tratan de manera relativa el papel de la mujer (Albó y Mamani, 1976; Cortez y otros, 2014; Franqueville y Vargas, 1990), entre otros; sin embargo, investigaciones como las de Torrez (2011), Claverías (2000) y Arnold y Yapita (1994) nos ayudan a percibir su relevancia e importancia. En todo caso, hay que comprender el carácter complejo e integral del pastoralismo, como afirma Khasanov (1994): “El pastoralismo debe ser estudiado en toda su complejidad, no solamente en su funcionamiento estático, no solamente como una variante local y aislada sino también como un factor esencial e integral en la vida rural” (p. 12). Platt (1987), por su parte, reconoce que este sistema de pastoreo se convierte en un “encuentro de lógicas económicas diferentes”, refiriéndonos al encuentro de lógicas destinadas al mercado con lógicas comunitarias. Flores Ochoa (1988) nos brinda un panorama de la vida cotidiana de las familias pastoras, donde la mujer rural pastora y su conocimiento no son puestos en el justo lugar que merecen. Por otro lado, Michael Schulte (1999) estudia a familias pastoras kallawayas, donde el papel de la mujer es opacado por la revisión histórica e institucional de lo tradicional y cultural. Y es la pastora, en el presente artículo, a la que se presenta como una actora importante, considerando la dimensión territorial que tiene la actividad pastoril, sobre todo de camélidos que habitualmente recorren thakis distantes que llegan a linderos comunales.
En este sentido, consideramos que el desarrollo territorial, según Pecqueur (2000), está ligado a la dinámica entre un sistema local de actores, donde los productores locales tienen un margen de maniobra y un buen nivel de control y autonomía en su producción. Se constituye así en un entorno favorable para establecer una “economía de la proximidad” (Martínez-Godoy, 2016), relacionada con un marco y un establecimiento de acuerdos y consensos entre los actores internos y externos a la comunidad (comprendiendo que el territorio es un espacio esencialmente de conflictos y acuerdos). De este modo, se llega a considerar que el desarrollo territorial “son todos los procesos de movilización de actores que desembocan en la elaboración de una estrategia de adaptación a las restricciones y presiones externas, con base en una identificación colectiva a una cultura y a un territorio” (Pecqueur, cit. en Dos Santos, 2016, p. 40).
Se debe considerar que, si bien los procesos de “movilización de actores” o “coaliciones sociales” son altamente necesarios para emprender un proceso hacia el desarrollo territorial, tampoco se deben dejar de lado factores como la identidad, la autonomía y la capacidad de control de los actores locales sobre la productividad de la actividad económica más relevante en la comunidad. Éstos se consideran indispensables para considerar un proceso de desarrollo territorial, considerando que, en términos de Martínez-Valle (2012), este concepto demanda la conjunción de tres términos (construcción, cooperación y apropiación), donde los actores sociales son protagonistas:
Son precisamente actores sociales quienes construyen un territorio, para lo cual deben cooperar a fin de implementar proyectos colectivos y apropiarse de los recursos no solo naturales, sino también culturales (identitarios) y sociales existentes en el espacio (p. 13).
En este sentido, la cercanía y organización de pastoras (responsables del hato familiar) con autonomía moderada en la producción de derivados logran tener la facultad suficiente para influir en la constitución de un desarrollo territorial, visibilizando a las pastoras como promotoras territoriales.
Metodología
La investigación se desarrolló entre los años 2016 y 2019 y su abordaje fue esencialmente cualitativo-etnográfico, considerando las posibilidades y limitaciones que tiene la investigación de un “investigador nativo” (Spedding, 2013), ya que el investigador, en este caso, debe reconocerse a sí mismo, estar consciente de las limitaciones y posibilidades que tiene al momento de indagar sobre las temáticas propuestas, estar consciente de las posibles prenociones que se tiene sobre actividades puntuales. Esto se debe a que estos momentos vividos, previos a la investigación, no pueden ser tomados como una fuente de información enteramente confiable. Sin embargo, este conocimiento previo se convierte en una herramienta práctica, ya que proporciona nociones importantes sobre los protocolos establecidos por la costumbre en la comunidad Poma (2020).
Este seguimiento cercano hace posible calificar e identificar informantes clave, que en la investigación llega al interior de 15 familias pastoras con visitas de largo aliento. Se aplicaron entrevistas informales a lo largo del trabajo de campo, entre los años 2018 y 2020. Se realizaron conversaciones espontáneas en el trayecto regular de pastoreo, que abarcaba un período de tiempo diario que iniciaba a las 5 o 6 de la mañana y concluía en el momento del regreso al hogar, de 5 a 7 de la noche, y entrevistas semiestructuradas, al interior de las familias visitadas, principalmente a la pareja encargada del hato familiar.
Además de tener acceso a documentación primaria y mediante una revisión documental confrontada con el marco analítico, se tuvo el apoyo para el acceso a información privilegiada de la comunidad. Nos referimos a documentos como libros de actas de las últimas cuatro gestiones, un informe para la certificación de la identidad étnica y saneamiento actual de la TCO3, el registro de Identidad de Pueblo Indígena u Originario (RIPIO) 2006, así como expedientes y el Plano Catastral Provincial 020101491001 (2015) en la regional INRA.
Hallazgos
En este apartado, se presentan los principales hallazgos de la investigación, que se enfocan a la participación de la mujer pastora en la comunidad originaria de Chacaltaya.
