Editorial

 

 

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Pareciera que la crisis política que se generó en nuestro país con la crisis de octubre de 2003 no se termina. Los mismos bandos siguen en disputa. De todas partes y en todas las regiones se tienen discursos cargados de amenazas y miedos que pretenden ganar adeptos para respaldar posiciones sectarias. Seguimos sin lograr acuerdos que nos permitan ver un futuro común para todos los bolivianos, digo seguimos porque, por primera vez, sentimos que de alguna manera todos los bolivianos estamos involucrados en este debate y creo que todos tenemos nuestra parte de responsabilidad en lograr estos acuerdos. Sin embargo, entre todas las desgracias y perjuicios que causan y pueden causar los conflictos generados por esta crisis, creo que esta situación tiene algo muy positivo, y es el revelar esas profundas divisiones que tiene la sociedad boliviana, y que estamos en la obligación de resolver de alguna manera. Las causas las encontramos en nuestra historia como colonia inicial-mente y como república falsamente libre y democrática después.

Bolivia está herida en sus entrañas por todo lo que sus habitantes han sufrido por el proceso de colonización y dominación cultural y las injusticias de la época republicana. Indios, mestizos y criollos, en la época de la colonia, cambas, collas y chapacos en nuestros tiempos, aunque en realidad ya ni siquiera sabemos cuál es nuestro bando, vivimos en una lógica de conflicto entre de opresores y oprimidos, incapaces de construir una nueva visión de país y de sociedad.

Es una realidad indiscutible que la gran mayoría de los bolivianos ha sufrido la injusticia e inequidad de los diferentes gobiernos que se han sucedido en toda la época republicana, y que la ha sumido en la pobreza y la ignorancia. Hemos vivido disimulando estas injusticias, sobre todo ante las visitas, hasta tal punto que hemos creído que no existían; pero existen y resurgen ahora.

Es momento de generar un diálogo franco entre todos los sectores sociales para encontrar el camino que nos permita superar las injusticias del pasado y crear un país en el que todos los bolivianos tengan la oportunidad de liberarse del yugo de la ignorancia y la pobreza, realizar sus sueños y vivir con dignidad y sin miedos.

Creo que como académicos tenemos la obligación de aportar en este debate para generar consensos, para encontrar una visión de país que nos permita vivir a todos los bolivianos en esta tierra tan rica y generosa, sin necesidad de defender intereses de opresores o de oprimidos, sino más bien defendiendo los intereses de un destino común para todos los bolivianos.

Si los bolivianos no somos capaces de resolver nuestras diferencias y crear una nueva constitución que haga viable una Bolivia unida, solidaria, justa y democrática, corremos el riesgo de perdernos en los derroteros de la historia y ser absorbidos por otros destinos.

Marcos Luján Pérez