Introducción
Emergen en medio del bosque como gigantescas rocas plutónicas de origen granítico precámbrico o gneísico, alcanzando alturas de hasta los 200 m y diámetros que abarcan los 400 m o más (Killeen 1990). En el área rural, los habitantes de la región chiquitana las conocen generalmente con el nombre de “lajas”. Estos afloramientos rocosos, son en su mayoría formaciones aisladas y dispersas en el paisaje, con formas que varían desde los típicos escudos donde se deposita el agua de la lluvia (lajas), hasta aquellos en forma de domos o cúpulas. Han pasado 190 años desde que el naturalista francés Alcide d'Orbigny realizara una primera descripción de las formaciones rocosas graníticas (mencionadas como “gneis”) en su paso por la Chiquitania, entre las localidades de Concepción, San Javier, San Rafael, Santa Ana y San Miguel (Fig. 1, D'Orbigny 1839-1843). En su descripción hace referencia a la estructura de la vegetación de las lajas, el sustrato y la acumulación de agua en estas formaciones.
El geógrafo W. Bornha introdujo el término alemán "inselberg" (insel = isla, berg = montaña) para describir la forma de cúpulas en forma de monolitos en la región de África Oriental. La geomorfología y geología de los inselbergs se ha estudiado en todo el mundo y sus características han sido descritos en detalle por Thomas (1994) y Bremer & Sander (2000). Los tamaños van desde montañas hasta islas en miniatura de unos pocos metros cuadrados, pero que muestran una particular cobertura biótica (Barthlott et al. 1996). Los inselbergs se encuentran en los trópicos húmedos y semihúmedos; ocasionalmente en zonas áridas, subtropicales o incluso regiones templadas. La ocurrencia paleotrópica se concentra en África (Guinea, Camerún, África Central, Angola y África oriental semiárida); también están presentes en el centro y sur de Madagascar. Los inselbergs también ocurren en la India y Ceilán, entre el sur de China y Malasia, y en Australia (Barthlott et al. 1996, Ibisch et al. 1995). En el Neotrópico, los inselbergs se distribuyen principalmente en el Atlántico este de Brasil, al oeste del Orinoco (Venezuela) y la frontera oriental del Escudo de Guyana, donde son conocidos bajo el nombre de Tepuis o Tepuyes. Los inselbergs bolivianos son probablemente los más aislados de los otros del Neotrópico (Hanagarth & Szwagrzak 2001).
Aunque a simple vista parecerían ser tan solo islas de roca, no hemos llegado a comprender aún la totalidad de la biodiversidad que albergan y su rol ecológico a nivel global. Para muchas especies de plantas y animales son su único hábitat. Sus suelos al ser superficiales poseen poca materia orgánica, son pobres en nutrientes y generan condiciones de estrés. La concentración de inselbergs coincide en alto grado con los centros regionales de biodiversidad, lo que enfatiza la importancia de los estudios de esta biota muy poco conocida (Barthlott et al. 1996, Porembski & Barthlott 2000a, Porembski 2007). Durante bastante tiempo se creyó que el nivel de riqueza y endemismo de los inselbergs de Bolivia era muy bajo en relación con otras formaciones en el neotrópico (Hanagarth & Szwagrzak 2001) y sin duda los estudios desarrollados en las últimas dos décadas han demostrado lo contrario.
En este trabajo presentamos una síntesis del conocimiento de las islas de roca graníticas en Bolivia en base a una revisión bibliográfica específica y además se exponen datos inéditos de trabajos que están en proceso de publicación. Esta información es útil para resaltar la importancia en la conservación biológica, identificar los vacíos de conocimiento de investigación y establecer estrategias de conservación para estos sitios y los bosques asociados.