Nuestro lugar
La comunidad está ubicada en la provincia Murillo, a 21 km al norte de la ciudad de La Paz, en el distrito rural 22 de Hampaturi. Ocupa un ambiente frígido, con temperaturas que bajan a -4° grados centígrados y llegan a subir a los 18° grados centígrados. El piso ecológico corresponde a la puna, a una altura de 4.000 a 5.200 msnm. Dentro de su territorio, se encuentra el naciente del río Kaluyo (origen del río Choqueyapu), que alimenta de humedad a bofedales (Viceministerio de Tierras, 2006; Campana, 2015). Tiene 7117.6792 hectáreas registradas en su Plano Catastral provisional (2015) realizado por el INRA-La Paz en el marco del proceso de saneamiento Tierra Comunitaria de Origen.
Cotidianamente, en Chacaltaya, a lo largo del paisaje, resalta la presencia de numerosos hatos de camélidos (llamas y alpacas); por lo tanto, estamos frente a una comunidad donde el pastoreo se constituye en una actividad significativa e importante en la economía familiar, donde las personas más calificadas para el cuidado y actividades derivadas4 de la crianza camélida, como suele ser el caso, son mujeres pastoras. Dedicada a la actividad pecuaria, esta comunidad realiza sus actividades de forma tradicional, es decir, que los espacios de pastoreo corresponden a pasturas nativas sin uso de algún fertilizante.
Según una revisión de archivos históricos correspondientes a la provincia Cercado (Murillo, en la actualidad), se identificó que el primer registro del asentamiento de comunarios es de 1873 y este registro toma importancia cuando se llega al año 1886, cuando se registran más de mil llamas macho. En el trabajo de campo, se identificaron restos de un tambu5, situado en las cercanías de la familia Poma Apaza, vecina del lugar. Doña Celestina, miembro de esa familia, fue quien comunicó la presencia de este tambu. Este tambu nos permite deducir que Chacaltaya tiene una trayectoria ancestral significativa sobre el cuidado y pastoreo de camélidos; asimismo, fue un lugar de paso en el trayecto de mercaderías agrícolas de los Yungas a la ciudad de La Paz anterior a la llegada de la movilidad mecánica.
En la década de los años 2000, la comunidad decidió gestionar el saneamiento de Tierras Comunitarias de Origen (TCO)6, ya que en los años correspondientes a la Reforma Agraria (1953) la población no había reunido el número de personas suficientes para acceder a la titulación proindiviso de tierras que fueron parte de la Hacienda Bedoya (exhacienda Achachicala, de la familia Suazo). Aun siendo parte de la hacienda Bedoya, y por influencia de la organización de las comunidades vecinas, Chacaltaya se organiza en sindicato, aun sin tener un título agrario. Esto lo hace con la intención de gestionar, posteriormente, su titulación de TCO. Así, la comunidad acuerda, entre las familias, la mayor afiliación posible e incluye afiliados solteros y solteras. Esta afiliación se realiza, principalmente, porque, las y los comunarios adultos e independientes solicitan su afiliación mediante una carta dirigida al directorio de la comunidad, en gestión, la que se da lectura en asamblea. Es en una asamblea cuando el jilakata (máximo representante de la comunidad) pone a consideración de los afiliados la petición; y, en ese momento, el interesado o la interesada pide la palabra para exponer su situación y el motivo de su solicitud. Los afiliados toman la palabra y exponen su posición a favor o en contra, hasta que el jilakata lo sujeta a votación. En algunos casos, el representante de la familia de quien hace la solicitud interviene para apoyar u observar la solicitud en apoyo o rechazo. En la comunidad Chacaltaya, el 15% de las personas afiliadas son mujeres (entre solteras, casadas y viudas). Para la presente investigación, se tuvo comunicación con varias de ellas, a saber: Regina Poma, Gregoria Alaña, Martha Mamani, Virginia Cadena, Albertina Llusco, Maruja Poma, Vicenta Chipana, Alejandra Alaña, Juana Poma y Martina Alaña. Es necesario resaltar que todas las mujeres mencionadas son reconocidas como pastoras experimentadas y encargadas totalmente de su hato camélido.
Por otra parte, en estos espacios, se reconoce la presencia notable de mujeres nacidas en la década de los noventa, que cuentan con estudios de bachillerato e incluso son egresadas de carreras universitarias, las cuales se perciben como autosuficientes para trabajar y para hacerse cargo de sus gastos y de su vida7.
En los últimos años, se registró un crecimiento en la afiliación de mujeres en la comunidad. Hilda Alaña, de 25 años, afirma: “No pienso irme de mi tierra porque estamos cerca de la ciudad, en cambio otros tienen que viajar por horas a sus tierras y debemos aprovechar eso…” (entrevista, mayo 2020).
En este sentido, es importante notar que el comportamiento de las mujeres jóvenes tiende a distinguirse de los varones porque, en esta etapa del ciclo vital, las mujeres aymaras se acercan más a la madre y este acercamiento influye en el desarrollo de su persona como pastora. En esa etapa, la joven se instruye plenamente en trabajos relacionados con el cuidado de camélidos en casos de enfermedad, el cuidado cotidiano según temporadas climáticas, la forma adecuada de trasquilar y manejar la fibra, el seguimiento a los ejemplares para faenar en el tiempo conveniente. Además, adquieren conocimientos necesarios para la administración de los espacios de pastoreo, lo cual es importante, ya que las sayañas (porción de tierra de uso particular/familiar, ver Carter y Mamani, 1989) familiares requieren un manejo especial, que detallamos posteriormente. Se trata de conocimientos que son transmitidos de generación en generación y que son establecidos por el uso cotidiano (figura 1).
