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Revista Integra Educativa
versión On-line ISSN 1997-4043
Rev. de Inv. Educ. v.9 n.1 La paz ene. 2016
CORPORALIDADES, SENTIDOS Y EMOCIONES EN EDUCACIÓN
¿Realidad o fantasía?
Roles y estereotipos sexistas expuestos a través de representaciones discursivas e iconográficas en cuentos infantiles
Fact or fantasy?
Roles and sexist stereotypes exposed through discursive and iconographic representations in children's stories
Jorge García Villanueva*, Claudia Ivonne Hernández Ramírez**
*Doctor en Psicología Profesor titular Especialista en temáticas de género Universidad Pedagógica Nacional (México) jvillanueva@upn.mx
**Licenciada en Psicología Educativa Especialista de Género en Educación Maestra, psicóloga y orientadora para Educación Especial.civonneramirez@hotmail.com
Recibido / Received: 01/04/2016 Aceptado / Accepted: 28/04/2016
Resumen
La presente investigación ofrece un análisis de los elementos discursivos e iconográficos en dos cuentos infantiles que usualmente son empleados en educación preescolar. La finalidad del estudio radicó en vislumbrar los mensajes encriptados tanto en el contenido de las narraciones como en las imágenes que ilustraban al texto, a través de una metodología de corte cualitativo mediante la utilización de la técnica de análisis del discurso con base en el enfoque educativo de la perspectiva no sexista. Los hallazgos develaron que en los cuentos infantiles permanece una concepción androcéntrica que enmarca la subordinación de lo femenino a lo masculino lo cual ha permitido comprender cómo se construyen las identidades de género desde la infancia estableciendo una realidad naturalizada. Sin embargo, los libros pueden presentar la oportunidad de representar realidades paralelas y no sólo como un simple destino caricaturizado.
Palabras clave: Género, roles, estereotipos y cuentos infantiles.
Abstract
This research provides an analysis of the discursive and iconographic elements in two children's stories that are usually employed in preschool. The purpose of the study moved to glimpse encrypted messages in the content of the stories and images illustrating the text, through a qualitative methodology using the technique of discourse analysis based on the educational approach non-sexist perspective. The findings unveiled in children's stories remains an androcentric conception framing the subordination of the female to the male which has allowed understand how gender identities are constructed from childhood establishing a naturalized reality. However, the books may have the opportunity to represent parallel and not just as a simple destination caricatured realities.
Keywords: Gender roles, stereotypes and children's stories.
Qué fue...
¿Alguna vez te has preguntado cómo llegaste al mundo? y quién te colocó una etiqueta tan enorme que ésta predeterminó que serías mujer u hombre, sin dejarte opción para escoger...
Desde el momento de la concepción tú madre, tú padre, la familia entera, el servicio médico y la sociedad, en general, tiene reservados unos trajes especializados que permiten el establecimiento de características y atributos que diferencian a las personas tan sólo con identificar el marcador genital, es decir, si la percepción dice: ¡es un niño!, todo mundo escurre sobre éste su mirada masculinizante y comienza a generarse una serie de expectativas que determinarán su vida, sus deseos, sus placeres, sus ilusiones y su sexualidad.
Y si la percepción dice: ¡es una niña!, las personas se vuelcan sobre ésta penetrando el reflejo de una asignación femenina que denota una fantasía intensa de una vida de ensueño engolosinada por la fascinación del color rosa, la delicadeza, la ternura y la identidad materna. ¡No lo considero justo!, no sólo porque los genitales establecen una diferencia abismal entre los sujetos sino porque la construcción del imaginario colectivo y personal, carcome el pensamiento como una virulenta peste inconsciente e inamovible que castra la forma de vivir y experimentar la sexualidad.
Reflexiono continuamente lo acontecido en este mundo, minucias sexuales que ocasionan la discriminación y la fobia entre la humanidad, considero necesario desestabilizar los cánones que codifican a las personas en patrones dualistas que definen las prácticas heteronormativas. Si eso pasa con hombres y mujeres, qué sucederá con aquellos que ni la percepción puede definir su sexo. Me asusta la idea que sean los genitales los que definan mi cuerpo y lo clasifiquen en uno u otro sexo. Espero que mamá y papá me quieran igual cuando develen mi sexo, tan sólo me gustaría oír que se dijera que fue... ¡un bebé!
Introducción
Las diferencias entre hombres y mujeres cuentan con una larga tradición basada en innumerables prejuicios acerca de la inferioridad tanto biológica como intelectual y moral de las mujeres (Ballarín, 2006). La historia humana desde sus inicios ha estado marcada profundamente por el patriarcado, entendido éste como complejo social en el que los puestos clave de poder -militares, políticos, económicos religiosos- se hallan ocupados, exclusiva o mayoritariamente, por varones.