Geología
Los afloramientos rocosos graníticos se distribuyen en un sector importante de la ecorregión del bosque seco chiquitano (Vides-Almonacid et al. 2007), con tamaños que varían desde pequeños afloramientos dispersos en el paisaje hasta grandes cúpulas (Fig. 2); se los puede encontrar en pequeños cortes de algunos ríos y en los inselbergs esporádicos (Suárez-Soruco 2000), más frecuentes en la región de Lomerío y Alto Paraguá (Navarro 2011). Estos afloramientos rocosos, son diferentes a las lajas y los farallones de rocas de areniscas que se encuentran en las zonas de altas mesetas y serranías chiquitanas (p.e. Huanchaca, Sunsás, Santiago). Desde un plano geológico, un criterio básico para identificar las islas de roca graníticas es que emergen del Escudo Precámbrico (Cratón de Guaporé), una región geológica situada en el este del país, que cubre un área de aproximadamente 240.000 km2 en el noreste del Bolivia (Suárez-Soruco 2000). Geológicamente está dominado por lineamientos tectónicos y superficies de aplanamiento (Pitfield 1983). Se han reconocido en esta región tres superficies de aplanamiento, una de ellas, la superficie sudamericana, denominada en Bolivia como Superficie Pega Pega, que se conserva en forma de remanentes disectados e inselbergs con cotas de 300-400 metros sobre el nivel del mar (Argollo & Iriondo 2008).
Clima
El clima en la región Chiquitana es tropical subhúmedo cálido con poca variabilidad térmica media anual, mientras que la distribución de la precipitación determina un régimen pluviométrico fuertemente estacional, situándose la estación lluviosa entre los meses de noviembre a marzo, con un máximo en el mes de enero (Vides-Almonacid et al. 2007). En los últimos años, las condiciones climáticas han cambiado, por lo que se han registrado sequías a través de los datos de las estaciones meteorológicas de la Chiquitania central, este, oeste y norte; con tendencias negativas que sugieren un incremento de la frecuencia e intensidad de estos eventos en el futuro (Maillard et al. 2020).
Distribución en Bolivia
Inicialmente, Ibisch et al. (1995) identificaron solo seis áreas de concentración de inselberg en el Escudo Precámbrico, debido al estado muy preliminar de conocimiento que existía y la falta de accesibilidad en la región. Una aproximación de la distribución de estos sitios fue presentada por Navarro & Ferreira (2008) y Navarro (2011), quienes desarrollaron la cartografía y descripción de dos sistemas ecológicos que están asociados a los ambientes rupestres de las lajas y domos: arbustales y matorrales saxícolas de la Chiquitanía y el matorral saxícola de colinas y serranías del centro-sur de la Amazonia. Entre los dos ecosistemas, en los que se incluyeron las situadas en formaciones de rocas areniscas (farallones, lajas, acantilados), Navarro & Ferreira (2008) cartografiaron un total de 518 sitios que ocupan una superficie de 21.833 ha.
El observatorio del bosque seco chiquitano de la FCBC, y a efectos del presente trabajo, realizó un análisis sobre la distribución de los afloramientos rocosos graníticos en Bolivia. Los últimos avances en teledetección han permitido detectar estas formaciones con ayuda de la serie temporal del satélite Landsat, en combinación con sobrevuelos, imágenes de ultra alta resolución de UAV (vehículo aéreo no tripulado) evaluaciones de campo e información cartográfica secundaria (p.e., Navarro & Ferreira 2008). En el estudio del Observatorio, se identificaron 3.282 sitios potenciales de rocas graníticas, entre lajas y domos dispersos en la región chiquitana (Fig. 3) que suman una superficie de 11.425 ha. Los afloramientos rocosos, presentaron en promedio, una superficie de 3.4 ha, pudiendo alcanzar superficies de hasta 150 ha. Los resultados obtenidos muestran que estas islas de roca se distribuyen discontinuamente en la Chiquitania, principalmente en los municipios de Urubichá (30%) de la Provincia Guarayos, Concepción (28%), San Ignacio de Velasco (17%), San Antonio de Lomerío (14%), San Miguel de Velasco (9%), Ascensión de Guarayos (3%); y en menor proporción en los municipios de San Javier, El Puente, Roboré y San Rafael.