Cuidado de llamas y alpacas
Los camélidos son considerados animales nativos de los Andes sudamericanos. Estos animales, con el tiempo, fueron adecuándose a las particularidades del ecosistema y, hasta la actualidad, solo se alimentan de praderas nativas (Ayala, 2018). Entonces, es posible decir que generaron cualidades fisiológicas para conservar un ecosistema frágil como el andino (López, 2021). Los numerosos hatos de llamas y alpacas de la comunidad, que tienen un promedio de 300 ejemplares por familia -esta cantidad de hatos y el número de cabezas, en su interior-, pueden dar la impresión de un sobrepastoreo en varias praderas nativas a las que acceden y también en espacios con humedad media en el camino y en el espacio de pastoreo como tal. Esta idea de sobrepastoreo se acentúa debido a que el ecosistema altoandino tiende a ser un sistema natural muy frágil y la pradera nativa es difícil de mantener en buenas condiciones, como pasa con un bofedal, pues la cobertura vegetal se recupera lentamente (Ticona y Montero, 2004). Sin embargo, para contrarrestar esa impresión, debemos tomar en cuenta las siguientes condiciones en Chacaltaya:
Nos encontramos en la formación geográfica de una cuenca que tiene un comportamiento distinto al del altiplano; si bien las temporadas seca y húmeda son las mismas, el comportamiento del suelo es distinto porque las diferentes formaciones accidentadas forman acumulaciones temporales de agua que hacen que la humedad permanezca por más tiempo, a diferencia de la formación altiplánica.
Sobre la alimentación de los camélidos, Rocha (2004) señala que estos animales nativos cuentan con incisivos eficientes que les permiten cortar el forraje pegado en el suelo. Esto permite el posterior rebrote, algo que no pasa con especies importadas como la oveja, el burro y los bovinos. Esta información es tomada en cuenta por las pastoras, quienes realizan una revisión al estado dental de sus ejemplares.
Durante el seguimiento a los hatos, se pudo percibir que los ejemplares tienden a ir marcando, con el uso cotidiano, un sendero que permite el crecimiento de las pasturas cercanas y lejanas. Esto hace considerar que uno de los efectos del posible sobrepastoreo es la erosión del suelo por el recorrido de los animales. En este caso, ambos camélidos cuentan con pezuñas de pequeña dimensión y su caminar es de arriba hacia abajo, lo cual evita una erosión sobresaliente en el suelo.
Sin embargo, no podemos pensar que criar estos camélidos se reduce a sacarlos a espacios lejanos donde se percibe un “buen pasto”, porque esto sería ignorar conocimientos importantes que las familias pastoras desarrollaron para administrar su pastizal.
El pastoreo
En suelos altoandinos, se diferencian dos épocas o temporadas marcadas en el año. La temporada seca o húmeda y las familias pastoras fueron estableciendo distintas formas de organizar el pastoreo en función a la temporada o situación ambiental del momento, considerando la composición de su hato.
Las alpacas tienen más tolerancia y comodidad en la temporada húmeda, mientras que las llamas tienen que tener cuidado en consumir forraje reciente y verde porque tienden a tener diarreas. Las alpacas tienden a preferir consumir forraje de bofedales cercanos a lagunas y ríos, mientras que las llamas prefieren lugares distantes y más secos. Éstas son diferencias notables para alcanzar un buen crecimiento de los ejemplares.
Regina es la pastora de un hato de alpacas. Durante la temporada seca, específicamente en los meses más crudos (agosto, octubre y parte de noviembre), el hato realiza un uso rotativo de bofedales con agua permanente, los cuales se encuentran cercanos a las lagunas dentro de su espacio de pastoreo y los aprovecha gracias al uso de corrales construidos cerca de dichos bofedales. Regina, al ser una pastora experimentada, es la encargada de evaluar el uso de los bofedales. Donato, su compañero, es la persona que apoya en el trabajo: por la mañana es el encargado de abrir el corral, luego de trasladar el hato y cerrar el corral temporal donde los animales se quedan a pasar la noche. Los corrales están construidos con piedras y barro. Al retirarse del lugar, en el ocaso del día, asegura bien el corral, ya que en ocasiones hubo la pérdida de ejemplares por el ataque de perros cimarrones, cóndores y zorros. La persona a quien le toca cerrar el corral tiene que quedarse hasta que anochezca para tener la seguridad de que el hato no se descontrole por la presencia de algún animal de paso.
Durante la temporada húmeda, Regina hace dormir a su hato en los corrales junto a su residencia ubicada en la estancia central. Antes de que empiece a salir el sol, ella cocina su fiambre. Mientras cocina, Donato se dirige hacia el corral más cercano para abrir la tranca y, así, los ejemplares van saliendo a su ritmo.
La mayoría sale cuando siente los primeros rayos del sol. Mientras esto sucede, Regina y Donato se alistan para partir a sus actividades cotidianas. En esta familia, Donato se dispone a ir a la turbera a trabajar y Regina se encuentra lista para salir con su hato. Normalmente, antes de salir, ambos se detienen durante unos minutos a sentir el calor del sol. En ese momento, se dan cuenta de que Justina Llusco ya se encontraba dirigiendo su hato y, a lo lejos, se saludan. Pasado esto, Regina se dirige al corral donde todavía se encuentran ejemplares amamantando a sus crías, para arrearlos fuera con los demás animales y partir. En el camino, hay un lugar denominado Murmuntani (cima o tierra pelada, con poca cobertura vegetal) donde el hato está acostumbrado a hacer una parada, ya que Regina los acostumbró, puesto que -con 57 años, el 2017-, ella se esfuerza por seguir el paso normal del hato.