A través del tiempo se ha generado una estructura social y cultural asentada en el predominio permanente de una parte de la población sobre otra por razón de sexo. Las religiones han consagrado este patriarcado permanente por medio de múltiples discursos y escritos religiosos, convirtiéndolo en norma divina y, por lo tanto, incuestionable (Díez, Terrón y Anguita, 2005).
De ahí que las mujeres deban ser sumisas, calladas y tengan que atender las necesidades físicas y afectivas de la familia con humildad y abnegación, siendo la sumisión y la obediencia los elementos sustanciales que garanticen el mantenimiento y pervivencia del patriarcado (Ballarín, 2006).
Desde el ámbito de la ciencia también se constituyó una forma particular de interpretar el mundo en cada época histórica y no está en absoluto exenta de prejuicios ideológicos, porque es precisamente la forma cómo se construyen los modelos de pensamiento y las pautas de conducta de los sujetos que guían su comportamiento, sus actitudes y su manera de juzgar los hechos y los sucesos que les rodean (Moreno, 2000).
Al respecto, Díez, Terrón y Anguita (2005) mencionan que se ha construido una concepción de las personas y de la sociedad en general en función del género, lo cual ha provocado una división del trabajo, una separación de los espacios, unas determinadas expectativas sobre habilidades, capacidades, destrezas, etcétera, de acuerdo con la construcción social que se realiza a partir de la pertenencia a un sexo u otro.
Además, configura la vida, la de cada una de las mujeres y de cada uno de los hombres, determinando sus expectativas, referencias, temores, decisiones, ilusiones y sueños; también sus habilidades y capacidades, de cierta forma esto constriñe una determinada imagen que a lo largo de los siglos se ha convertido en una segunda piel para las personas.
De todas las posibles formas de actuación cada sociedad elige unas que constituyen su modelo y que se van conformando y transmitiendo a lo largo de su historia, quedando rígidamente establecidas como normas o pautas de conducta.
Estas pautas o modelos no son los mismos para todos los individuos, existen unas para el género femenino y otras para el género masculino, claramente diferenciadas (Moreno, 2000). Niños y niñas, desde que nacen, son proyectados hacia los papeles sociales de hombres y mujeres propios de la cultura en la que vienen al mundo (Ballarín, 2006).
A partir del sexo se ha establecido diferentes roles sociales para las mujeres y los hombres. La diferenciación en el papel de género se ha visto en forma natural, debido a que se transmite a través de diversas instancias como la familia, la escuela, la religión, la cultura y los medios de comunicación (Secretaría de Educación Pública, 1998). Las sociedades han creado sistemas de roles y patrones de comportamiento distintos para los hombres y para las mujeres, prescripciones sobre lo que deben hacer y cómo deben actuar las personas en función de su sexo (Subirats, 2001).
En este sentido, a las mujeres se les atribuye características conductuales como ser tiernas, dulces, débiles, maternales, sentimentales y poco racionales. De igual manera, a los hombres se les asigna el papel de proveedores, fuertes, poderosos, competitivos, capaces de enfrentar cualquier adversidad en el ámbito público. En estos parámetros conductuales se va formando a los niños y las niñas a partir del género asignado, van adquiriendo su identidad de género y se les va educando para cumplir su papel correspondiente durante toda la vida (Secretaría de Educación Pública, 1998).
La presente investigación mostrará un análisis de los roles y estereotipos sociosexualmente establecidos a través de representaciones discursivas e iconográficas en cuentos infantiles.
1. ¿Y, cómo surgen los roles y estereotipos sexistas?
Con el nacimiento, se otorga un sexo: se es niña o niño de acuerdo con los órganos genitales. La sociedad, según el sexo, otorga un papel o un rol. El papel especifica cómo se tiene que vestir, cómo comportarse, qué cosas tienen que gustarle, qué capacidades se tiene que cultivar con esmero y en qué se debe trabajar. Abad y Arias (2002) argumentan que tradicionalmente las profesiones femeninas han sido las labores del hogar y todos los trabajos que se podía desarrollar en este ámbito: cuidado y limpieza de la casa, cocina, ornamentos y belleza del cuerpo, confección de ropas, cuidado de criaturas, de personas enfermas y ancianas.
La sociedad fabrica las ideas de lo que deben ser los hombres y las mujeres, de lo que es propio de cada sexo. Interpretar el ser mujer u hombre depende del momento histórico y sociocultural en que se vive (Luna, 2012). Los hombres y las mujeres no llegan al mundo programados para ser o actuar de una determinada manera, desarrollan capacidades según las condiciones y oportunidades que el medio les ofrezca.