En términos de conservación, solo el 32% (3.643 ha) se encuentran dentro de alguna de las áreas protegidas de la región (Fig. 3). El área protegida departamental conocida como Unidad de Conservación del Patrimonio Natural, Refugio de Vida Silvestre Departamental Ríos Blanco y Negro, es el que incluye, mayor superficie con 1.514 ha (aunque en cantidad de unidades no sea el más numeroso), seguido por la recientemente creada área protegida municipal Bajo Paraguá de San Ignacio, con 1.217 ha.
Cultura
Son escasos los estudios que han abordado y estudiado la dimensión cultural de estas formaciones rocosas. Si bien los hallazgos de petroglifos en afloramientos rocosos en el departamento de Santa Cruz (Cordero et al. 2000, Kaifler 2002, Kaifler 2006), son una evidencia de la relación de las culturas prehispánicas con su entorno natural, son pocos los registros documentados en formaciones de lajas (Riester 1981, Kaifler 1999, Kaifler 2020). Sin embargo, es sabido que para los chiquitanos, las lajas son parte de los sitios a los que les asignan culturalmente un valor sagrado o ritualista (Rumiz et al. 2004). Estimamos que menos de 1% de estos sitios, han sido explorados en búsqueda de petroglifos, por lo que es necesario promover investigaciones que ayuden a comprender la manera en que los habitantes de esta región, interactuaban con su entorno en el pasado.
La laja conocida como Piedra Marcada en Lomerío (Fig. 4), es tal vez el sitio más representativo de los petroglifos de la Chiquitania, dado que evidencia grabados con formas faciales, circulares y concéntricas (Riester 1981). El sitio de Piedra Marcada, de acuerdo con los testimonios locales, habría sido dañado en una sección por el tránsito de maquinaria pesada y ganado vacuno del lugar, por lo que se deben realizar acciones para su conservación.
Tipos de vegetación
Debido a las condiciones edáficas y los tipos de hábitat, hace que las comunidades de vegetación en las islas de rocas graníticas, sean drásticamente diferentes de las de los alrededores (Barthlott et al. 1996). En Bolivia, el sistema ecológico de los arbustales y matorrales saxícolas de la Chiquitanía se caracteriza por presentar dos tipos de vegetación: el arbustal de lajas, que se desarrolla en rocas graníticos o gneises, donde predomina la serie Sapium argutum-Commiphora leptophloeos (Chiquitania central, este, oeste y norte); en tanto que en la región sur-no considerado en este estudio- se sitúa el matorral saxícola de la Chiquitania suroriental, dominado casi totalmente por Vellozia viarabilis y que se desarrolla sobre farallones y acantilados rocosos (Josse et al. 2003, Navarro & Ferreira 2008, Navarro 2011). Tienen una flora típica, siendo importantes las Velloziaceae, Bromeliaceae y Cactaceae. Villarroel et al. (2016) definen florísticamente estos afloramientos rocosos como “vegetación saxícola”, diferenciándolas del campo rupestre y cerrado rupestre, por sus características fisionómicas, geológicas y florísticas. En cuanto al “matorral saxícola de colinas y serranías del centro-sur de la Amazonia”, en el área de Bajo Paraguá, se desarrolla sobre inselberg graníticos, en el que predomina la comunidad Kielmeyera rubriflora-Vellozia tubiflora (Josse et al. 2003, Navarro & Ferreira 2008, Navarro 2011).