En esos momentos, Regina identifica a la distancia al hato de Gregoria Alaña, su cuñada, quien frecuenta el sector conocido como Thalli, para pastar su hato. Entonces, decide dirigirse a Ch´iyar Karqa, lugar que se encuentra alejado de Thalli para, así, evitar la mezcla de hatos. Mientras pastan, ambas se ven a lo lejos, y, cuando llega el mediodía, una se acerca a la otra para compartir su fiambre y pijchar (acullicar) coca. Esos momentos se convierten en un espacio para intercambiar información sobre diversos temas relacionados con la crianza, la venta de productos y otras actividades. Cuando el sol empieza a bajar es cuando ambas pastoras se disponen a regresar a sus residencias. En esta ocasión, Gregoria camina una media hora para seguir el camino de tierra para movilidades y regresar a su residencia. En cambio, Regina toma el mismo camino por el que llegó. En esta ocasión se evidenció que los ejemplares tendían a caminar en fila. Así, llegaron al corral de su residencia y algunos, mientras caía la noche, se quedaron acostados fuera del corral; entonces, Donato salía a levantarlos y guiarlos hacia adentro para cerrar y asegurar el corral.
Albertina, con su hato de llamas, tiene dos maneras de manejarlo, según la temporada. En la época seca, todos los días parte de madrugada desde su residencia, en la estancia central de la comunidad; ella sale con un poco de prisa para que su hato no coma demasiado forraje escarchado. A los ejemplares más experimentados, su esposo, Germán, los llama guías. En determinado momento, realizan una parada, la mayoría de las veces cuando ya había salido el sol8.
Durante el tiempo de la parada, Albertina se sienta en una cima para revisar qué ejemplares se han desviado. Mientras observa su hato, le da alcance su hijo Anselmo, cargado de fiambre (comida) y algunas frutas y, con su llegada, el hato vuelve a retomar su camino. Desde ese punto al espacio de pastoreo que frecuenta, Q´ala Cruz, son más de cuatro horas de caminata. En el camino, las llamas tienden a caminar en filas de 15 a 20 ejemplares, casi juntos. Cuando están por llegar al punto señalado, se realiza una breve parada donde el sendero diario acaba. En ese momento, Albertina le indica a su hijo hacia qué lugar los tienen que guiar. Falta una hora para el mediodía y ambos apuran el paso para llegar y para que el hato empiece a dispersarse para alimentarse. Momentos después de la llegada, se disponen a fiambrar (comer), sentados en unas piedras con la comida en el suelo protegida por mantas. Comen con tranquilidad observando el comportamiento de su hato. En muchas ocasiones, este momento es aprovechado para evaluar y elegir a ejemplares que estén en buen estado para la próxima venta de carne o de fibra, o para evaluar el estado de sus jañachos (machos reproductores).
Aproximadamente dos horas más tarde, dirigen su hato hacia una laguna de la comunidad de Llaullini para tomar agua; caminan y se quedan como una hora; luego, retornan al mismo lugar de pastoreo para hacer una parada; entonces se preparan para partir verificando que el hato esté completo. Una vez terminado esto, Albertina y Anselmo, junto con el hato, emprenden el retorno a su domicilio. Luego de caminar unas tres horas (aproximadamente), llegan a su residencia, en el ocaso del día. A su llegada, en las afueras de su domicilio, se hace una última parada para verificar si el hato está completo. Luego, se lo guía hacia su corral.
Estas actividades o pasajes nos hacen notar que hay todo un manejo pensado para alimentar de manera adecuada a los animales, considerando la reposición natural de estas pasturas nativas. Este conocimiento va acompañado de otros cuidados particulares que se les da a los camélidos.
En la temporada húmeda, que es cuando los forrajes que consume la llama tienen un nuevo brote y contienen, en su interior, una concentración verdosa por la humedad, los miembros de su familia se organizan para trasladar a su hato a su anaqa9, la cual se ubica en una cima cercana a Q´ala Cruz, llamada Itiña. La anaqa es un cuarto de 3 x 4 metros, construido de piedra y barro con dos ventanas y techo de calamina. Al interior, tiene un fogón de barro con un pequeño depósito de bosta de llama seca, dos baúles y una cama. Generalmente allí duerme Albertina, acompañada por Germán, su compañero, o por uno de sus hijos. El hato duerme a un costado de la anaqa. La razón de que el hato sea trasladado a ese lugar es evitar un foco de humedad y de infección con las heces que se van acumulando cada día. Albertina asegura que su permanencia en la anaqa solo se la realiza en el mes de febrero, que es el momento más fuerte de la temporada de lluvias. En ese tiempo, aprovechan para realizar una limpieza a su corral y al drenaje del mismo. Pasado el mes, Albertina y Germán valoran el comportamiento del tiempo para decidir el regreso.
