1. Introducción
En la región de América Latina se evidencia que los hombres, por lo general, perciben ingresos laborales superiores a los de las mujeres, tanto en la media como a lo largo de toda la distribución de ingresos laborales, lo que genera brechas de género positivas a lo largo de dicha distribución. En el caso de Bolivia el trabajo de Muriel (2005) demuestra que, en términos brutos, la brecha de ingresos laborales en el área urbana de Bolivia era cercana al 17%, evidenciando, además, una fuerte segregación laboral. Urquidi et al. (2020), mediante la descomposición Oaxaca-Blinder (Oaxaca, 1973; Blinder, 1973), encuentran una disminución de la brecha salarial por género de 39% a 10% de 1993 hasta el año 2018, y evidencian que la brecha salarial por género es menor cuando el nivel de educación es más alto.
El objetivo del presente trabajo es analizar la evolución de la brecha de ingresos laborales entre hombres y mujeres a lo largo de la distribución de ingresos en el periodo 2011-2019 en el mercado laboral de las áreas urbanas de Bolivia, con el fin de evidenciar si la brecha varía a lo largo de esta distribución y demostrar la existencia de dos circunstancias poco estudiadas en el país. Éstas se conocen como “suelos pegajosos” y “techos de cristal”. La primera se refiere a un escenario donde las mujeres se encuentran en trabajos de menor nivel, como si estuviesen atascadas y con barreras para lograr una movilidad laboral (Guy, 1994). Mientras que los “techos de cristal” se entienden como la presencia de barreras no observables que limitan el progreso laboral de las mujeres con altas dotaciones (educación, experiencia, etc.) en la parte más alta de la distribución de ingresos laborales. Para esto se utilizan las encuestas de hogares del INE, distinguiendo tres periodos de estudio (2011-2013, 2014-2017, 2018-2020).
Si bien las tasas de participación femenina aumentaron en la última década en el mercado laboral boliviano urbano, éstas son aún inferiores a las masculinas, presumiendo de esta manera la existencia de una autoselección por parte de las mujeres (Blau y Kahn, 2006; Olivetti y Petrongolo, 2008). Por lo tanto, se analizan las brechas entre hombres y mujeres corrigiendo por sesgo de autoselección, debido a que no tomar en cuenta la posible participación de las mujeres que se encuentran fuera del mercado laboral llevaría a una falsa estimación de la verdadera brecha (Picchio y Mussida, 2011). Para lograr este propósito, se emplean las regresiones cuantílicas condicionales de Machado y Mata (2005) extendidas por Albrecht et al. (2009), quienes aplican una estimación semiparamétrica propuesta por Buchinsky (1998) para corregir por sesgo de autoselección. Esta metodología permite estimar distribuciones de ingreso contrafactuales para caracterizar las brechas en retribuciones entre hombres y mujeres a lo largo de la distribución; sin embargo, se aplica la transformación propuesta por Biewen et al. (2020) para que el método de Buchinsky (1998) sea válido y cumpla el supuesto de independencia condicional de los términos de errores, tal como señalan Huber y Melly (2015).
En los resultados se encuentra que, en materia de ingresos laborales, existe una brecha positiva en las áreas urbanas de Bolivia entre hombres y mujeres en los tres periodos analizados. Es decir que las mujeres ganan significativamente menos que los hombres a lo largo de la distribución, siendo esta brecha más evidente y más fuerte en la parte más baja de la distribución. Estos resultados dan cuenta de la posible existencia de un efecto de “suelos pegajosos”, que luego de corregir por sesgo de autoselección es más evidente en el extremo bajo de la distribución y en el segundo periodo analizado. Estas brechas se explican sobre todo por las diferencias en las distribuciones en los retornos a las características observadas (educación, experiencia, estado civil, categoría ocupacional, condición de etnicidad) entre hombres y mujeres, mientras que el efecto sesgo de autoselección se explica más por una parte no observable, en la que se pueden incluir factores no observables en los datos como características no cognitivas (i.e., habilidades, variables de posición laboral, posición jerárquica en la fuente laboral), variables institucionales, además de la presencia de una cierta discriminación hacia las mujeres.
El trabajo está organizado de la siguiente manera: la segunda sección introduce el marco teórico. La sección tres presenta la revisión de literatura que contiene evidencia previa en la región latinoamericana, con especial interés en los trabajos realizados para Bolivia. La cuarta sección presenta los datos, junto a las variables que se emplean en los modelos. La quinta sección detalla la metodología empleada. La sección seis analiza el cumplimiento de los supuestos centrales de los modelos. La sección siete muestra los resultados de las regresiones cuantílicas. Finalmente, la sección ocho concluye.
