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Ecología en Bolivia

versión impresa ISSN 1605-2528versión On-line ISSN 2075-5023

Ecología en Bolivia v.43 n.1 La Paz  2008

 

Ignacio Huareco: Naturalista innato

Javier A. Simonetti, Mónica Moraes R.

Facultad de Ciencias, Universidad de Chile, Santiago, Chile
Instituto de Ecología, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia

 


Samsagaz “Sam” Gamyi es el héroe oculto en la saga del Señor de los Anillos. Sin su silencioso pero determinado y efectivo accionar y entrega, Frodo Bolsón no habría logrado su objetivo y los créditos de la hazaña. Del mismo modo, en el trabajo de campo en la ecología de Bolivia existen personas sin cuya desinteresada labor numerosos avances serían, a lo menos, difíciles de lograr. Ignacio Huareco (Fig. 1) es uno de esos héroes ocultos. Su fallecimiento a fines del 2007 nos priva de un amigo, maestro y excelso naturalista.

Miembro de la etnia T´simane, Ignacio ofició de guía a numerosos investigadores y tesistas en la Estación Biológica y Reserva de la Biosfera del Beni (EBB). Reflexivo, parco, pero poseedor de un fino sentido del humor, Ignacio además de desempeñarse como un eficiente guía, era un naturalista de primer nivel.

Además de guiar en forma eficiente a través de la selva, con su ejemplo y pocas palabras Ignacio enseñó a muchos investigadores el arte de “andar en el bosque”, reduciendo al mínimo el ruido al caminar, viendo las hojas secas que se pisan, para asegurar la posibilidad de ver la fauna sin alterarla, en escenas únicas como 20 tejones subiendo una rama desde el suelo o el escape de una cría inquieta y asustada de taitetú. Este arte incluía por cierto el reconocer los senderos de ida y regreso, lo que para muchos fue la lección menos aprendida – de hecho, varios reprobamos – y supimos lo que era perderse en el monte.

Fig. 1: Ignacio Huareco, navegando el Río Curiraba, Beni, 1995.



Junto a su labor de guía, Ignacio reconocía especies de vertebrados por huellas, signos y olores en el bosque, distinguía las especies de árboles por sus hojas, cortezas, flores y aromas incluso a nivel de plántulas, o los insectos por su forma de volar. De hecho, Ignacio trabajó diligentemente en publicar una guía de huellas para los mamíferos de la EBB (Simonetti & Huareco 1999). Toda esta información la transmitía generosamente a todos quienes estaban juntos a él, y eran lo suficientemente pacientes para que Ignacio comenzara a relatarles brevemente y en voz baja, casi murmurando, las maravillas ocultas de la selva.

Por otro lado y tanto o más importante que reconocer las especies, las conocía bien. La distribución y abundancias relativas de numerosas especies no eran secretos para Ignacio, como tampoco su fenología, como la fechas de fructificación de árboles que eran consumidos por primates y que al hacerlo, cambiaban el sabor de esa “carne de monte”. Con ese conocimiento y capacidad, Ignacio apoyó la realización no menos 10 cursos, 20 tesis de pre y postgrado, así como numerosas publicaciones científicas. Por ejemplo, apoyó el desarrollo del Módulo: “Elementos de funcionamiento de los principales ecosistemas andino-amazónicos”, ofrecido por la Maestría en Ecología y Conservación, Instituto de Ecología en 1996 así como colaboró decididamente en la elaboración del catastro de la flora vascular de la EBB (Roldán et al. 1999). Asimismo, su capacidad para reconocer a nivel genérico y específico las plántulas arbóreas, usando nomenclatura folclórica, facilitó significativamente la preparación de claves de reconocimiento que hicieron posible los análisis de las dinámicas forestales en la EBB (Moraes et al. 2001, Simonetti et al. 2001). Estos ejemplos revelan su papel de “héroe oculto” tras la saga de conocer la ecología de los bosques de la EBB.

Pese a su timidez, Ignacio era un destacado líder comunitario, alcanzando el grado de Comendador de la Comunidad Cero


Ocho, donde prodigaba esfuerzos para su desarrollo, incluyendo planes para instalar criaderos de abejas para producir miel, los que lamentablemente nunca fueron realidad. Nacido a orillas del Rio Manique, talvez en la década del ’50, su muerte acaecida a orillas del Curiraba a fines del 2007 deja un “bosque vacío”. Sin embargo, como Ignacio nos enseñaba, las “auroras” (Trogon curucui) ya cantarán su nombre y así, este buen “pariente” estará siempre cerca de nosotros... Achirumbai Nacho.

Referencias

1.- Moraes, M. J.A. Simonetti & R.O. Bustamante. 2001. Key for seedlings of common palm species of the “Estación Biológica del Beni”, Bolivia. Revista de la Sociedad Boliviana de Botánica 3: 234-242.        [ Links ]

2.- Roldán, A.I., M. Moraes, S. Beck. I. Hinojosa, J. Comiskey & F. Dallmeier. 1999. Lista preliminar de plantas vasculares de la Reserva de la Biosfera Estación Biológica del Beni (Bolivia). Ecología en Bolivia, Documentos, Serie Botánica 4: 1-24.        [ Links ]

3.- Simonetti, J.A. & I. Huareco. 1999. Uso de huellas para determinar diversidad de mamíferos en la Reserva de la Biósfera Estación Biológica Beni, Bolivia. Mastozoología Neotropical 6: 139-144.        [ Links ]

4.- Simonetti, J.A., M. Moraes, R.O. Bustamante & A.A. Grez. 2001. Regeneración de bosques tropicales fragmentados del Beni. pp. 139-153. En: B. Mostacedo & T.S. Fredericksen (eds.) Regeneración natural y silvicultura en los bosques tropicales de Bolivia. Bolfor, Santa Cruz.        [ Links ]

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