Flora
Cronológicamente, en Bolivia, los primeros estudios biológicos en las islas de roca granítica fueron realizados por Killeen (1990), el cual reporta 20 especies de gramíneas para las lajas de la región Chiquitana. Posteriormente, Killeen & Nee (1991) publicaron un listado de 72 plantas vasculares para estas formaciones. Ibisch et al. (1995), hacen un sumario de la información existente sobre la flora y vegetación en estas formaciones rocosas, reportando 130 especies y además nuevos registros de especies saxícolas para el país (p.e., Vellozia tubiflora). Un año más tarde se publica el libro de las plantas útiles de Lomerío, donde Navarro (1996) caracterizó la formación de las lajas, como un bosque abierto muy bajo (2-4 m de altura), con Sapium argutum y Commiphora leptophloeos (Fig. 5), como las especies dominantes y a la vez características. Killeen et al. (1998) aportaron con información valiosa sobre la composición y estructura del bosque chiquitano, en el que se incluyeron parcelas en estas formaciones rocosas de granito, en tanto que Ritter & Crow (2000), registraron por primera vez a la planta Utricularia oliveriana en el área de Cerro Pelao, cerca del Parque Nacional Noel Kempff. Mostacedo et al. (2001)) estudiaron la riqueza y composición vegetal en tres sitios de lajas en el bosque chiquitano, en la zona de Lomerío, determinando que la riqueza de especies varía entre lajas, pero que, en forma conjunta, esta riqueza puede ser mayor a otros tipos de bosque aledaños. Mamani et al. (2010) presentaron una guía de especies de plantas del cerrado del oriente boliviano y posteriormente, Mamani et al. (2011) reportan a las especies amenazadas, entre las que incluyeron las registradas en las lajas de roca granítica y de arenisca. Pozo et al. (2013) realizaron estudios en formaciones rocosas de Roboré y Concepción, entre los años 2007 y 2011, presentando un listado de especies endémicas, y haciendo una diferenciación de las encontradas en rocas de areniscas (p.e., Frailea chiquitana) y las cúpulas o domos graníticos (p.e., Chamaecrista chiquitana).
En la última década se ha incrementado los registros de especies de flora y algunas descripciones de nuevas especies para la ciencia. Cabral et al. (2012), describieron a la hierba Borreria velascoana del municipio de San Ignacio, Hind (2014) a Neocuatrecasia epapposa para la zona de Concepción, Hind & Frisby (2014) a Pectis harryi para San Rafael, en tanto que Villarroel et al. (2014) describieron el arbusto Eugenia lomeroensis de un domo granítico en Lomerío. En tanto que Wood et al. (2015), reportan dos nuevos registros del género Ipomea (I. maurandioides, I. caloneura,) y describen a dos (I. chiquitensis y I. graniticola). A pesar de estos nuevos hallazgos, existe un gran vacío de investigación científica especialmente en las áreas del norte del departamento de Santa Cruz, donde casi no se ha hecho nada con respecto a los inventarios florísticos.
Fauna
El conocimiento de los vertebrados parece ser menos estudiada. Dirksen (1995) encontró cinco especies de lagartijas para un inselberg en el Bajo Paraguá (Dirksen & De la Riva 1999) y posteriormente Köhler & Böhme (1996) registraron diez especies de anfibios en un inselberg de la misma región. Harvey & Gutberlet (1998) describieron la lagartija Tropidurus chromatops (Fig. 6) en base a colectas en el área de Huanchaca y un inselberg en la zona de Bajo Paraguá. Harvey (1998) presentó un listado de ocho especies, entre reptiles y anfibios, que fueron reportados para estas formaciones, en el área del Parque Noel Kempff. Posteriormente, Fredericksen et al. (2003) publicaron tal vez el estudio más completo para estas formaciones, en base a observaciones de mamíferos, aves, reptiles y anfibios que utilizan los afloramientos rocosos en Las Trancas (municipio de Lomerío), llegando a registrar 956 individuos pertenecientes a 95 especies; siendo las especies más comunes la cotorra Pyrrhura molinae, el mono Cebus apella y la lagartija Tropidurus torquatus. Entre las aves, la familia Caprimulgidae fue la que tuvieron abundancias y frecuencias altas en el afloramiento rocoso. Los murciélagos más comunes fueron Platyrrhinus dorsalis y Tadarida brasiliensis. El mamífero Thrichomys apereiodes fue el más común y que junto con Cavia tschudii y las lagartijas Tropidurus torquatus y Homonota hórrida, parecen según los autores, especialistas de estos ambientes rocosos. A dichas especie se adiciona Neoplatymops mattogrossensis un murciélago con rasgos interpretados como especializados para ambientes rupestres (Acosta et al. 2006). Finalmente, una nueva especie de anfibio, Oreobates chiquitanus, fue descrita recientemente desde las lajas de una localidad en el municipio de Concepción (Pansonato et al. 2020).