2. Marco teórico
2.1. Brechas en ingresos laborales
El derecho fundamental a la igualdad de remuneración por género es reconocido desde 1919 por la Organización Internacional del Trabajo y es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados en 20151. De acuerdo a la Unión Europea (2014), la brecha en ingresos laborales de género es un indicador que informa acerca de las diferencias entre los ingresos de un hombre y una mujer en el mercado laboral, habitualmente expresada como un porcentaje sobre el ingreso laboral de los hombres o una diferencia porcentual entre ambos. Por tanto, existe una brecha de ingresos laborales cuando el valor-trabajo de un hombre y una mujer es el mismo pero la retribución no.
Las brechas salariales por género han sido extensamente estudiadas para saber si las diferencias en la distribución de los ingresos pueden ser explicadas por características observables o características no observables. Las primeras están relacionadas a diferencias en productividad, nivel educativo, experiencia u otros factores. Dentro de los factores observables se encuentran: (i) el número de horas dedicadas al trabajo laboral por las mujeres, (ii) diferencias en los niveles de educación y de experiencia laboral y (iii) el tipo de sector y de ocupación laboral (OIT, 2016). Por otra parte, los factores no observables son aquéllos que no se capturan en los modelos debido a que su medición es dificultosa o su disponibilidad en los datos es escasa. Éstos engloban factores como características no cognitivas, variables de posición laboral, variables institucionales y la discriminación salarial2 por sexo o raza (Pacheco y Del Pozo, 2019).
Existen dos fenómenos o efectos que pueden llegar a explicar las brechas de ingresos laborales a lo largo de la distribución de ingresos. Estos efectos son los denominados: “suelos pegajosos” y “techos de cristal”, ambos conocidos en la literatura por limitar de diferentes maneras a las mujeres en ambos extremos de la distribución de ingresos por la condición de ser mujeres. Los conceptos de cada efecto son desarrollados desde los distintos puntos de vista de cada autor y algunos son detallados a continuación.
2.2. Efecto “suelos pegajosos”
La circunstancia denominada “suelos pegajosos” se refiere a la situación de las mujeres en los estratos más bajos de las jerarquías, con salarios muy bajos, empleos informales y de baja calidad, aspectos que mantienen a las mujeres como si estuvieran pegadas al piso y están relacionados con la existencia de posibles patrones de discriminación contra determinado grupo de trabajadoras por su condición (mujeres, indígenas, migrantes, etc.) (Ardanche y Celiberti, 2011). Estos patrones se traducen en mantener a las mujeres en empleos de poco valor, en condiciones precarias, con limitada movilidad laboral y con presencia de barreras para el ascenso (Agrawal, 2013).
Para Guy (1994), el efecto “suelos pegajosos” implica que las mujeres en las organizaciones se concentran en labores de soporte, donde se encuentran “atascadas” en trabajos de menor nivel y enfrentan limitaciones en las posibilidades de promoción laboral. Incluso en las actividades consideradas feminizadas, la presencia de mujeres en cargos de alta responsabilidad y decisión es mínima (i.e., salud y educación). Por tanto, bajo este fenómeno las mujeres presentan barreras que no les permiten salir o transitar de trabajos con baja remuneración o precarios. Este fenómeno es tradicionalmente medido como la diferencia entre la brecha en la parte más baja de la distribución con la brecha existente en la parte mediana de la misma distribución; si la primera es superior, entonces existe un efecto de “suelos pegajosos”. De la Rica et al. (2008) describieron este fenómeno por primera vez en España, el cual fue denominado como un efecto de “suelos pegajosos”.
2.3. Efecto “techos de cristal”
El concepto de “techos de cristal” implica una desigualdad de género presente en los niveles más altos de las retribuciones que no puede explicarse por características laborales observables. Sugiere la existencia de barreras no observables que limitan el progreso laboral de las mujeres y desigualdades que incrementan a lo largo del tiempo y del progreso o ascenso laboral de las mujeres (Cotter et al., 2001). En la literatura económica es tradicionalmente medido como la diferencia entre la brecha en la parte más alta de la distribución y la brecha existente en la parte mediana de la misma distribución; si la primera es superior, entonces existe un efecto de “techos de cristal”.
Por tanto, un efecto de “techos de cristal” describe la obstaculización en el acceso de las mujeres más capacitadas, con mayor calificación y experiencia, incluso más que los hombres, a los estratos superiores de la estructura jerárquica, por mecanismos de discriminación que no siempre son visibles (Ardanche y Celiberti, 2011), limitando el progreso o ascenso laboral de las mujeres (Albrecht et al., 2009).
