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Tinkazos

versión On-line ISSN 1990-7451

Tinkazos v.15 n.32 La Paz dic. 2012

 

 

 

 

 

 

Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras:

Una respuesta territorial a los desafíos

de la “glocalización”1

 

The “Aymaras without Borders” Strategic Alliance:

A territorial response to the challenges of “glocalization”

 

Daniel Bello Arellano2

 

Fecha de recepción: agosto de 2012

T’inkazos, número 32, 2012,  pp. 147-164, ISSN 1990-7451                                                                           Fecha de aprobación: septiembre de 2012

Versión final: octubre de 2012

 

 

El artículo analiza el contexto en el que surge la AE organización que agrupa a 57 municipios fronterizos de Bolivia, Chile y Perú, así como sus principales objetivos, logros y proyecciones. Tomando de base perspectivas teóricas y transformaciones que se vienen produciendo en el marco de la globalización, el autor muestra que la AE es una interesante experiencia, impulsada “desde abajo”, que puede ayudar a revertir las dinámicas negativas que han llevado a la zona altoandina aymara a ser una de las más pobres y carenciadas de Sudamérica. 

 

Palabras clave: globalización / estado – nación / estado – red / zona fronteriza / modelo de desarrollo local / alianza estratégica aymara sin fronteras /

 

 

This article analyses the circumstances which led to the setting up of the “Aymaras without Borders” Strategic Alliance –an organization that brings together 57 border municipalities in Bolivia, Chile and Peru– and its main objectives, achievements and prospects. Based on theoretical approaches and the changes that are taking place as a result of globalization, the author shows that this strategic alliance is an interesting, grassroots-driven experience which can help to reverse the negative dynamics that have led to the high Andean Aymara region becoming one of the poorest and most deprived areas of South America. 

 

Key words: globalization / nation-state / state networks / border areas / local development model / Aymaras without Borders strategic alliance

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El proceso de globalización de las relaciones sociales, y en particular la globalización económica, visualizada como el creciente flujo -entre todos los países del mundo- de bienes y servicios, capital e incluso trabajo (Stiglitz, 2006), lejos de presentarse como un fenómeno realmente global, simétrico y estandarizado, con similares repercusiones en todos los rincones del planeta, ha venido a profundizar las divisiones y ensanchar las brechas sociales, no sólo entre Estados ricos y pobres, sino también al interior de los propios Estados. Así, se ha dado paso a una nueva arquitectura social “que divide a la humanidad en elites, burguesía, marginados y empobrecidos” (Held y McGrew, 2003), ocasionando crecientes desigualdades interregionales -al interior de los países-, las que se manifiestan con la emergencia de ciudades y regiones de prominencia global, que funcionan como nodos en las redes globales por donde los flujos circulan y se reorientan, y ciudades y regiones excluidas, marginadas e imposibilitadas de participar de este entramado y por consiguiente de acceder a los beneficios de la globalización (Moncayo Jiménez, 2002; Castells, 2005; Ferrero, 2006; Stiglitz, 2006).

Lo anterior, junto con la crisis del Estado-nación, entrampado entre las dinámicas de “supranacionalización para proveer marcos regulatorios para la globalización, y la descentralización para responder a las demandas de autonomía de las polis regionales y locales” (Moncayo Jiménez, 2002), ha dado origen, en los últimos veinte años, a distintos enfoques teóricos que centran la mirada en la relación dialéctica y de causalidad circular entre globalización y localización, entre las fuerzas y procesos que tienden a “banalizar” la geografía y las distancias, y las que, por el contrario, revalorizan el espacio y la organización del territorio. Algunos investigadores pertenecientes a estas corrientes de análisis, en el afán de dar cuenta de la  interconexión recíproca entre los mencionados fenómenos, y recalcar su importancia en los procesos de desarrollo tanto en el plano socioeconómico como político, han apelado a “extraños neologismos como ‘glocal’ y ‘fragmegración’” (Robertson  y Rosenau, en Moncayo Jiménez, 2002).

Teniendo en cuenta este marco, resulta interesante analizar ciertas experiencias que -ancladas en el territorio- parecen orientadas a revertir -cuando son negativas- las dinámicas de concentración económica, generación de riqueza y pauperización generadas por la globalización. Particularmente aquellas que buscan hacerlo mediante el fortalecimiento institucional y organizativo, la planificación y proyección a corto, mediano y largo plazo, y la asociación con diversas entidades tanto nacionales como internacionales, públicas y privadas. Estas experiencias resultan aún más interesantes cuando el territorio en cuestión -y la organización humana- trasciende los límites políticos impuestos por los Estados nacionales modernos. Es el caso de la Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras, organización internacional sin fines de lucro que reúne a un significativo número de municipios de la zona fronteriza de influencia aymara en Bolivia, Chile y Perú.  

Asumiendo la importancia de la relación entre globalización y localización, es decir la “glocalización”, para el análisis y comprensión de los procesos de desarrollo socioeconómico y político, y tomando algunas de las perspectivas generadas dentro de los mencionados “re-territorializados” enfoques teóricos, en particular la Nueva Geografía Económica (NGE), intentaremos entender el contexto en que se creó, en el año 2001, la Alianza Estratégica trinacional Aymaras sin Fronteras. Revisaremos también cuáles fueron sus objetivos fundacionales, sus logros y cuáles podrían ser sus proyecciones a futuro.