Condiciones ambientales
En términos generales, las islas de rocas, como es el caso de los inselbergs, presentan condiciones ambientales que varían estacionalmente desde secos hasta húmedos o anegados (Yates et al. 2019). La falta de suelo y agua, las altas temperaturas, alta exposición a la radiación UV y los vientos constantes, han permitido el desarrollo de la vegetación característica (Porembski & Barthlott 2000b). La temperatura del aire y la insolación alcanzan regularmente valores que son considerablemente más altos que los valores promedio en los tipos de vegetación circundantes (Porembski 2007). En cumbres y pendientes suaves, se producen numerosas depresiones aisladas donde se acumulan suelos poco profundos y porosos, que permitirán el desarrollo de vegetación herbácea o matorrales; en tanto que, en la base de estas formaciones rocosas, los suelos son más profundos y húmedos; en tanto que la vegetación es más continua y densa (Yates et al. 2019). Las grietas de las rocas pueden ser colonizadas por plantas perennes o incluso por plantas leñosas (Barthlott et al. 1996). Las superficies permanecen secas debido al rápido drenaje, pero en algunas formaciones con depresiones, se llenan de agua estacionalmente producto de la escorrentía, pudiendo permanecer por varias semanas o meses consecutivos (Porembski 2007).
Estas pozas temporales pueden adoptar un rol ecológico importante dado que pueden ser colonizadas por plantas acuáticas o semiacuáticas efímeras (Barthlott et al. 1996, Porembski & Barthlott 2000) y constituir ambientes clave en la reproducción de algunos vertebrados. Fredericksen et al. (2003) registraron en una poza temporal de un afloramiento rocoso, a los adultos de Physalaemus biligonigerus, así como sus renacuajos.
Las islas de roca granítica tienen un rol vital en los ecosistemas presentes en la ecorregión del Bosque Seco Chiquitano. Mostacedo et al. (2001) indican que estos sitios son favorables para la regeneración natural de algunas especies arbóreas (p.ej. Cedrela fissilis, Aspidosperma rigidum y Astronium urundeuva), en comparación a otros tipos de bosques. Además, Fredericksen et al. (2003) encontraron que son sitios importantes para la fauna, atraída por el calor latente que irradia la superficie de la roca después de la puesta de sol, con temperaturas más altas durante el día, las diferencias de la humedad relativa con el bosque circundante, la disponibilidad de agua en las depresiones y las estructuras que sirven como hábitat para algunas especies.
Amenazas
Los afloramientos rocosos están sujetos a diversas amenazas a nivel global debido a las tasas alarmantes de minería, colonización de especies invasoras, recolección de agua, turismo mal planificado y el crecimiento urbano (Porembski et al. 2016). Aunque el granito y el gneis con el que están formados son bastante resistentes, en la Chiquitania, algunas áreas cercanas a centros ganaderos, las amenazas están relacionadas al pisoteo del ganado a la vegetación natural que se desarrolla. Sin embargo, Mamani et al. (2011) indican que la presencia de bromelias y las pendientes, ofrecen una protección natural contra el ganado. En cuanto a la minería en las tierras bajas de Bolivia, la información es casi inexistente y limitada a describir las empresas que realizan actividades (Tejada 2012). Es necesario realizar estudios que permitan cuantificar el impacto de la extracción de granito en la Chiquitania. En otro ámbito, en la Chiquitania se ha registrado la extracción de plantas ornamentales que son muy vistosas en estos ambientes, especialmente en formaciones del Cerrado (Wood et al. 2010).