Se reconoce que existen aspectos externos e internos que hacen posible la existencia de esta circunstancia. Los aspectos externos explican el limitado número de mujeres que ocupan cargos de alta responsabilidad, principalmente por un sesgo de los empleadores de contratar hombres sobre mujeres para estos cargos debido a que consideran que el liderazgo de las mujeres es menos efectivo que el de los hombres. Los aspectos internos tienen en cuenta el contexto cultural, las expectativas y las preferencias de cada individuo para conformar los roles sociales de género (De Garay, 2013). Es decir, existe una tradición social y cultural donde se asume que las mujeres son las principales encargadas del cuidado y responsabilidades del hogar, lo que entra en conflicto con el tiempo necesario que deben dedicar a puestos de mayor responsabilidad y decisión. La relación de estos aspectos, factores sociales y actitudinales y estereotipos constituye un perjuicio en el desempeño y ascenso laboral de las mujeres.
Albrecht et al. (2003) fueron de los primeros autores en evidenciar la presencia de este fenómeno al encontrar un patrón creciente de la brecha salarial a lo largo de la distribución en Suecia, lo cual fue descrito como un efecto “techos de cristal” que las mujeres no pueden superar en sus niveles salariales. Los avances hacia la igualdad de género en las últimas décadas fueron muy importantes, consiguiendo algunos progresos significativos direccionados a respetar los derechos de las mujeres y permitir el empoderamiento de las mismas en todo el mundo3.
3. Revisión de literatura
En la región latinoamericana se evidencia que en empleos con condiciones similares existe una menor remuneración de las mujeres frente a los hombres (OIT, 2019). Estas brechas salariales por género son mucho más pronunciadas entre trabajadores de menores ingresos en esta región, es decir, que los trabajadores entre los percentiles 1 al 10 de la distribución de ingresos laborales tienen mayores brechas, mientras que los trabajadores que se encuentran entre los percentiles 15 a 35 y 65 a 85 han experimentado una caída de las mismas (OIT, 2019).
En la evidencia empírica en la región, distintos trabajos exploran la heterogeneidad de las brechas salariales a lo largo de la distribución, con el objeto de identificar en qué segmentos de la población trabajadora se presentan las mayores brechas. El trabajo de Carrillo et al. (2013) se constituye en el único que analiza las brechas por género en las áreas urbanas de 12 países latinoamericanos4. Los autores encuentran evidencia de las circunstancias de “suelos pegajosos” y “techos de cristal” a través de una descomposición cuantílica. También muestran que los países más pobres y con mayor inequidad salarial de la región tienen una mayor brecha salarial por género en los décimos percentiles de la distribución de ingresos5.
Siguiendo esta línea, Badel y Peña (2010) analizan las brechas de género implementando la descomposición de Machado y Mata (2005) y la ampliación de Albrecht et al. (2009) para el caso colombiano. Los autores encuentran que la brecha de género, controlando por las diferencias en las características observables, es mayor en los extremos de la distribución salarial, tanto antes como después del ajuste para la selección de la muestra, por lo que revelan tanto el efecto de “suelos pegajosos” como el de “techos de cristal”.
Tomando en cuenta la participación de las mujeres en el mercado laboral, Borraz y Robano (2011) analizan la brecha salarial por género a lo largo de toda la distribución de ingresos en Uruguay. Dicho trabajo también sigue la metodología planteada por Albrecht et al. (2009), e identifica que la brecha salarial se incrementó a lo largo de la distribución, lo que muestra un efecto “techos de cristal”6. Esta brecha salarial entre género es explicada principalmente por diferencias en los retornos de las características observables entre hombres y mujeres.
En cuanto a estudios realizados para Bolivia, Yañez (2004) estudia los comportamientos microeconómicos que explican el incremento de la desigualdad salarial por género en las áreas urbanas de Bolivia durante el periodo 1999-2002, mediante técnicas de microsimulación. El autor realiza una corrección de autoselección para construir la población contrafactual y corregir los errores del modelo Mincer. Con esta técnica encuentra que la desigualdad salarial está relacionada de manera positiva con el efecto participación, desempleo y precio. Es decir que la evolución de la desigualdad responde negativamente al desempeño del mercado laboral.