También se lleva a cabo la crianza de hatos mixtos, entre llamas y alpacas. Este tipo de hatos se encuentran frecuentemente en Chacaltaya, porque hay espacios de pastoreo donde existen bofedales que solo tienen la capacidad de alimentar a un hato reducido de alpacas, pero están rodeados por pasturas aptas para la crianza de llamas. Muchas familias también optan por tener un hato mixto para tener una variedad de carne, cuero y fibra, beneficios que desarrollaremos posteriormente. Pastoras como Gregoria afirman que este tipo de hato es más manejable porque el hato mixto facilita el seguimiento a ejemplares individuales, ya que la distinción y el comportamiento al pastar son más evidentes.
En los recorridos hacia las áreas de pastoreo y en las áreas de pastoreo más usadas, tienen construidos artesanalmente pequeños refugios para el pastor de turno. Estos refugios consisten en dos pequeños muros de un metro de altura y de dos metros de ancho, hechos de piedra del lugar y de barro; no tienen techo. Son utilizados para proteger al pastor del viento y de diferentes precipitaciones (lluvia, nevada o granizo) del año; es por esto que en el cargamento o q´ipi (el aguayo) del pastor siempre debe haber un nylon doblado para cubrirse y, con la ayuda de estos refugios, estar más tranquilo mientras vela su hato.
Veterinaria y cuidados tradicionales
La comunidad de Chacaltaya, con el apoyo de sus familias pastoras10, se beneficia por la visita de un veterinario, funcionario de la Subalcaldía 22 de Hampaturi, ya que la comunidad decidió que un 10% de su plan operativo anual (POA) vaya como aporte para la asistencia veterinaria. Gracias a esos aportes, anualmente, el veterinario realiza los llamados ‘baños sanitarios’ y una revisión en caso de enfermedades o accidentes.
Una de las primeras instrucciones que se dieron fue el mantenimiento y limpieza de los corrales para evitar los focos de infección y, en ese espacio, hacer un seguimiento a las heces por su forma y color.
Ambas especies de camélidos tienden a defecar en un solo espacio, esto quiere decir que no van esparciendo sus heces. De este modo, los animales contaminan con forraje los suelos de forma controlada. Este dato es muy importante porque pastoras como Albertina tienen ubicados estos lugares y, al pasar por ellos, esparcen la bosta para que seque en taquia (excremento) lo mejor posible y pueda servir luego como combustible para su fogón.
Los comunarios no utilizan un matadero convencional; cuando quieren faenar un animal, utilizan un espacio al aire libre cercano a su residencia y a un cauce de agua como un riachuelo o un río. Ellos tienen el cuidado y la habilidad suficiente para degollar, destripar, quitar el cuero y dividir el cuerpo de una forma adecuada en un tiempo aproximado de cuarenta minutos a una hora.
Las pastoras tienen que velar por los ejemplares jóvenes porque muchos necesitan que se les ponga una faja en la parte de su estómago para evitar que les pase frío y que la humedad les provoque una diarrea. Las crías también deben ser observadas diariamente porque en muchas ocasiones presentan molestias en los tobillos por alguna caída o un esfuerzo. En estos casos, los pastores preparan remedios por las mañanas. En los alrededores de los domicilios, crecen algunas plantas conocidas por sus propiedades medicinales; en este caso, se usa itapallo (planta local con espinos o Cajophora canarinoides, nombre científico). Luego de molerlo en un batán de piedra, se le rocía orín reciente de humano y se mezcla hasta lograr una masa uniforme. Este preparado es esparcido en un retazo de tela para luego colocarlo en la zona afectada. Se deja así por dos o tres días y después se lo retira. Regina asegura que es un remedio que siempre alivia y cura ese tipo de dolencias.
La llama o alpaca que está por dar a luz a su cría suele emitir algunos gemidos; pero, con el ruido de los demás ejemplares, es difícil identificar de qué hembra se trata. Gregoria afirma que, en muchas ocasiones, cuando ella o alguno de sus hijos nota el trabajo de parto, tiene que alejarse lo más que pueda para que la hembra se sienta segura. El trabajo de parto se realiza de pie hasta que, por el esfuerzo de ambos, la cría pueda salir y este nacimiento se da cuando el animal cae al suelo. La hembra se mantiene parada por algunos minutos para reponerse del dolor. Una vez que puede moverse, se dispone a acercarse a su cría y lamerle el líquido amniótico y trozos de placenta. Luego, la cría logra tener la fuerza suficiente para ponerse de pie y caminar cuidadosamente. Es importante mencionar que, en algunos casos, las crías no tuvieron la fuerza suficiente para levantarse. Ponerse de pie para los camélidos es signo de vida en en ese momento, ya que si la cría no lo hace es muy probable que la progenitora piense que está muerta y se aleje. Cuando esto pasa, las pastoras, en la mayoría de los casos, son quienes se hacen cargo de la cría, haciéndole tomar leche de biberón hasta que pueda caminar y alimentarse por sí sola. Durante esos meses, la cría considera por instinto que su progenitora es la pastora y se pone a seguirla a donde vaya, incluso llega a dormir al lado de su cama. En estas comunidades, este tipo de crías se llaman chita, que significa ‘cría sin madre’. La cría mantiene este comportamiento hasta dejar de lactar y empezar a consumir forraje nativo para convivir con el resto de su especie.
Fibra y carne
Hay varios aspectos en el tratamiento de la fibra de camélidos que son evaluados para su cotización en el mercado. La diferencia está, primero, en la procedencia de esta lana; es decir, si es lana de alpaca o lana de llama.