Cada cultura construye un conjunto de expectativas respecto a cómo deben ser sus integrantes. A hombres y mujeres les transmiten y refuerzan una forma de ser, pensar y enfrentar los desafíos personales y sociales, de manera que no se nace con características propias de mujer u hombre, éstas se las aprende por influencia de las personas con quien se convive (García, 2007). Cabe señalar que no son elementos naturales sino modos impuestos que se mantienen y refuerzan a lo largo de la vida porque conllevan una especial conformación de la subjetividad de acuerdo a las significaciones dominantes del momento histórico social (Belgich, 2001). La educación de género promueve maneras de sentir y de pensar, de tal modo que las sociedades se perpetúan en esas formas institucionales que constituyen a las niñas y a los niños.
Al respecto, Michel (1987) argumenta que las prácticas, los prejuicios y las ideologías que desvalorizan e inferiorizan a las mujeres en relación a los hombres, se le llama sexismo y figura entre los males más graves que pesan sobre la humanidad. El concepto de sexismo surgió para mostrar que el sexo es para las mujeres un factor de discriminación, subordinación y desvalorización. El concepto de sexismo enmarca prácticas e ideologías discriminatorias en relación a la asignación de funciones y roles diferenciados para los hombres y para las mujeres como consecuencia de un orden natural basado en la biología o resultado de la voluntad divina.
A continuación, aparece un cuadro comparativo en donde se refleja los atributos que se le asignan tanto a las niñas como a los niños supuestamente dados por naturaleza y que justifican las características propias de la feminidad o masculinidad estereotipadas.
En la teoría de género, los estereotipos corresponden a concepciones que son asumidas sin que medie reflexión alguna (como si ya estuvieran fijas de una vez y para siempre) y a modelos sobre cómo son y cómo deben comportarse las mujeres y los hombres (Secretaría de Educación Pública y Programa Universitario de Estudios de Género, 2010).
Hablar de estereotipos también remite hacer mención de los roles que refieren a las normas y a las expectativas derivadas de ser mujer u hombre (Matud, Rodríguez, Marrero, y Carballeira, 2002). La masculinidad y feminidad aluden a las diferencias en rasgos, conductas e intereses que la sociedad ha asignado a cada uno de los roles de género.
2. Y, ¿será posible la reproducción de roles y estereotipos en los cuentos infantiles?
La literatura infantil ha sido objeto de estudio para distintos investigadores, que han pretendido establecer mediante ésta diferentes relaciones de análisis, es decir, el foco de estudio ha virado a comprender, por un lado, cómo se construye la consciencia de los infantes, cómo se da el desarrollo de la creatividad e imaginación a través de la lectura y, por otro, cuáles son los mensajes que contribuyen a la reproducción de valores morales o, simplemente, cuál es la ideología que demanda una forma de adiestramiento y obediencia entre las personas ante la clase dominante.
Colomer (1999) señala, desde una perspectiva sociohistórica, que los cuentos representan el reflejo de la mentalidad de una época determinada. Por su parte, Cervera (1997) admite que la burguesía francesa, adoptó como medio la socialización de la literatura, para difundir las cualidades burguesas como la honradez, la dedicación, la responsabilidad y el ascetismo. Bettelheim (2006) manifiesta que la mayor parte de los cuentos de hadas se crearon en un período en que la religión constituía la parte fundamental de la vida.
Al respecto, Trigo, Aller, Garrote y Márquez (1997) comentan que el cuento es una creación literaria, oral o escrita en la que se relata vivencias, fantasías, experiencias, sueños y hechos reales, favorece el desarrollo de la capacidad simbólica y, por consiguiente, el lenguaje, la comunicación y el diálogo, lo cual propicia el aprendizaje de mecanismos de presentación y representación a la vez. Permite que las niñas y los niños comprendan la realidad que viven a diario despertando su creatividad, su capacidad de fantasear e inventar mundos diferentes.
El cuento como género narrativo ha sido el portador de conocimientos, valores, creencias y diferencias sexogenéricas que han afectado a las personas a lo largo de las épocas (López y Encabo, 2008). Los libros infantiles y juveniles figuran entre los más eficaces agentes de transmisión de las normas, valores e ideologías sexistas (Michel, 1987). Los libros ilustrados transmiten un aparato simbólico del que se sirven para instruir en los niños los papeles sexuales de la familia y la sociedad, según los hallazgos de Turin (1995), en una investigación efectuada con libros ilustrados, las imágenes expuestas tanto de personajes humanos como de animales reflejan mujeres que viven en la cocina y muestran la maternidad como una suprema consolación.