 

 Globalización y localización

 

A partir de las últimas dos décadas del siglo XX hemos sido testigos de un cambio histórico, multidimensional, que “se caracteriza por la transformación del sistema productivo, del sistema organizativo, del sistema cultural y del sistema institucional” (Castells, 2005). La globalización -como se ha denominado a este fenómeno/proceso- hace referencia a la profunda mutación en las estructuras  de organización de las sociedades a nivel planetario, a la ampliación de los espacios y reducción de las distancias temporales en que se desarrollan las relaciones humanas, poniendo especial interés en aquellas que “cristalizan a escala interregional o intercontinental” (Held y McGrew, 2003). Los sistemas de información, telecomunicaciones y transportes, constituidos gracias a la relativamente reciente revolución tecnológica, han permitido unir y enlazar comunidades físicamente lejanas, construyendo puentes y conectores virtuales y reales por sobre mares y océanos, articulando el planeta en una compleja red de flujos que involucra a prácticamente todos los ámbitos de la actividad humana (Castells, 2005). 

 

Nuevo contexto político-institucional en la “glocalización”

 

Al suprimir las trabas de espacio y tiempo que se imponían sobre los patrones de interacción social, la globalización crea la posibilidad de nuevos modos de organización social transnacional. En este sentido, Held y McGrew (2003) señalan que:

 

Al transformar tanto el contexto como las condiciones de la interacción social, la globalización también acarrea un reordenamiento de la relación entre territorio y espacio socioeconómico y político. […] conforme las actividades económicas, sociales y políticas trascienden cada vez más las regiones y las fronteras nacionales, se plantea un desafío directo al principio territorial que está en la base del Estado moderno. Ese principio presupone una correspondencia directa entre sociedad, economía y Estado dentro de un territorio nacional exclusivo y circunscrito. Pero la globalización trastoca esa correspondencia en la medida que la actividad social, económica y política ya no puede entenderse como algo que se ciñe a los límites territoriales nacionales (19-20).

 

Esto, dicen Held y McGrew citando a Castells (1996) y Dicken (1998), “no quiere decir que el territorio y el lugar estén dejando de ser relevantes, sino más bien que, bajo las condiciones de la globalización contemporánea, son reinventados y reconfigurados conforme emergen nuevas regiones globales y nuevas ciudades globales” (20).

En este nuevo contexto, el Estado-nación parece estar perdiendo control e integridad. Por un lado se ve enfrentado a problemas globales demasiado complejos y amplios, que desbordan su capacidad de gestión, y por otro a dinámicas locales igualmente complejas, frente a las cuales su accionar resulta poco efectivo (Kennedy, citado en Moncayo Jiménez, 2002). Se genera así, por la necesidad de llenar estos vacíos de gobernanza, un doble proceso de “(re)articulación de espacios regionales, tanto supra como sub-nacionales, de carácter intermedio entre el Estado-nación y los polos de lo global y lo local” (Ferrero, 2006). Hacia arriba, las dinámicas macro-regionales o de “supranacionalización” (Moncayo Jiménez, 2002), buscan alternativas para enfrentar las problemáticas impuestas por la globalización, en temas tan diversos como lo son la macroeconomía, el terrorismo, el medio ambiente y los derechos humanos. Mediante alianzas estratégicas, tanto estables como coyunturales -con otros Estados-, “el Estado-nación se dota de instrumentos cooperativos de gestión, navegación y negociación en la globalización”, a costa de la “pérdida de la soberanía y el paso irreversible al poder compartido” (Castells, 2005).

En sentido contrario, hacia abajo, las dinámicas micro-regionales responden a las necesidades (re)organizativas de los espacios territoriales locales frente a los nuevos desafíos impuestos por la liberalización de la economía global y sus efectos asimétricos en los espacios económicos nacionales. La desigual inserción de los territorios locales en la nueva geoeconomía global, originada por las disímiles capacidades de atracción y conducción de los flujos económicos, es decir, por los efectos variables de la interacción entre localización y globalización, “induce a un re-alineamiento de las relaciones entre el Estado, el capital (tanto doméstico como global) y los sitios territoriales de reestructuración económica” (Rhodes, citado en Ferrero, 2006). Tanto las localidades que logran insertarse exitosamente en las redes globales, como las que quedan excluidas y rezagadas, requieren de nuevas modalidades de organización y gestión territorial, así como de políticas debidamente focalizadas, “lo que se ha plasmado institucionalmente en un incremento de las competencias y el rol de las autoridades sub-estatales en la gestión del desarrollo económico y social de los territorios bajo su jurisdicción” (Swyngedouw, Boisier, citados en Ferrero, 2006).

Por otro lado, las dinámicas micro-regionales se ven reforzadas por la creciente incapacidad del Estado de atender, al mismo tiempo, los desafíos globales, y las cada vez más complejas y variadas necesidades de la población nacional. Preocupado, como está, de orientar sus políticas hacia la “navegación en los flujos globales” (Keohane, citado en Castells, 2005), “el Estado tiende a sacrificar los intereses de sectores hasta entonces protegidos por él”, y a relegar la acción hacia la sociedad civil a un segundo plano, lo que genera erosión en el principio de ciudadanía y, en consecuencia, una merma en la legitimidad de las instituciones estatales (Castells, 2005). Frente a esto, Castells (2005) nos dice que el Estado-nación busca re-legitimarse mediante la “descentralización administrativa y la participación ciudadana, […] transfiriendo competencias a gobiernos locales y regionales, al tiempo que se democratiza su elección y se intenta fortalecer su capacidad autónoma de gestión" (27). Siguiendo por esta línea de argumentación, Moncayo Jiménez (2002), citando a Jessop (1999) y a Keating (1999), sostiene que “el gobierno tiende incluso a convertirse en socio, facilitador y árbitro de consorcios público-privados, alianzas para el desarrollo y múltiples agencias con propósitos especiales. Las regiones más avanzadas están desarrollando, además, sus propias estrategias internacionales, una especie de paradiplomacia o política interméstica, tendiente a asegurar recursos económicos y forjar alianzas con otras regiones” (10).