La lana de llama es gruesa, tosca o áspera; estas características hacen que no tenga un valor suficiente para que las pastoras se dediquen a su producción, a pesar de la notable resistencia que tiene frente a otros tipos de lana camélida; sin embargo, esta resistencia es aprovechada para confeccionar objetos de uso diario como costales, pitas, sogas y otros. Por otro lado, la lana de alpaca es conocida y demandada en el mercado para la confección de prendas de vestir, ya que es lana suave y, en consecuencia, su hilado es más fino.
La mayoría de las familias se dedican a esquilar, a cortar el vellón de alpacas y de llamas de la especie t´ampullis y warillos, desde el mes de septiembre hasta mediados de octubre, que es cuando las temperaturas son más adecuadas para que los animales sobrevivan mientras recuperan su vellón, durante un tiempo de tres o cuatro meses.
Las familias pastoras que esquilan llamas t´ampulli y warillo realizan una valoración del estado del vellón de sus ejemplares; esta valoración depende del propósito que, en este caso, puede ser para confeccionar costales, pitas y qurawas (hondas para arrear animales). Es decir, el corte de este vellón se realiza casi siempre para el consumo propio, ya que la venta de vellón de estos animales no tiene mucha demanda.
En el caso de las alpacas es distinto: algunas pastoras como Gregoria afirman que realizan el corte anualmente y logran reunir alrededor de 50 libras de fibra, considerando que un ejemplar de 3 años11 puede proporcionar de 4 a 6 libras. En este caso, Gregoria trasquila 10 ejemplares cada año y almacena la lana hasta fines de septiembre, cuando llega una compradora que paga 25 Bs por libra (2019). La fibra que se vende a esta compradora no tiene ningún tipo de selección o tratado (es lana cruda), lo único que se le solicita a Gregoria es que no tenga polillas ni pajas. El precio de la fibra puede variar por el color que tiene. Los colores con más demanda son el blanco y el vicuña12, y llegan a costar 30 Bs la libra; los demás colores tienden a estar sujetos a la tarifa regular (25 Bs la libra). Considerando estos precios, muchas familias prefieren realizar el corte anual para reunir el mayor peso posible para tener un mejor ingreso.
Gregoria cuenta que, para realizar el trabajo de trasquilado, su familia tiene que disponer de tres a cuatro mañanas, durante una semana. La jornada inicia a las siete de la mañana, que es cuando se selecciona a los ejemplares que se van a esquilar ese día. Según Gregoria, el trabajo se hace entre cuatro personas. Dos personas sujetan al animal y otras dos realizan el corte (una a cada lado), lo más recomendable es hacerlo en el menor tiempo posible para evitar que el ejemplar se inquiete y se llegue a lastimar con alguno de los cuchillos usados para cortar. Aproximadamente, en una mañana se llega a trasquilar 10 ejemplares. Luego del esquilado, Gregoria se dispone a reunir la lana y seleccionarla por color. En esta selección, ella también aparta una porción de lana para la confección de prendas para el uso propio de su familia.
Encuentro y organización
Durante el tiempo de observación, se evidenció la presencia de la mujer madre de familia como responsable del cuidado de los animales. Albertina Cadena, Gregoria Alaña, Regina Poma, María Alaña, Nieves Apaza, Vicenta Chipana y otras mujeres son las que están al pendiente de su hato, no solo del pastoreo sino también del trasquilado, de la venta13, del carneado, del marcado o tikaraña y otras actividades derivadas como el hilado, el tejido y el charqueado. Llegan, así, a cumplir un papel importante en la unidad doméstica, debido al beneficio que tiene la crianza en la comunidad y su territorio. Además, como vimos anteriormente, la mujer tiende a ser quien concentra y transmite el conocimiento sobre esta actividad a las generaciones posteriores.
Como vimos, entre las personas que se encuentran afiliadas a las comunidades, existen mujeres afiliadas que son casadas, viudas y solteras. En el caso de las mujeres viudas, ellas son pastoras experimentadas y reconocidas que han obtenido la legitimidad suficiente entre los suyos, con su trabajo y su trayectoria, para ser consideradas como máximas representantes de su familia. Las afiliadas que son solteras y por algún motivo no formaron una unidad doméstica, pero lograron independizarse de sus padres porque son dueñas de una residencia particular que ocupan ocasionalmente en la comunidad tienen una situación particular. Algunas trabajan en la mayor parte en la ciudad; los animales que llegan a tener (por compraventa u obsequio) forman parte del hato familiar de sus padres. Por esto, tienden a tener responsabilidades sobre el cuidado.
Sobre las mujeres casadas, se debe tomar en cuenta que, en la mayoría de las comunidades del sector, tienen la posibilidad de adquirir el carácter local en una unidad doméstica. En la mayoría de los casos, esto beneficia sustancialmente a la familia-parentela matrilineal porque, como vimos anteriormente, las mujeres tienden a estar mejor preparadas para el cuidado y pastoreo de los hatos, y esto es altamente valorado en las comunidades pastoriles del sector.
Gracias a estas consideraciones y a la participación activa de las pastoras, a partir del 2018, se fueron formando grupos de mujeres pastoras con la intención de mejorar sus habilidades en el cuidado y producción de derivados de la crianza de llamas y alpacas. Más de 35 mujeres de distintas edades lograron constituir la Asociación de Artesanas de Achachicala (ASARA); pero, antes de conformar esta asociación, estas mujeres accedieron a una capacitación en cuidados de faenado de carne, trasquilado, selección y manipulación de la fibra. En ese sentido, lo primero que podemos resaltar es que los conocimientos sobre el pastoreo fueron reconocidos y valorados; así, los cursos de capacitación se concentraron en la producción y productividad de fibra y carne.