En palabras de Trigo, Aller, Garrote y Márquez (1997) la literatura infantil evidencia interpretaciones de la realidad, en un intento de descifrar y comprender los múltiples hechos existenciales, es decir, los cuentos colocan a los pupilos ante diversas problemáticas, indicándoles que hay soluciones, con ello les brindan la oportunidad de ampliar sus posibilidades de solución e inspiran actitudes de lucha por la vida, esperanza, afirmación de sí mismos equivalente a todo un proceso de maduración personal. Los cuentos ofrecen enseñanzas e instruyen y constituyen una simbología vital para las personas, son depósitos de la realidad. Cada cultura tiene su propia idea de héroe o de víctima, de recompensa o de castigo, que el cuento se encarga de reflejar a través de un sistema simbólico que trasciende el tiempo y el espacio.
En una investigación realizada por Dorfman y Mattelart (2001), la tesis principal es que la literatura infantil es el foco donde mejor se puede estudiar los disfraces y las verdades de la humanidad contemporánea porque es donde menos se podría pensar hallarla. Además, representan la ideología dominante que se mantiene, difunde y perpetúa en el pensamiento de la sociedad, a través de sutiles mecanismos encargados de proyectar una imagen ideal que se espera aspiren las niñas y los niños, es decir, se busca que por medio de la literatura y por las representaciones colectivas que hagan de ésta puedan integrarse a la sociedad y asuman el papel correspondiente en la misma.
Castro, Delgado y Signoret (2001) opinan que los cuentos de hadas son otro ejemplo de la propagación de estereotipos, los cuales han ayudado a la perpetuación de la idea de que las virtudes ideales de las mujeres son la belleza natural, obediencia a los padres y al esposo y dedicación al hogar.
3. Método
En la presente investigación se optó por la utilización de una metodología de corte cualitativo porque permitió un mayor acercamiento al fenómeno a estudiar y una mayor profundización en el análisis de la realidad objeto de estudio (Espin, Rodríguez, Donoso, Dorio, Figuera, Monrey, Rodríguez y Sandín, 1996). La técnica empleada fue el análisis del discurso cuyo objetivo es describir, interpretar, revelar el sentido subyacente en los textos a la luz de marcos de referencia (Gil, 2009). Desde esta óptica el análisis del discurso consiste en reconocer, vislumbrar y/o interpretar las intenciones, deseos, creencias que las personas emiten en sus discursos y sacar a la luz los argumentos, que de forma verbal o no verbal, de forma directa o velada, se expresan y ponerlos en relación con la posición social que representan.
Para la realización del análisis discursivo e iconográfico se construyó categorías analíticas con base en el enfoque educativo de la perspectiva no sexista propuesto por Espin, Rodríguez, Donoso, Dorio, Figuera, Monrey, Rodríguez y Sandín (1996), con la finalidad de detectar estereotipos de género y prejuicios, implícitos y explícitos, transmitidos a través del contenido textual e icónico.
a) Código discursivo: Se consideró dos niveles de análisis; el nivel oculto y el nivel manifiesto de la retórica expositiva
La develación del sesgo androcéntrico en el lenguaje en donde se enfatizará lo masculino sobre lo femenino, dando prioridad a la primacía de personajes masculinos sobre los personajes femeninos, el uso del nombre propio que implicara la sobreespecificación del género masculino en distinción del género femenino.
La ilustración de fragmentos, ideas y argumentos que mostrarán los estereotipos sexistas vinculados a una serie de atributos relacionados con la personalidad masculina (valiente, independiente, seguro de sí mismo, razonable, inquieto, aventurero, tenaz, fuerte, brusco, práctico, protector, inteligente, temerario, desobediente, activo y agresivo). Los atributos relacionados con la personalidad femenina (dócil, dependiente, insegura, sensible, hogareña, comprensiva, delicada, obediente, bondadosa, tierna, afectiva, intuitiva, temerosa, sumisa, pasiva y curiosa).
Se analizó los roles o actividades específicas para cada sexo, es decir, la vinculación ligada a los aspectos sociofamiliares, en el caso de los hombres actividades relacionadas con la responsabilidad y el prestigio social, esfuerzo cognitivo y estar lejos de casa; para las mujeres el énfasis en labores dentro de casa que implicarán constante trabajo doméstico, cuidado y crianza.
b) Código iconográfico: Se consideró dos niveles de análisis; el nivel oculto y el nivel manifiesto de las ilustraciones
El protagonismo en cada una de las imágenes. Éstas fueron analizadas en función del plano en el cual se encontraba la figura -predominio en la escena de iconografías masculinas sobre iconografías femeninas-, el tamaño en comparación con las demás, la postura o situación de actividad, movimiento o protección en que se encontraran los personajes.