A juicio de Castells (2005), el conjunto de fenómenos antes descritos termina por transformar la fisonomía del Estado-nación. Es, argumenta, una consecuencia de la necesaria adaptación a las condiciones impuestas por la globalización:

 

Este doble movimiento del Estado-nación hacia la cooperación internacional y hacia la devolución de poder a ámbitos sub-nacionales, conduce a la construcción de un nuevo sistema institucional, hecho de redes de órganos gubernamentales de distinto nivel, articuladas a estructuras no gubernamentales. Para cada problema, para cada ámbito de decisión se produce una configuración distinta de la combinatoria administrativa que compone el nuevo Estado. Es un Estado-red, que funciona mediante la interacción de sus distintos componentes en un proceso continuo de estrategia, conflicto, negociación, compromiso, co-decisión y decisión, que constituye la práctica político-administrativa concreta de nuestras sociedades (28).

 

El Estado-red asoma, siguiendo los argumentos de Castells, como un “nuevo sistema institucional” de gobernanza que “permite la gestión cotidiana de la tensión entre lo local y lo global” (Castells, 1998).

 

Economía, desarrollo y “glocalización”

 

Para intentar comprender cuáles son los factores y las dinámicas que determinan la desigual inserción de los territorios locales en la nueva geoeconomía global, es decir, el cómo y por qué ciertas ciudades y regiones logran incorporarse en forma exitosa a las redes de flujos globales, mientras otras permanecen excluidas e imposibilitadas de acceder a los beneficios generados por la globalización, daremos una mirada a algunos planteamientos elaborados dentro de las corrientes de análisis y enfoques teóricos que revalorizan el aspecto territorial como elemento decisivo en los procesos de desarrollo, particularmente la llamada Nueva Geografía Económica.

Según Moncayo Jiménez (2002), más que un cambio paradigmático en los modelos de crecimiento endógeno -los que priorizan los factores internos por sobre los externos (exógenos) en el proceso de desarrollo, en los cambios tecnológicos y en el capital humano, etc. (Vergara, 1991)-, la NGE representa “la integración de diversos enfoques anteriores en un solo marco teórico coherente” (Moncayo Jiménez 2002: 3), “que constituye […] una verdadera teoría general de la economía espacial” (Krugman, citado en Moncayo Jiménez, 2002).

Tomando como punto de partida algunos aspectos de los modelos propuestos por Von Thünen, Cristaller y Lôsh, particularmente los aportes sobre el lugar central y la organización jerárquica de los emplazamientos urbanos (modelos de localización óptima de Thünen y región económica ideal de Lôsh), en conjunción con los postulados sobre economías de aglomeración de Marshall, ciencia regional de Isard, y causación circular acumulativa de Myrdal y Kaldor (Moncayo Jiménez, 2002), y manteniendo como base los modelos de crecimiento endógeno (Peña, 2006), Paul Krugman (1991; 1992) desarrolla un modelo que trata de explicar la implantación de empresas y la aglomeración a partir de una repartición inicial de los recursos dados, buscando las razones por las cuales las actividades de fabricación en general se concentran en algunas zonas y no en otras (Díaz, 2002; Krugman, 1992; Krugman y Fujita, 2004). En este sentido, la doctora Amparo Toral (2001), siguiendo las ideas de Krugman, nos dice que el reparto espacial de la actividad económica responde al equilibrio resultante de la acción de dos fuerzas contrapuestas:

 

La fuerza centrípeta, denominada de demanda o de tamaño de mercado, es la responsable de la aglomeración geográfica. Esta fuerza es tanto mayor cuanto, a igualdad de condiciones, mayor sea el grado de economías de escala y el gasto en bienes industriales. Se caracteriza por el hecho de que el salario real tiende a ser más elevado allí donde el tamaño de la economía es mayor, y ello atrae a los trabajadores de las regiones circundantes. Estas condiciones, con cierto grado de simplificación, caracterizan las economías desarrolladas (Toral, 2001).

 

En tanto, Xavier Vives (2001) señala que las fuerzas centrípetas -o de aglomeración- “consisten (básicamente) en los vínculos empresariales hacia adelante (clientes) y hacia atrás (proveedores), mercados ‘gruesos’ que permiten la especialización del mercado de trabajo, y la difusión del conocimiento y de la información (knowledge spillovers)” (24).

Por otro lado, la fuerza centrífuga -responsable de la dispersión de actividades económicas- “proviene de los efectos de la competencia entre empresas y por la demanda de bienes industriales del sector agrícola” (Toral, 2001). La mano de obra -agrega Toral (2001)- “resulta más barata en la región más pequeña, lo que puede ser un elemento atractivo para las empresas sometidas a una fuerte competencia en la región con elevada densidad empresarial” (Toral, 2001). Según Vives (2001), estas fuerzas se asocian a “las deseconomías de la aglomeración (como la congestión), la escasez de factores como el suelo, y fricciones en la movilidad de factores productivos” (25).

Como vemos, siguiendo y adaptando el modelo propuesto por Myrdal (1957), “La Nueva Geografía Económica postula que el crecimiento regional obedece a una lógica de causación circular, en la que los encadenamientos hacia atrás3 y hacia delante4de las empresas conducen a una aglomeración de actividades que se auto-refuerzan progresivamente” (Moncayo Jiménez, 2002; Peña, 2006). En otras palabras, una vez que una región tiene una alta concentración productiva, este patrón tiende a ser acumulativo: la región dominante adquiere una ventaja de localización, esto es, ella deviene en atractiva para las firmas debido al gran número de firmas que ya producen allí (Moncayo Jiménez, 2003), “con el límite impuesto al llegar a un punto en que las fuerzas centrípetas que conducen a la aglomeración comienzan a ser compensadas por las fuerzas centrífugas como los costes de tierra, los del transporte y las externalidades negativas o deseconomías externas (congestión y polución). La interacción de estos dos tipos de fuerzas va moldeando la estructura espacial de una economía” (Moncayo Jiménez, 2003).