Otros factores de amenaza son los incendios forestales (Ibisch et al. 1995, Anívarro et al. 2019). Los análisis generados por el Observatorio, reportados por Maillard et al. (2020) y Flores-Valencia & Maillard (2021), han ayudado a evaluar el impacto espacial de incendios en estos ecosistemas rupestres. En el año 2019, el fuego afectó una superficie de 3.720 ha, en tanto que para el 2020, del área impactada en estos ecosistemas rupestres, fue de 1.529 ha.
Sin embargo, se necesitan hacer mayores análisis que permitan cuantificar los niveles de pérdida de biodiversidad por los regímenes de incendios y la degradación de sus servicios ecosistémicos. Navarro (1995) indica que el fuego determina una destrucción inmediata de los horizontes edáficos superiores, escasos o nulos, con una brusca mineralización de materia orgánica que altera drásticamente el balance natural de nutrientes. Esto incide en la invasión masiva de lianas heliófilas y malezas agresivas y excluyentes. Además, el fuego determina una destrucción de la capa de humus y de las micorrizas; que, con suelos muy superficiales, el impacto en la recuperación del sistema no ha sido aún dimensionada.
Estado de conservación
En un estudio realizado por Maillard et al. (2018), se evaluó el estado de conservación de los 20 ecosistemas ubicados en el área de las serranías chiquitanas, en base a los criterios de la Lista Roja de UICN. Ente los resultados, se determinó que la formación “arbustales y matorrales saxícolas de la Chiquitanía” se encuentra en la categoría de En Peligro Crítico en base al criterio B1, es decir, debido a que su Extensión de ocupación (EOO) presenta una superficie de ≤ 2.000 km2. En la Lista Roja de los ecosistemas amenazados de las tierras bajas de Bolivia, MMAyA (2020), no se mencionan a este ecosistema entre las amenazadas, pero sí identifica a la formación del “matorral saxícola de colinas y serranías del centro-sur de la Amazonía”, como un ecosistema que se encuentra en categoría de Vulnerable, en base a los criterios B1, B2 y B3. En este sentido, considerando el EOO de las lajas a nivel nacional, es necesario realizar una evaluación del estado de conservación de este ecosistema, bajo los criterios estandarizados de la UICN.
El Royal Botanic Gardens Kew junto con el Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado (https://www.kew.org/science/our-science/projects/tropical-important-plant-areas-bolivia) y el Missouri Botanical Garden, han llevado adelante desde el año 2017, la identificación de las Áreas Tropicales Importantes para la Conservación de Plantas (TIPAS) en la región Chiquitana (Martinez et al. 2020). En este programa se ha evaluado la presencia de especies amenazadas, riqueza de especies endémicas y raras, identificación del estado de conservación y las amenazas de los ecosistemas en la región chiquitana (Martinez et al. 2020); en el que se han evaluado además los diversos aspectos de la biología e ecología de las lajas y se han seleccionado algunos sitios como prioritarios para la conservación. Estos resultados ayudarán a estimar la eficacia de las áreas protegidas en la conservación de plantas, así como también identificar sitios en el que se podría establecer legalmente espacios de protección. Posteriormente, el programa fue fortalecido en el marco del proyecto TeA (TIPAs en Acción), en coordinación con la Fundación Amigos de la Naturaleza.