Los estereotipos sexistas vinculados con atributos relacionados con la personalidad masculina (valiente, independiente, seguro de sí mismo, razonable, inquieto, aventurero, tenaz, fuerte, brusco, práctico, protector, inteligente, temerario, desobediente, activo y agresivo). Los atributos relacionados con la personalidad femenina (dócil, dependiente, insegura, sensible, hogareña, comprensiva, delicada, bondadosa, tierna, afectiva, intuitiva, temerosa, obediente, sumisa, pasiva y curiosa).
Se analizó dibujos relacionados con actividades que implicaran responsabilidad y prestigio social, esfuerzo cognitivo y estar lejos de casa, para los hombres y para las mujeres, incursión en actividades que implicaran estar en la casa, en constante trabajo doméstico, cuidado y crianza.
Se realizó un muestreo de tipo no probabilístico intencional (Hernández, Fernández y Baptista, 2016) para la selección de los cuentos infantiles, dada la cercanía a docentes de educación preescolar que emplean en su labor este tipo de material. Los cuentos pertenecen al grupo editorial García, la colección es Animales del Bosque, cuentos no clásicos. El libro incluye dos narraciones distintas que buscan ejemplificar diversos valores y enseñanzas según lo manifestado por la casa editora.
El primero de éstos se titula el ratón Colita Larga, el cual expone la historia de un roedor que era muy pobre y no tenía dinero para darle un obsequio a su madre por el día de su cumpleaños. El segundo texto es la merienda de Ardillita, la historia comienza con un paseo por el bosque que emprenden dos amigas para celebrar el cumpleaños de Ardillita. Ambas solían disfrutar de la compañía mutua, muy felices y emocionadas se encontraban, hasta que su alegría se convirtió en tristeza porque un lobo las observaba y se les acercó.
4. Análisis de resultados
El primer análisis se enfoca en los elementos discursivos que encierran la reproducción de roles y estereotipos sexistas, en los cuentos infantiles.
4.1. Código discursivo. Cuento 1: El ratón Colita Larga
En el cuento que lleva por título el ratón Colita Larga, se identificó cuatro enunciados en donde se halló lo siguiente:
El ratoncito Colita Larga era muy bondadoso, pero muy pobre.
Colita Larga sintió su corazón lleno de alegría.
Colita Larga avanzaba con el obsequio, fruto de su amor.
Su mamá premió el buen corazón de Colita Larga.
El sesgo androcéntrico se ubica en el lenguaje al develar en las oraciones la primacía de un personaje masculino, destacando al mismo con el reconocimiento de un nombre propio y desempeñando diferentes hazañas.
Más adelante, aparecen otros fragmentos en donde se describe una personalidad estereotipada, a un nivel oculto en los fragmentos discursivos. Desde esta perspectiva, se develan a través de la caracterización de dichos elementos de análisis.
El ratoncito Colita Larga era muy bondadoso, pero muy pobre.
-Eres buen hijo ratoncillo- dijo la rana sonriendo. Se zambulló en el
agua para darle al ratón unas piedras y con ellas éste pudiera hacerle un
collar a su madre.
Colita Larga sintió su corazón lleno de alegría. Fue ensartando en un hilo las piedras, para armar el collar.
Colita Larga avanzaba con el obsequio, fruto de su amor.
Cuando puso en el cuello de su mamá el lindo collar, ésta premio el buen corazón de Colita Larga, con muchos besos.
Como se puede observar en estos enunciados, se caracteriza a un personaje masculino con características de una personalidad femenina puesto que se señala que éste es bondadoso, sensible, tierno, afectivo y obediente. La razón refiere que un buen hijo agrada, en este caso, a su madre porque le da obsequios. La mamá enaltece a su vástago por recordarla.
La rana se postra en la personalidad femenina porque se muestra comprensiva ante el dilema que presentaba el ratón, también es bondadosa, tierna, afectiva, intuitiva y curiosa. La madre del ratón, en la idea fragmentada, se vislumbra como una ratona dependiente, sensible, hogareña, delicada, tierna y afectiva.
La actividad de armar el collar posiciona a Colita Larga, en un rol asociado a los hombres que alude a un trabajo creativo que implica esfuerzo cognitivo, además, se ubica fuera de casa.