En lo relativo al crecimiento interregional, “la NGE antes que validar la hipótesis de convergencia” (disminución de las brechas, entre otras cosas, por el flujo de capital de las regiones avanzadas a las menos avanzadas), postulada por la ortodoxia neoclásica (Barro; Sala-i-Martin, citados en Moncayo Jiménez, 2003), “sostiene que el libre juego de fuerzas del mercado conduce inexorablemente a una intensificación de las desigualdades regionales (polarización) tal como ya lo habían planteado Myrdal y Kaldor” (Moncayo Jiménez, 2003). En este sentido, Myrdal (1959, citado en Peña, 2006), en el marco del modelo de causación circular, señala que:

 

Es fácil observar cómo la expansión de una localidad conduce al estancamiento de otras. En forma específica, los movimientos de mano de obra, capital y bienes y servicios no contrarrestan por sí mismos la tendencia natural hacia la desigualdad           regional. Por sí mismos, la migración los movimientos de capital y el comercio son    los medios a través de los cuales evoluciona el proceso acumulativo en forma ascendente en las regiones con suerte y en forma descendente en las desfavorecidas” ( 52-53).

 

De esta manera, el sistema más que buscar un equilibrio de fuerzas, se está alejando constantemente de tal posición. “Normalmente un cambio no da lugar a cambios compensadores, sino que, por el contrario, da lugar a cambios coadyuvantes que mueven al sistema en la misma dirección que el cambio original, impulsándolo más lejos” (Myrdal, citado en Peña, 2006).    

Las investigaciones empíricas, asegura Moncayo Jiménez, “muestran que si bien hasta los años ochenta se produjo un largo ciclo de convergencia al interior de un grupo numeroso de países (Estados Unidos, Japón, los de la Unión Europea, Canadá y varios de América Latina), más recientemente se observa en casi todas las latitudes un proceso de polarización. Las disparidades están aumentando tanto entre países, como al interior de los mismos” (Moncayo Jiménez, 2003).

 

Una respuesta territorial a los desafíos de la “glocalización”

Frente a la incontrastable y preocupante realidad que se nos presenta a través de los argumentos expuestos por Krugman y sus antecesores -en el sentido de la pauperización que puede generar el juego de fuerzas centrífugas y centrípetas-, y considerando los profundos cambios político-institucionales que afectan a las sociedades alrededor del planeta, cabe preguntarse: ¿cuáles son las alternativas?, ¿cuáles son las opciones?,  ¿cuáles son las rutas a seguir para afrontar, de la mejor forma posible, las nuevas y “viejas re-potenciadas” problemáticas que afectan, principalmente -y como hemos visto en forma creciente- a las zonas, regiones y ciudades más desfavorecidas, excluidas y apartadas de los sistemas económicos mundiales y de las redes de flujos globales? Es claro que no existe una respuesta unívoca para tan compleja pregunta, considerando que cada camino debe ser construido según las particularidades espaciales del territorio, y atendiendo a las necesidades específicas de la población que habita en él.  

Por esto, sin ánimo de extrapolar fórmulas, pasaremos a revisar brevemente la experiencia de Aymaras sin Fronteras: senda labrada por algunos municipios chilenos, peruanos y bolivianos de la zona trifronteriza aymara -a través de la cordillera de los Andes- en la búsqueda de “inclusión global” y posibilidades de progreso social, económico y cultural.

 

Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras

 

La Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras5 (en adelante la AE) es una organización internacional sin fines de lucro, creada en el año 2001 con el objetivo de mejorar las condiciones de vida del pueblo aymara, específicamente -en un primer momento- de aquellos que habitan en las zonas aledañas a la triple frontera entre Perú, Bolivia y Chile, teniendo como base y sustento para la acción la identidad cultural y el manejo sustentable de los recursos naturales. Mediante la articulación y cooperación a través de las fronteras, la organización busca implementar y gestionar políticas que fomenten el desarrollo de la comunidad en las siguientes áreas: agricultura, infraestructura,

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

    Marco Tóxico. Musicanibal 5. Dibujo digital, 2012.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

pequeñas empresas, recursos naturales, energía, cultura, educación, salud, derechos civiles, participación política y desarrollo económico (Bailey, 2004). 

Es interesante notar que esta iniciativa surge desde las zonas fronterizas -los municipios- y no desde el Estado central, más aún si se tiene en cuenta que los tres países involucrados tienen una larga historia de desencuentro y conflicto, e incluso mantienen litigios pendientes, tanto fronterizos como por el uso de recursos hídricos. En este sentido, la AE toma un camino diametralmente distinto al que transitan los Estados, y constituye una experiencia de integración subregional y de paradiplomacia que puede generar dinámicas positivas que los Estados-nacionales han sido incapaces de crear.

También resulta interesante observar que el proyecto tiene como principal sustento -al menos en el discurso- la identidad cultural del pueblo aymara, y que la unidad territorial en que este pueblo habita, desde hace centurias6, ha formado parte de distintos centros administrativos a lo largo de la historia. Un territorio integrado social y económicamente pero políticamente dividido. Esto fue así en la época colonial y en la republicana, y más claramente aún luego de la Guerra del Pacífico que enfrentó a los tres países vecinos -Chile, Perú y Bolivia- y a partir de la cual se reconfiguraron, una vez más, los límites territoriales (Albó, 2000). La experiencia que acá estudiamos busca potenciar el territorio más allá de los linderos nacionales, aprovechar los recursos compartidos y las dinámicas ancestrales que por el devenir de la historia -y sus cicatrices- se convirtieron en transfronterizas.

La Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras tiene como objetivos -como señalamos antes- mejorar las condiciones de vida del pueblo aymara, implementando y gestionando políticas que fomenten el desarrollo de la comunidad. Como primer paso hacia la consecución de aquellas metas, la organización, impulsada inicialmente por su entonces presidente Francisco Humire (exalcalde de Putre), se preocupó de crecer construyendo fuertes lazos, principalmente intermunicipales, dentro y a través de las fronteras de Chile, Perú y Bolivia, al tiempo que definía metas amplias e identificaba posibles proyectos específicos para adoptar y ejecutar (Bailey, 2004; aymarasinfronteras.org, S/Aa). El año 2003 la Alianza Estratégica reunía a 17 municipios y a una amplia gama de organizaciones públicas y sin fines de lucro; entre los años 2006 y 2007, el número de municipalidades partícipes del proyecto llegó a 57, mientras que el apoyo externo, tanto a nivel gubernamental como de organismos no gubernamentales se incrementó considerablemente.

A juicio de la Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras7 (AE), los principales logros conseguidos durante los primeros años fueron:

 

•   La consolidación de una organización de carácter trinacional que busca el mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes, abriendo opciones de desarrollo cultural, económico y social.

•   La conformación de una Secretaría Técnica Trinacional que en veinte reuniones desarrolló una propuesta de trabajo sólida y de un amplio alcance técnico respaldado por profesionales de Bolivia, Chile y Perú.

•   La concreción de contactos con diversas instituciones de cooperación internacional.

•   La realización de cinco reuniones con autoridades de los gobiernos centrales y dos convenciones trinacionales que afianzaron el proyecto integracionista.

•   La creación de una efectiva red de comunicación y discusión entre las autoridades políticas y técnicas de los tres países participantes.

•   Por último, el diseño de un proyecto fronterizo a desarrollar entre el año 2002 y 2015.

 

La organización atravesó -durante los primeros cinco años-  por una etapa de ajuste institucional, tendiente a solidificar las estructuras internas con el fin de consolidarse como una organización eficiente, capaz de implementar proyectos complejos de mediano y largo plazo, operando e interactuando en ámbitos empresariales y gubernamentales (Bailey, 2004). Actualmente se encuentra plenamente operativa, y prueba de ello es que está desarrollando un importante proyecto marco que permitirá dar sustento a futuros emprendimientos productivos y turísticos. Se trata del programa “Recuperación, fomento y puesta en valor del patrimonio cultural y natural aymara” (ATN/OC-10759-RG), que recibe un sustancial aporte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)8, y cuyo objetivo principal es “apoyar la adopción de un Plan de Acción Estratégico para el desarrollo económico, cultural y social de la población Aymara localizada en el área fronteriza de Bolivia, Chile y Perú” (Aymarasinfronteras.org, S/Aa; Banco Interamericano de Desarrollo, S/Aa).

 

El programa -aprobado por el BID en diciembre de 2007- inició su ejecución en marzo del 2009 a cargo del Centro de Servicios y Estudios Multidisciplinarios INTI, en La Paz (Bolivia). El 9 de diciembre de 2011 se presentó oficialmente el documento denominado Plan Estratégico Trinacional. Este informe basado en diversas consultorías financiadas por el BID entrega un abanico de posibles proyectos de inversión, que podrá ser utilizado por la AE como un instrumento de gestión a través de los respectivos gobiernos de Bolivia, Chile y Perú y con distintas agencias bi y multilaterales de cooperación para captar alrededor de 71 millones de dólares para la ejecución de las propuestas” (Aymarasinfronteras.org, S/Ab). El mismo día en que se presentó el Plan Estratégico se expusieron los avances del proyecto turístico “Mundo aymara”, que involucra 32 circuitos turísticos en cuatro ejes de integración fronteriza bi y trinacional (Aymarasinfronteras.org, S/Ab).

Inicialmente -en el marco del programa Recuperación, Fomento y Puesta en Valor del Patrimonio Cultural y Natural Aymara- se identificaron los principales problemas de la región aymara a tener en cuenta para la elaboración del Plan Estratégico. El informe presentado por el Centro INTI destaca, en este sentido, lo siguiente (Centro INTI, S/A):

 

  • Débil institucionalidad y escasas estrategias transfronterizas de desarrollo económico que tomen en consideración el capital social, natural y cultural del pueblo Aymara.
  • Ausencia de planes comunes de gestión territorial que incorporen los usos culturales de la tierra y el conocimiento tradicional para la producción.
  • Las limitadas oportunidades de promoción del desarrollo económico y la consecuente emigración en las áreas rurales, generan la pérdida de capital social e identidad cultural. 

 

A partir de este diagnóstico general se establecieron los ejes sobre los cuales se desarrollaron las consultorías que dieron sustento al Plan Estratégico. Los temas abordados y sus objetivos específicos son los siguientes (Centro INTI, S/A):

 

  • Procedimientos aduaneros: analizar los procedimientos operativos y administrativos aduaneros de los puestos fronterizos entre Perú-Chile, Bolivia-Perú y Chile-Bolivia relacionados con el movimiento de mercancías y el tránsito de personas, con el propósito de proponer una simplificación y uniformización de los mismos.
  • Medidas fito-zoosanitarias: analizar las barreras técnicas que afectan al comercio de productos agropecuarios en la región fronteriza de Chile, Perú y Bolivia, particularmente aquellas relacionadas con las medidas sanitarias y fitosanitarias (MSF). Proponer acciones para armonizar las MSF de los tres países, y para desarrollar y/o armonizar protocolos de sistemas de trazabilidad y la implantación de buenas prácticas agropecuarias, prestando especial importancia a los temas epidemiológicos de los camélidos y a su correlación con las normas de control de la aftosa.
  • Aspectos logísticos  de transporte transfronterizo: evaluar la eficiencia y efectividad de las principales cadenas logísticas, centrando la atención principalmente en el área del transporte y la infraestructura en las áreas fronterizas de Bolivia, Chile y Perú, e incluyendo un análisis de las condiciones que permitan la habilitación de pasos de frontera en dichas zonas, en coordinación con los organismos competentes de control fronterizo y las autoridades de cada país participante. Presentar propuestas que permitan incrementar y mejorar la movilidad transfronteriza del área. Estudiar los flujos migratorios.
  • Desarrollo económico local: analizar la situación actual del desarrollo económico productivo y sus problemáticas. Elaborar propuesta de estrategias de acción y portafolio de proyectos para promover el desarrollo económico productivo en la zona fronteriza.
  • Desarrollo turístico: elaborar un diagnóstico del desarrollo del turismo en la región fronteriza. Analizar las áreas con mayor potencial turístico para determinar las oportunidades y deficiencias existentes. Evaluar la magnitud y características de la demanda potencial. Definir las inversiones prioritarias requeridas para convertir los destinos aymara en lugares turísticos, capaces de competir en el mercado turístico mundial.
  • Estructuras económicas tradicionales: caracterizar la economía tradicional andina fronteriza con la intención de recuperar prácticas económicas del pueblo aymara (ganadería, agricultura y caza).