Especies prioritarias para la conservación
En las islas de roca granítica y arenisca, el endemismo botánico a nivel local es alto, a pesar de que el área evaluada no sobrepasa ni al 5 % de lo conocido hasta ahora debido a la falta de accesibilidad (Pozo et al. 2013). Ocho de estas especies endémicas se encuentran entre las especies de interés para la conservación, ya que se encuentran incluidas en la Lista Roja de especies amenazadas a nivel global de la UICN (https://www.iucnredlist.org/). Una de estas especies, Borreria velascoana, se encuentra en la categoría de En Peligro Crítico, en tanto que cinco fueron categorizadas como En Peligro (Pectis harryi, Ipomea caloneura, Chamaecrista chiquitana, Ancistrotropis subhastata, Eugenia lomeroensis) y otras dos en Vulnerable (Neocuatrecasia epapposa, Eugenia cydoniifolia). A nivel nacional, en la Lista Roja de los ecosistemas amenazados de las tierras bajas de Bolivia, MMAyA (2020) incluyen a dos especies en categoría de En Peligro (Echinopsis hammerschmidii, Cereus hildmannianus) y dos en Vulnerable (Kielmeyera rubriflora, Commiphora leptophloeos). La falta de información para muchas de estas especies no permite tener dimensionado el estado actual de muchas de estas especies, que podrían perderse si no se toman las debidas acciones de conservación.
Consideraciones finales
Las islas de roca graníticas en la Chiquitania pueden guardar indicios de etapas biogeográficas anteriores, y en este sentido, son repositorios naturales cuyo entendimiento conjunto puede ayudarnos a entender algunos aspectos del pasado. El aislamiento espacial los convierte en objetos de conservación de mucho interés, considerando que las especies de plantas especializadas en estos ambientes dependen de suelos poco profundos y en el caso de la vegetación acuática y semiacuática, se desarrolla en pozos de agua efímeros.
De otro lado, es sabido que, para la fauna del bosque seco chiquitano, son espacios atractivos por la retención nocturna del calor, elevación térmica diurna, concavidades llenas de agua y varias fuentes de alimento en o cerca de los afloramientos rocosos. A ello se adiciona que los afloramientos rocosos pueden ser importantes refugios cuando se producen incendios tanto para la fauna (lacertilios, serpientes y otros) como para la vegetación (Landesmann 2016), tema que para el caso del bosque seco chiquitano merece indagaciones que se enfoquen en este rol.
El entendimiento de estos sistemas implica una indagación a escala individual en las islas de rocas de distintos tamaños y morfología, y a una escala conjunta en la que se estudien posibles conexiones ecológicas entre islas de roca granítica, que a su vez podrían por ejemplo generar patrones de actividad en organismos como aves y/o murciélagos que como ya se sabe, visitan y usan estos ambientes con frecuencia, así como otros organismos altamente especializados.
Siendo estos ecosistemas aislados, dependientes de condiciones específicas y formas de vida con distintos grados de especialización, su nivel de vulnerabilidad a impactos como el fuego deforestación u otros, es mayor, más cuando no se ha evaluado a profundidad el impacto ecológico de estos factores.
La conservación de este tipo de ambientes plantea criterios y situaciones particulares (Gomez-Carella et al. 2019), esto sin mencionar el limitado conocimiento de estos. Ante ello, una de la medida precautorias para el bosque seco chiquitano, es buscar formas de conservar bloques de bosque que incluyan la mayor cantidad de islas de roca granítica, considerando, como hemos visto, la escasa inclusión de estos ambientes en áreas protegidas.
Dado que la sola presencia de islas de rocas asigna un alto valor de conservación a los bosques que los rodean (Rumiz et al. 2004), los bloques espaciales de islas de rocas que están fuera de áreas protegidas deben ser una referencia para el establecimiento de nuevos espacios protegidos de carácter municipal o departamental en el bosque seco chiquitano. A esto se suma la protección de sitios donde se identifican plantas de interés global para la conservación, algunas de ellas endémicas a nivel local y que necesitan de estos hábitats para su supervivencia.
En otro contexto, el turismo bien manejado, podría convertirse en una herramienta que puede ser usada para conservar estas formaciones rocosas, pero inicialmente se deben desarrollar estrategias en coordinación con los gobiernos y habitantes locales, y de esta manera se los podrá valorar y gestionar de una manera adecuada.