Conexiones con el mercado
Los compradores de camélidos, en su mayoría, provienen de las ciudades cercanas (La Paz y El Alto). Los compradores más regulares son cuatro “mañazos” (carniceros) que llegan alrededor de las ocho de la mañana, compran ejemplares en pie y los faenan a orillas del río. Estos compradores llegan en una movilidad propia, de viernes a domingo. Sin embargo, hay ocasiones en las que pueden llegar otro día, de modo excepcional, y lo comunican a los pastores que venden ejemplares con regularidad para que tengan algunos a disposición. Regularmente, un mañazo compra 5 ejemplares, pero en algunos casos llegan a comprar hasta 10.
Doña Juanita Cadena, dueña de 50 alpacas, se dirige a dar encuentro a María (nombre ficticio), quien compra ejemplares en pie. Ambas se saludan y hablan del interés que Juanita tiene en vender una de sus cabezas. María le ofrece 800 Bs por una alpaca de cuatro años, de color café puro, Juanita acepta, la compradora paga y se la lleva hasta su movilidad (un minibús) que está por el cauce del río, donde la mañaza realiza el faenado del ejemplar.
Según las pastoras, la llama es la que más beneficios da, porque la carne es demandada y una llama bien robusta puede llegar a tener 60 kilos de carne. Incluso vendida en pie, la llama siempre cuesta más que la alpaca, ya que se vende un ejemplar q´ala de 3 a 4 años en pie a 1.000 Bs a los mañazos que llegan hasta la comunidad, aunque él prefiere faenar e ir a ofrecer la carne en ferias de El Alto o en las carnicerías de La Paz.
Según las pastoras, la llama tiende a tener los precios más favorables para su familias, debido a la carne: un ejemplar q´ara (subespecie de llama) de 3 a 4 años llega a tener 60 kilos de carne, pero en la mayoría de los casos, estos ejemplares son vendidos vivos (en pie) a 1.000 Bs para los mañazos que llegan a la comunidad con regularidad.
En el cuadro 1, se presenta un resumen de precios de la gestión 2019, información que fue recabada con la intención de dar a conocer una noción general de los ingresos.
A pesar de tener establecidos compradores fijos de camélidos en pie, se apertura la posibilidad de venta a visitantes eventuales; esto se dio gracias al funcionamiento de su albergue turístico, Pampalarama (2009-2016)14. Las personas que lo visitaron, que residen en las ciudades, llegaron a conocer a la comunidad y, al parecer, entre estos visitantes había carniceros que se enteraron de la oferta de llamas y alpacas. Estos carniceros y consumidores mantuvieron una llegada ocasional, sin previo aviso, para comprar y faenar camélidos. Por ello, los integrantes de la familia pastora ofrecen sus ganados, con el servicio de faenado, a visitantes que llegan con movilidad propia. Por ejemplo, durante el año 2020, durante la cuarentena rígida y dinámica provocada por el covid-19, las familias pastoras llegaron a tener una demanda inusual cada día (a tempranas horas del día o a horas finales de la tarde). Albertina asegura que ese año las familias pastoras vendieron casi todos los animales que tenían para aprovechar la demanda. En consecuencia, el 2021, la oferta bajó porque los hatos se quedaron con ejemplares jóvenes que todavía no tenían la constitución corporal deseada para un precio razonable.
La crianza de hatos camélidos es una actividad pecuaria en las comunidades que se desarrolla con intensidad moderada, no pensada para un comercio intensivo. Sin embargo, como podemos notar, tener más de 300 ejemplares hace que los ingresos económicos por la crianza sean considerables y, en la mayoría de los casos, son las mujeres quienes administran estos ingresos.
Discusión
La crianza de hatos de camélidos es una actividad pecuaria que se desarrolla con intensidad moderada en las comunidades; es decir, no está pensada para un comercio intensivo. En este caso, podemos decir que se trata de un sistema de producción compuesto -principalmente- por las familias pastoras, los camélidos y los espacios de pastoreo. En este sistema de producción, las familias pastoras son actoras sociales que participan de forma activa y, por lo tanto, es necesario incluirlas en el análisis de la realidad altoandina de la región. En este sentido, es relevante ese carácter complejo del pastoralismo y el lugar que tiene en la vida rural (Khasanov, 1994: 12).
En este escrito, focalizamos la atención no solo en familias pastoras sino que profundizamos en la participación de la mujer en el pastoreo, ya que toma importancia cuando indagamos, en campo, el funcionamiento de esta actividad. Y, como veremos, las investigaciones sobre camélidos se concentraron más en el trabajo de comerciantes y caravaneros de llama y también en su economía dinamizada por el acercamiento a los mercados. Entonces, es la tendencia e influencia de estas investigaciones enfocadas a los sariris (denominación andina antigua que se les daba a comerciantes que transportaban mercadería con llamas macho), que omiten la participación de la mujer rural, la cual consideramos significativa y con potencial, al momento de valorar recursos específicos de un territorio.