 

El Plan Estratégico -construido a partir de los resultados de las consultorías encargadas para cada uno de los temas mencionados- especifica las líneas prioritarias de acción y sus respectivos objetivos, y las actividades a ser realizadas para lograr los objetivos de cada línea de acción, considerando medidas de corto y mediano plazo. Además, como se señaló antes, el Plan Estratégico presenta un portafolio de proyectos de inversión que puede utilizarse como una “hoja de ruta para el desarrollo económico, social y cultural del área de las municipalidades involucradas en el programa” (Centro INTI, S/A; Banco Interamericano de Desarrollo, S/Ab).

Por otro lado, el proyecto turístico “Mundo aymara”, gestado -como parte del programa Recuperación, Fomento y Puesta en Valor del Patrimonio Cultural y Natural Aymara- con el objetivo de convertir la zona en un destino turístico competitivo en el mercado internacional, parte de un estudio de la demanda potencial y de la identificación de las zonas con potencialidad turística y sus singularidades. Según se señala en el estudio, a corto plazo es posible atraer a cerca de 345.000 visitantes de Chile, Bolivia y Perú y 200.000 turistas extranjeros que actualmente se desplazan por el eje internacional Machu Picchu-Lago Titicaca (Aymarasinfronteras.org S/Ac). Asimismo, se identificaron cinco zonas en el territorio susceptibles de ser explotadas turísticamente de manera diferenciada según sus características:

 

  • Turismo arqueológico y místico: Tiwanaku (Bolivia-Perú).
  • Turismo vivencial y ecoturismo: comunidades andinas, áreas protegidas, nevados, río Lauca/Sajama, corredor biológico (Bolivia-Chile).
  • Naturaleza y cultura: salar de Uyuni, volcanes, geiseres, sitios arqueológicos, etnia Uru (Bolivia-Chile).
  • Actividades de aventura y tours arqueológicos: geoglifos, salares, desiertos (Chile).
  • Cultura y naturaleza: centros termales, senderos prehispánicos, comunidades rurales, folklore aymara (Perú-Chile-Bolivia).

Además, se trazaron 21 rutas turísticas al interior del territorio demarcado por las ciudades de Arica, Tacna, La Paz, Oruro, Potosí, Uyuni, San Pedro de Atacama e Iquique.  

Con el fin de llevar a cabo el ambicioso proyecto turístico, se proponen cinco programas articulados entre sí que deben ser ejecutados en tres etapas: corto plazo (cinco años), mediano plazo (cinco a 10 años) y largo plazo (más de 10 años). Los programas son los siguientes (Aymarasinfronteras.org S/Ac):

 

  • Programa de mejora del destino: a) infraestructura de accesos: construcción, mejoramiento y mantención de carreteras y senderos peatonales; b) servicios básicos: provisión de agua potable, energía eléctrica permanente, alcantarillados y disposición de residuos sólidos; c) facilitación turística: formalidades migratorias y de aduanas en los pasos fronterizos internacionales, seguridad turística, sistema de información turística y señalización, e infraestructuras complementarias (terminales de buses, aeropuertos); d) regulación y control: cuerpo técnico normativo y operativo a ser aplicado a la actividad turística en el “Mundo aymara”.
  • Programa de gestión de la calidad turística: a) mejora de la gestión de la calidad: destinado a introducir el enfoque de la calidad en los servicios turísticos; crear las condiciones para iniciar procesos de certificación locales; b) estandarización de servicios: aplicación de reglamentación de servicios turísticos para asegurar una mínima calidad como base; c) certificación de la calidad: iniciar el proceso a largo plazo de certificación de servicios de hospedaje, alimentación y operadores turísticos.
  • Programa de sensibilización y educación: a) sensibilización poblacional: introducir y consolidar la identidad cultural del mundo aymara en las diferentes comunidades, y crear las condiciones sociales necesarias para su aprovechamiento turístico; b) formación de recursos humanos: mejorar las capacidades y destrezas de las personas que se encuentran vinculadas al turismo así como formar o crear nuevas capacidades en las zonas donde se dinamizará el turismo.
  • Programas de promoción y comercialización: a) subprograma de comercialización: insertar la oferta turística del Mundo Aymara y a sus emprendedores locales al mercado turístico; b) subprograma de promoción: difundir la imagen turística y cultural del Mundo Aymara en los diferentes ámbitos del turismo a nivel internacional y regional.
  • Programas de gestión del “Mundo aymara”: a) gestión, supervisión y ejecución de la propuesta: llevar a cabo de manera coordinada e integrada los programas descritos anteriormente; b) gestión interna: asegurar, dentro del territorio, la cohesión de los actores públicos, privados y comunidades locales en torno al programa de turismo; c) gestión externa: insertar “Mundo aymara” como un concepto de identidad regional y cultural en el resto de los países, y como una marca turística de la región andina en el mercado turístico internacional.