Desde la mirada del género, se asume una distinción que refiere a la existencia de diferencias sexuales entre las personas, según sean hombres o mujeres, y que se basan en una explicación biologicista. Córdoba (2007) señala que el género es la investidura de significados que en cada sociedad concreta asume el sexo, el cual se toma en principio como dado. Los seres humanos no se constituyen como mujeres u hombres únicamente en función del sexo. Las sociedades han creado sistemas de roles y patrones de comportamiento distintos para dichas personas, prescripciones sobre lo que deben hacer y cómo deben actuar los individuos en función de su sexo (Subirats, 2001).
4.2. Código iconográfico. Cuento 1: El ratón Colita Larga
El segundo análisis se enfocó en la identificación del predominio en la escena de iconografías masculinas sobre iconografías femeninas, el tamaño, la postura o situación. Además, se destacaron estereotipos y roles sexistas de acuerdo a la caracterización desde este estudio.
En la imagen (ver Figura 1) se observa al personaje del ratón ocupando un mayor espacio y en contacto con la naturaleza, adquiere protagonismo en la escena al presentarse con mayor tamaño en comparación con el resto de los personajes que lo rodean. No se encuentra personajes femeninos.
Al analizar la iconografía, se interpreta que la representación del personaje no necesariamente se vincula al canon de la masculinidad hegemónica, en donde se asumen los atributos, mandatos y prescripciones -fuerza física, virilidad y violencia-de actuación que dicta una visión patriarcal, conforme a ciertas reglas explícitas o implícitas con respecto a prácticas consideradas típicamente masculinas (Faur, 2005).
Este ejemplo, como apunta Pérez (1998) puede brindar la oportunidad de la deconstrucción de la masculinidad socialmente definida, es decir, el foco de atención estaría pensado en desentrañar el modelo de masculinidad hegemónica que inscribe en los cuerpos masculinos y femeninos características, cualidades, deseos, gustos e intereses, fijos, exclusivos y predeterminados por el fenómeno de la naturalización.
La ruptura del deber ser masculino está en subrayar que la masculinidad no está dada, sino que se construye, se aprende y se practica en el devenir cultural, histórico y social. Es importante enfatizar que la masculinidad se produce, afirma y transforma dentro de un marco de relaciones sociales. Además, la masculinidad no es una sola, sino que se crea y recrea distintos tipos de masculinidades en función de características personales y también de los espacios que los hombres ocupan en su entorno social, económico y político (Faur, 2005).
En la siguiente imagen (ver Figura 2) se expresan estereotipos sexistas que corresponden a la personalidad femenina, entre ambos personajes. En el caso del ratón se observa que éste se muestra sensible, tierno y afectivo ante la aparición de su madre, al hacerle entrega de su obsequio. La mamá ratona, por su parte, se presume sensible, comprensiva, delicada y afectiva ante la muestra de amor de su hijo.
Con referencia al rol que desempeña la madre, se la ilustra como un personaje que se focaliza en el hogar. Según Ortiz, Amuchástegui y Rivas (2006) se muestra como un ser que está al servicio de otras personas, atentas para cuidar, ayudar o escuchar. Lo cual la convierte en una creadora familiar, vigilante de la comunidad porque estas labores se extienden durante toda su vida.
La interpretación se encamina a entender que el sexismo es el prejuicio basado en el género el cual designa las actitudes sobre los roles y responsabilidades considerados adecuados para mujeres y hombres, incluyendo también las creencias sobre las relaciones que deben mantener entre ellos.
Yubero y Navarro (2010) mencionan que el sexismo se puede analizar desde dos tendencias: el sexismo hostil y el sexismo benévolo; la primer vertiente señala que las mujeres poseen características negativas que las hacen inferiores a los hombres y limitan su ámbito a la familia y al hogar. La segunda vertiente mantiene una visión estereotipada y limitada de las mujeres, unida a conductas de apoyo, además, se piensa que éstas merecen protección y son necesarias para la felicidad de los hombres siempre que se ciñan a los roles tradicionales de género.
4.3. Código discursivo. Cuento 2: La merienda de Ardillita
Este primer análisis a la segunda narración infantil pretende denotar sesgos en el lenguaje en donde de forma velada o explícita se ubica la visión interpretativa de la realidad.
A continuación, se muestra un fragmento discursivo que ilustra lo siguiente:
Los dos animalitos se veían muy felices, pero pronto iban a ver trastocada su alegría en tristeza, porque antes de empezar a merendar, el lobo, que estaba observándolas, se les acercó.
Se observa que los personajes femeninos se agrupan en un colectivo, no se les distingue con un nombre propio, se nombran en global. El personaje del lobo se enuncia con ese sustantivo.