En el ensayo de Tristan Platt (1987), se aprecia con claridad la articulación de las comunidades de Lípez con los mercados locales; e incluso, se distingue la construcción y encuentro de lógicas económicas diferentes. Por otro lado, Flores Ochoa (1988), en la compilación sobre los pastores de puna, nos aproxima a la vida cotidiana de las comunidades pastoras de camélidos. Ambos artículos se enfocan, principalmente, en las familias pastoras y sus actividades cotidianas y festivas donde se percibe una articulación notable con relación a comunidades agrícolas. Esto es causado principalmente por acciones concretas como la retención de la mujer rural, quien resalta en su preparación como pastora.
En ese camino, Denise Arnold y Juan de Dios Yapita (1998) destacan que en Qaqachaca (Oruro), al interior de las familias pastoras, el papel de las mujeres toma notable importancia tanto en el cuidado de los camélidos como en actividades derivadas como la venta de carne, venta de lana y uso de estiércol, entre otros. De esa manera, las mujeres llegan a constituir una dote de notable valor monetario, equivalente a porciones de tierra, al momento de formar su unidad doméstica. Este aporte entra en diálogo con el lugar de nuestra investigación, Chacaltaya, donde se nota que la mujer pastora tiene la opción de tener la residencia familiar en su estancia familiar y así consolida su posesión familiar, a través de la crianza pecuaria. Asimismo, Michael Schulte (1999), al momento de hablar sobre las familias pastoras en la población kallawaya, da pautas importantes para comprender que estas unidades tienden a concertar matrimonios que favorecen la reproducción en la actividad pastoril. Esto remarca la fuerte endogamia entre comunidades pastoras; ese comportamiento no solamente permite a las mujeres tener el carácter local de la residencia, sino también mantener la propiedad de su ganado y, en consecuencia, administrar parte significativa de su economía.
Como pudimos evidenciar, el papel que la mujer llega a tener en la actividad pastora es de relevancia, sobre todo en comunidades como Chacaltaya, donde representa una actividad económicamente significativa. Tiene un papel que tiene las posibilidades de generar un desarrollo territorial de la comunidad. Es decir, este escrito llega a poner en valor la importancia de las pastoras, un papel importante en el territorio que fue omitido por autores como Shulte (1999), (Medinacelli (2015), Campana, 2015)y otros. En este sentido, vemos importante confrontar documentos referidos a un tema, como el pastoreo, con el trabajo de campo, y así rescatar temas que no tuvieron relevancia en su momento y que ofrecen la presente investigación.
Conclusiones
El paisaje andino o altiplánico suele engañar a la vista, haciéndonos creer que aún hay una o varias porciones de tierra ociosas, donde no se produce nada. Asimismo, se piensa que el clima frígido y la capa arable son condiciones que dificultan de gran manera la productividad de estas tierras.
Lo cierto es que, en el imaginario colectivo, se tiene una visión muy negativa sobre la biodiversidad altoandina. La razón es que el parámetro de comparación es con las zonas cálidas, como los valles o la Amazonía. Lo anterior deriva en una subvaloración de la cobertura vegetal y su capacidad de alimentar numerosos hatos camélidos, visión que se reproduce en políticas de desarrollo forestales que muy pocas veces apuestan por la reforestación y mantención de especies nativas (Cuenca Sempértegui et al., 2005, p. 30).
En el caso de las comunidades donde el pastoreo de camélidos es sobresaliente, podemos afirmar que esta idea de “tierra ociosa” es un engaño porque, como vimos, se tiene un cronograma marcado para la administración de los espacios de pastoreo, y estas tierras con especies nativas forrajeras son, básicamente, el sostén del sistema productivo pastoril; la vegetación tiene una estrecha relación con las condiciones climáticas, una estrecha relación con el agua y una protección contra la erosión del suelo (Marca, 2006); esto hace que sean aptos para la crianza de estos camélidos nativos y su revalorización se torna importante en el desarrollo territorial de la comunidad. Así, pues, estas largas trayectorias llegan a linderos comunales y el pastar se constituye en un ejercicio territorial.
Berdegué y otros (2011), Martínez-Godoy (2016) y Martínez-Valle (2012) consideran que la constitución de un desarrollo territorial va más allá del nivel económico o productivo de un territorio establecido, toma en cuenta la cooperación y sinergia entre actores que promueven soluciones endógenas “inéditas” específicas, que son apoyadas por conocimientos ancestrales propios y brindan una especificidad y singularidad a un producto en el mercado. Gracias al encuentro de pastoras en Chacaltaya y el conocimiento que tienen, además de constituir ASARA, tienen la posibilidad, no solo de dinamizar su economía sino de constituirse en promotoras de un desarrollo territorial en Chacaltaya, ya que esta actividad se encuentra en todos los niveles de la comunidad. Estas mujeres, desde el 2018, como miembros de su asociación, gestionan su participación en ferias y mercados para exponer sus productos y se constituyen en una opción importante para consolidar el desarrollo de su comunidad.
En cuanto a la mujer rural y su presencia territorial, las mujeres se dedican plenamente a pastorear, cuidar y administrar los recursos adquiridos por la actividad pastoril además de tener presencia en su residencia y la comunidad. Esta participación toma importancia no solo por los beneficios que puede generar la crianza de camélidos, sino también porque amplifica los alcances del papel de la mujer como “madre de familia” que, en muchos casos, implica tener un papel subordinado en el hogar sin tomar en cuenta u opacar su rol socioeconómico. Su actividad proactiva en el pastoreo amplifica sus alcances, no solo por administrar la crianza de su hato, sino también por salir del establecimiento de su unidad doméstica para hacer un uso continuo de sus espacios de pastoreo, que son espacios económicamente activos.