 

De este modo, la Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras busca aprovechar las condiciones de la zona trifronteriza -la diversidad ecológica y cultural y la identidad compartida en torno a la cultura aymara- para contribuir -por medio del turismo- al desarrollo del área y sus habitantes.  Como señala la propia AE, todo lo anterior -los diversos proyectos y planes-, se articula y ejecuta con el propósito de “mejorar las condiciones de vida del pueblo aymara fronterizo mediante el rescate cultural y fomento productivo y social” (Aymarasinfronteras.org, S/Ab). Son iniciativas que “desde abajo”, desde las comunidades locales, desde los gobiernos municipales, buscan -ancladas en el territorio- dar respuesta y solución a la secular marginación del pueblo aymara. Claramente son soluciones que los Estados y los gobiernos centrales -por uno u otro motivo- han sido incapaces hasta ahora de ofrecer.

 

Aymaras sin Fronteras y las fuerzas negativas de la causación circular

 

Insertándose, tanto a las redes del nuevo sistema de gobernanza9 -el Estado-red del que nos habla Castells (2005)- , como tratando de penetrar, atrayendo flujos de inversión, en el sistema económico global, la AE busca revertir las dinámicas que han llevado a las comunidades altoandinas de la triple frontera a situaciones de extrema pobreza.

Como vimos cuando revisamos los planteamientos de la Nueva Geografía Económica, y los modelos de causación circular de Myrdal, las zonas desfavorecidas y marginadas entran en una especie de círculo vicioso, que no sólo merma las posibilidades de desarrollo local, sino que dificulta en forma creciente un eventual proceso de reversión de las dinámicas negativas, entre otras cosas por la pérdida constante de fuerza de trabajo (mano de obra), producto de la migración hacia las regiones que ofrecen mejores expectativas de vida, y la consiguiente reducción dramática del mercado interno (reducción de la demanda), en favor de las zonas que resultan ganadoras en el juego entre fuerzas centrípetas y centrífugas, y que tienden a concentrar los flujos migratorios y los flujos económicos. Como señala Myrdal (1959, citado en Peña, 2006): “los movimientos de mano de obra, capital y bienes y servicios no contrarrestan por si mismos la tendencia natural hacia la desigualdad regional. Por si mismos, la migración los movimientos de capital y el comercio son los medios a través de los cuales evoluciona el proceso acumulativo en forma ascendente en las regiones con suerte y en forma descendente en las desfavorecidas”.

En el caso específico de las comunidades aymaras de la zona altoandina de las regiones de Arica y Parinacota y Tarapacá, los procesos migratorios, ligados a las escasas posibilidades de trabajo y precarias condiciones de vida, se aceleraron en forma constante a partir de las décadas del 50 y 60, lo que ocasionó la concentración de un alto porcentaje de la población total aymara-chilena (66%) principalmente en las ciudades de Arica e Iquique (González, 2002; INE-Chile, 2002). Es decir, de los 50.000 aymara-chilenos, 33.000 vive en alguna de esas dos ciudades, las que además concentran, en particular Iquique, el grueso de las actividades productivas y los flujos de inversión. Además, es interesante notar que actualmente en toda la provincia fronteriza de Parinacota hay solamente 699 niños en edad escolar (entre aymaras y no aymaras), mientras que en la provincia de Arica la cifra se eleva hasta los 50.252 (entre aymaras y no aymaras) (INE-Chile, 2002).

La Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras, al consolidar una institución-organización capaz de desenvolverse y actuar coordinadamente al mismo tiempo en ámbitos gubernamentales, regionales y transfronterizos -con el apoyo de organismos de los gobiernos nacionales-  y en ámbitos empresariales -intentando atraer inversión y postulando a créditos y apoyos internacionales10-  puede lograr revitalizar un espacio geográfico que históricamente (desde tiempos preincaicos11) funcionó -en forma armoniosa y exitosa- como unidad política y económica. Tal espacio transfronterizo se encuentra hoy en día, producto de la secular exclusión y marginalidad -según los datos del PNUD-  en los linderos inferiores del desarrollo humano12. De hecho, como señala Scott Bailey (2004):

 

El índice de desarrollo humano de la región13 que abarca las ciudades y pueblos     miembros de la AE es mucho menor que el de cualquier otro país de América Latina: .499, bastante inferior que el .635 de Nicaragua, que tiene el índice más bajo de Centro y Suramérica. Para poner en perspectiva el índice de desarrollo humano de la AE de .449, esa calificación situaría  la Alianza Estratégica en el percentil 13,9 entre los países del mundo, quedando en el lugar 149 de un total de 176 países (Chile se califica en el lugar 38; Perú, en el 82 y Bolivia en el 114).

Así, nos dice Bailey (2004), la AE se sitúa “en medio de un cluster de naciones africanas que predominan al final de la lista”. Pero lo más inquietante es que al parecer la AE registra un descenso en su IDH entre 1995 y 2000, cosa que pasó sólo con dos países del mundo, Namibia y Malawi. Por esto mismo “el actual estándar de vida en declinación de los miembros de la AE pone de manifiesto la necesidad de actuar ahora” (Bailey, 2004).

Consideraciones finales

 

Los desafíos a los que se enfrenta la Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras son enormes. Tratar de “doblarle la mano” a las inconmensurables fuerzas de la economía global, principalmente en el actual contexto de globalización neoliberal, parece tarea imposible, irrealizable. Especialmente si tenemos en cuenta la secular marginalidad, exclusión y consecuente atraso que afecta a toda la zona trifronteriza altoandina, que se manifiesta en notables carencias en infraestructura (vial, de telecomunicaciones, etcétera), educación, y fuentes seguras y estables de trabajo, todos aspectos importantes a la hora de generar procesos de desarrollo.