Al respecto, Yurén (2003) comenta que en la historia de la humanidad, las mujeres han constituido una especie de casta inferior. Durante siglos, en las sociedades más diversas, las mujeres y los hombres han adquirido, por efecto de circunstancias socioculturales, una personalidad psicosexual que los diferencia y que se manifiesta en una supuesta superioridad del género masculino sobre el femenino; desigualdad que, lejos de ser efecto de las características biológicas, se fundamenta en un sistema de valores sancionado socialmente.
En este sentido, las normas y expectativas derivadas de ser mujer u hombre expresadas en los roles de género, esperan que los hombres sean fuertes, no lloren, sean independientes y competitivos; y que las mujeres sean cariñosas, expresivas emocionalmente, corteses y que auxilien a los demás; es decir, se busca que las mujeres sean femeninas y los hombres masculinos (Matud, Rodríguez, Marrero y Carballeira, 2002).
En las siguientes oraciones se exalta algunas características que refieren a un estereotipo sexista que corresponde a la personalidad masculina, éstas muestran que el lobo es un ser valiente, seguro de sí mismo, inquieto, fuerte, brusco, desobediente, activo y agresivo. Su rol se ubica en el plano público, además de mostrarse como un personaje poderoso por abusar e intimidar a dos indefensas amigas.
Abusando de su corpulencia, les arrebató las cestitas con sus manjares.
Se fue muy contento -el lobo- con el producto de su rapiña, porque sabía, que tanto Ardillita, como Chanchita, eran incapaces de oponerse a su fechoría y por eso abusaba.
En el caso de los personajes femeninos se les ubica en un estereotipo sexista que postula cualidades correspondientes a una personalidad femenina donde se destaca por ser dependientes, inseguras, sensibles, delicadas, temerosas, obedientes, sumisas y pasivas.
En este sentido, Monreal y Martínez (2010) argumentan que desde tiempos inmemoriales las categorías de mujeres y hombres se han considerado diferentes, opuestas y excluyentes. Por tanto, existe un conjunto de conocimientos que, bajo la forma de esquema cognitivo, indican cómo son y cómo deben ser los hombres y las mujeres, esta adscripción -masculina o femenina- ha conformado estereotipos de género que se definen como las creencias culturalmente compartidas sobre las características psicosociales consideradas prototípicas de las mujeres y de los hombres.
4.4. Código iconográfico. Cuento 2: La merienda de Ardillita
De acuerdo a lo establecido en el primer cuento referente al código iconográfico, la revisión tendrá los mismos criterios en relación a las imágenes.
En la ilustración, se observa un personaje masculino que predomina en la escena al mostrarse con mayor tamaño, es decir, protagonismo en comparación de las imágenes restantes. Este estereotipo, según Blanco (2000) privilegia y sobrerepresenta la cultura y los valores masculinos, constituyendo una manifestación del patriarcado como universo simbólico hegemónico.
En esta misma línea, Bonino (2000, en Colás y Villaciervos, 2007) señala que el modelo de masculinidad hegemónica implica carecer de todas aquellas características que la cultura atribuye a las mujeres, se construye sobre el poder y la potencia y se mide por el éxito, la competitividad, el estatus, la capacidad de ser proveedor, la propiedad de la razón y la admiración que se logra de los demás. La masculinidad se traduce en autoconfianza, resistencia, autosuficiencia, fuerza y riesgo como formas prioritarias de resolución de conflictos (ver Figura 3).
Blanco (2000) comenta que esta visión del mundo impregna a toda la sociedad, a los ámbitos de conocimiento de los que se nutren los materiales escolares y que sin duda se reflejan en los textos escolares, de tal manera que se encuadran en arquetipos y estereotipos que mantienen una larga duración porque remiten a construcciones imaginadas que tienen que ver con las pulsiones básicas de los seres humanos (Tuñón, 1998). Tuñón (1998) opina que una vez introyectados tienden a fortalecerse, repetirse e incidir reduciendo o deformando la complejidad de la realidad a una perspectiva lineal, mítica y legendaria.
En la siguiente imagen (ver Figura 4) se puede identificar estereotipos sexistas correspondientes tanto a la personalidad masculina como a la personalidad femenina. En el caso del lobo, se muestra como valiente, seguro de sí mismo, aventurero, tenaz, fuerte, brusco, inteligente, desobediente, activo y agresivo. Las féminas se visualizan como dóciles, inseguras, hogareñas, delicadas, tiernas, temerosas, obedientes, sumisas, pasivas.
En la imagen expuesta aparece una bicategorización referida a la representación de las mujeres y de los hombres. La visión estereotipada se impregna en los cuerpos de los personajes que descansa en la perpetuación del imaginario colectivo, donde se continua mostrando a través de la literatura infantil un mundo sexual binario en el que sólo existen dos caminos: se es mujer o se es hombre.