Sin embargo, a pesar del complejo panorama, el camino trazado por la AE es -creemos- el correcto, siempre entendiendo que es una ruta larga y sinuosa, que va desde el orden y la solidez institucional, la correcta estructuración organizativa, la transparente repartición de funciones, y la ágil coordinación entre un número siempre creciente de actores partícipes, tanto internos como externos, hacia la consolidación de toda la región como un espacio políticamente estable e infraestructuralmente funcional a las necesidades de la economía productiva, el comercio y el turismo. Actualmente la AE cuenta con interesantes proyectos en marcha, que generan y pueden generar puestos de trabajo dignos, los mismos que con el tiempo pueden contribuir a detener y revertir los procesos migratorios, y a ampliar los mercados y la demanda interna. A futuro se deberían -también- elaborar y llevar a cabo proyectos educativos que permitan, rescatando las particularidades culturales del pueblo aymara, potenciar y revalorar el capital humano, acrecentando con esto las posibilidades de generar e implementar nuevos proyectos productivos innovadores acordes con las necesidades sociales y culturales de la región. 

De esta manera se podrá, eventualmente, transformar el círculo vicioso y las dinámicas negativas, que dificultan en forma creciente las posibilidades de desarrollo, en uno virtuoso de dinámicas positivas, que de manera inversa, potencien en forma creciente las posibilidades de desarrollo.

Esto es factible si consideramos algunas premisas de las Teorías de Desarrollo Endógeno, específicamente del Modelo de Desarrollo Local. En este sentido -por ejemplo- Prudencio Mochi (2006) señala que “el elemento determinante en el nuevo contexto es el protagonismo de actores organizados, de las instituciones locales, que desarrollan experiencias de cooperación y concertación innovadora por medio de construcción de acuerdos que involucran y favorecen al conjunto de actores en el territorio”. Antonio Peña (2006), en tanto, agrega que “los procesos de desarrollo endógeno se producen gracias a la utilización eficiente del potencial económico local, que se ve facilitado por el funcionamiento adecuado de las instituciones y mecanismos de regulación del territorio. La forma de organización productiva, las estructuras familiares y tradiciones locales, la estructura social y cultural y los códigos de conducta de la población, condicionan los procesos de desarrollo local, favorecen o limitan la dinámica económica y, en definitiva, determinan la senda específica de desarrollo de las ciudades, comarcas y regiones”.

La Alianza Estratégica Aymaras sin Fronteras ha dado importantes pasos por el que parece ser el camino acertado. Construyendo un proyecto “desde abajo”14, desde los gobiernos locales, y utilizando como elemento cohesionador la identidad cultural, está buscando constituir un territorio que, trascendiendo los límites políticos-administrativos de los tres Estados involucrados (Bolivia, Chile y Perú), se transforme en un nodo partícipe de la red global, con capacidad de atraer y aprovechar los flujos, de diverso tipo (inversiones, turistas, migrantes, etc.), que -como sabemos-  son indispensables para el desarrollo en el actual contexto globalizado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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1   El artículo es producto de una investigación llevada a cabo en el marco del proyecto Anillos de Investigación en Ciencias Sociales (CONICYT) titulado “Relaciones transfronterizas entre Bolivia y Chile: paradiplomacia y prácticas sociales 1904-2004”.

2   Investigador del Instituto de Estudios Internacionales (INTE) de la Universidad Arturo Prat (Chile) y editor de Encrucijada Americana, revista del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Alberto Hurtado. Correo electrónico: danielbello.a@gmail.com. Santiago-Chile.

 

3 Backward linkage: ‘el tamaño del mercado atrae a más productores’.

4 Forward linkage: ‘la concentración de productores atrae a más consumidores y, por tanto, agranda el tamaño del mercado’.

 

5   A modo de caracterización, podemos decir que la población total de aymaras es de aproximadamente 1.590.000 individuos, repartidos en una zona que comprende el extremo sur del Perú, departamentos de Tacna, Moquegua y Puno; la zona occidental de Bolivia, departamentos de La Paz, Oruro, Potosí y Cochabamba; y el extremo norte de Chile, región de Tarapacá. Según el censo de 1993, en Perú habitan aproximadamente 300.000 aymaras entre monolingües y bilingües lo que representa el 18,9% del total (INEI-Perú, 1993); en Bolivia, en tanto, la población de aymaras, entre monolingües y bilingües asciende a 1.237.658 representando el 77,8% del total (INE-Bolivia, 1992); en Chile, los aymaras suman, entre monolingües y bilingües, 50.000 individuos, cifra que corresponde a 3,14% del total (INE-Chile).

 

6   Como señala Albó (2000) la consolidación de “lo aymara” como cultura singular vinculada a un territorio específico se produjo durante el siglo XVIII, en gran medida por el diseño territorial que se gestó en la época colonial para fines fiscales.

7   Ver: www.aymarasinfronteras.org

 

8   El proyecto se desarrolla en el marco del Programa de Bienes Públicos Regionales (BPR) del BID, y cuenta con un presupuesto de 815.000 dólares. El BID aporta 650.000 dólares y el resto (165.000) la contraparte (Banco Interamericano de Desarrollo, S/Ab).

 

9   Recibiendo apoyo y respaldo para esto de los gobiernos nacionales, tal como planteara, páginas atrás, Moncayo Jiménez (2002). Ver: www.subdere.gov.cl

 

10 Ver: http://www.subdere.gov.cl/1510/article-69590.htm

11 Tiwanaku en época preincaica; collasuyo en los tiempos del impero Inca; Alto y Bajo Perú en el período colonial.

12 Según los índices de desarrollo humano del PNUD (Bailey, 2004).

13 Los cálculos del IDH en la zona de la AE fueron realizados por Scott Bailey. 

 

14 Es interesante notar que la propia AE utiliza esta idea en sus informes y comunicados (Aymarasinfronteras.org, S/Aa; Aymarasinfronteras.org, S/Ab).

 

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