Los personajes femeninos están caracterizados desde una visión estereotipada, en relación a los atributos que enmarcan la pasividad, debilidad, estado de indefensión, sumisión y con una necesidad incesante por recibir apoyo y ayuda porque se muestran incapaces de defenderse del lobo. Otro aspecto a analizar es la indumentaria. Desde la óptica de Turin (1995), el delantal es el símbolo principal del papel femenino por excelencia y está relacionado con la limpieza de la casa y el cuidado de la crianza. Los adornos, cintas y/o lazos se manifiestan como signos de una coquetería necia, empeñada en gustar, agradar y ser atrayente hacia el gusto masculino.
La manifestación masculina ubicada en la figura del lobo, mantiene la idea de comprender que la masculinidad dominante es una consecuencia natural de la biología del hombre. Los hombres se comportan de una determinada manera gracias a la testosterona, o porque tienen músculos grandes, o bien porque tienen un cerebro masculino (Connell, 1998).
Conclusiones
En el análisis discursivo e icónico realizado a los cuentos el ratón Colita Larga y la merienda de Ardillita, se sigue presentando sesgos en el lenguaje e imágenes sexistas. Se aprecia que los roles femeninos distan en cuanto a los personajes masculinos; cada uno ubicado en labores correspondientes al sexo de referencia. Ellas se muestran sensibles, delicadas y emocionalmente inestables y ellos adquieren mayor protagonismo en cada escena.
Desde la mitología androcéntrica, se sigue manifestando que el hombre es el centro de la especie humana este pensamiento se ha considerado a través del tiempo como universal, eterno y natural (Moreno, 2000). La visión estereotipada y sexista expuesta en la narrativa infantil denota la mirada patriarcal, la cual establece que los hombres son naturalmente superiores, más fuertes y más racionales, por lo tanto, están diseñados para ser dominantes. Las mujeres son naturalmente débiles, inferiores en el intelecto y en las capacidades racionales e inestables emotivamente (Hierro, 2001).
Los personajes de los cuentos guardan relación con el mundo de las creencias, los estereotipos y los roles de género porque son estos conjuntos de expectativas de comportamiento los que configuran los referentes sociales que establecen fijaciones y extremas exageraciones de la realidad que acuñan en las personas una posición sexual determinada, dual y antagónica entre las mujeres y los hombres.
Castañeda (2007) opina que, desde la cuna, las niñas y los niños absorben una infinidad de mensajes que forman paulatinamente la imagen de sí mismos y sus expectativas en la vida, según su género. De hecho, a las mujeres se les enseña a ser madres desde la infancia; los juguetes y juegos considerados apropiados para las niñas constituyen en realidad un entrenamiento intensivo: las muñecas, la casita, la cocinita, no son más que ensayos para la maternidad (Castañeda, 2002).
Si se parte de que el sexo representa el elemento natural y normal de la humanidad -no obstante que cada cultura clasifica distintas prácticas como apropiadas o inapropiadas, morales e inmorales, saludables o pervertidas- se podrá comprender que instituciones como la familia, la escuela y la Iglesia refuerzan ideas y valores sexuales anclados en la moral católica, la anatomía, la fisiología y la patología; así, al pensar el cuerpo como un ente biológico y a las normas como naturales, se evita reconocer la diversidad de necesidades, deseos y experiencias culturales propios de cada ser humano y sociedad (Rosales, 2010). Estos discursos e ideologías dominantes se plasman en el cuerpo con ayuda del universo simbólico y, según Rosales (2010), esto ha provocado la identificación del sexo con la pertenencia a un género.
El componente analítico que otorga la categoría de género sugiere una revisión profunda porque ofrece una nueva rejilla de lectura al introducir la diferencia de los sexos en campos que se creía científicamente neutros (Méndez, 2008). Además, facilita el modo de decodificar el significado que las culturas otorgan a la diferencia entre los sexos y de comprender las complejas conexiones que existen entre varias formas de interacción humana (Lamas, 2002). Es necesario mostrar distintas posibilidades para mujeres y hombres, los libros tienen que ofrecer realidades acordes a lo acontecido en la época, mostrando que la sociedad evoluciona aunque tenga raíces ideológicas muy profundas.
La diferenciación sexual no tiene que ser una especie de esclavitud genital, basta comprender que es una representación, un constructo, una etiqueta social y que a su vez es impuesta. Sólo quienes deseen incorporarla en su cuerpo creyendo en su existencia soportarán el verdugo de esa envergadura porque basta saber que tan sólo es otra invención humana.
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