Muriel (2005) muestra que, en términos brutos, la brecha de ingresos laborales en el área urbana de Bolivia era cercana al 17%. Al introducir como variable de control a las trabajadoras por cuenta propia, dicha brecha se reduce en 50 puntos porcentuales, por lo que se destaca la importancia de la segregación laboral en la explicación de las brechas de género. Asimismo, se evidencia la existencia de una penalidad por ser mujer en ambas categorías ocupacionales, siendo el empleo cuentapropista en el que se reportan las mayores diferencias por género.
Recientemente, Urquidi et al. (2020) estudia la evolución de la brecha salarial en Bolivia utilizando la descomposición Oaxaca-Blinder y señala la disminución de la brecha salarial por género de 39% a 10% hasta el año 2018. El autor demuestra que los factores determinantes de esta disminución de la brecha son la reducción de la brecha educacional entre hombres y mujeres y cambios en el entorno social y familiar tales como el estado civil y la presencia de niños menores de 6 años en el hogar.
Sardán (2020) realiza el cálculo de brechas salariales de género ajustadas, controladas por características que explican el salario con la descomposición Oaxaca-Blinder. De la misma manera, para poder resolver los problemas de autoselección no aleatoria en el mercado laboral, la autora realiza una corrección de autoselección mediante el método propuesto por Heckman (1979). Los resultados evidencian la ventaja salarial de los hombres respecto a las mujeres tanto en el sector formal como en el informal.
Por lo tanto, los diversos estudios realizados demuestran la existencia de una brecha entre hombres y mujeres positiva. Asimismo, evidencian que las mujeres se encuentran en desventaja y en peores condiciones laborales que los hombres. Los estudios que corrigen por sesgo de autoselección encuentran que, luego del ajuste, la brecha prevalece. De acuerdo a los contextos de cada uno de los países, se muestra la existencia de “suelos pegajosos” o “techos de cristal” e inclusive la presencia simultánea de ambos. Estos resultados destacan la importancia de un análisis de las brechas de género en el mercado laboral que analice su comportamiento a lo largo de la distribución de ingresos.
4. Datos y variables
Este estudio se basa en los datos disponibles de las encuestas de hogares realizadas por el Instituto Nacional de Estadística de Bolivia (INE) desde el año 2011 hasta el 2019. Estas encuestas, al ser multitemáticas, son ideales para el propósito de este estudio, ya que comprenden un gran número de características individuales y de los hogares. Para el análisis se realiza un pool de datos por rangos de tiempo entre los años 2011 y 2013 (primer periodo), 2014 y 2016 (segundo periodo) y 2017 y 2019 (tercer periodo), de modo que los resultados sean más específicos y precisos. Dentro de la muestra se aplican algunos criterios de selección: (i) se consideró sólo a los trabajadores que reciben un ingreso mayor a cero, (ii) se tomó en cuenta a personas que tienen entre 18 y 60 años de edad, (iii) se analizaron sólo las áreas urbanas de Bolivia, (iv) y a los trabajadores que tienen como categoría ocupacional el ser asalariados e independientes, (v) se mantuvieron las observaciones que no tengan ningún missing value en las covariables utilizadas en los modelos7.
La variable dependiente para el análisis es el ingreso laboral mensual por hora en términos constantes,8 calculada como el ingreso laboral bruto mensual dividido por el tiempo de trabajo mensual; de esta manera, la variable se expresa en un ingreso laboral por hora. La muestra consta de 19,071 mujeres y 14,002 hombres para el primer periodo (2011-2013), 22,903 mujeres y 16,975 hombres para el segundo periodo (2014-2016) y 24,587 mujeres y 17,787 hombres para el último periodo (2017-2020), haciendo un total de 115,325 observaciones9. El Cuadro 1 presenta una lista de variables, con sus respectivas estadísticas descriptivas para el caso de las mujeres.
Para la selección del modelo de empleo, se consideraron todas las variables anteriormente descritas, más variables instrumentales adicionales que influyen en la participación en el mercado laboral pero no en los ingresos laborales. La elección de estas variables sigue la metodología empleada por Albrecht et al. (2009) y Biewen et al. (2020). Particularmente, se crearon dummies para identificar si las personas cuentan con hijos menores de edad dentro del hogar por rango de edad: (1) niños menores a 5 años, (2) entre 5 a 11 años y (3) entre 12 a 17 años. Variables dummies para identificar el rango de edad al cual pertenece la persona: (1) entre 18 y 29 años, (2) entre 30 y 44 años, (3) entre 45 y 60 años (se compara con el primer grupo de edad). Una variable dummy que indica si la persona es jefa de hogar. Una variable que indica el ingreso total del hogar de la persona. Finalmente, variables de información agregada sobre el mercado laboral, como la tasa de desempleo y participación laboral femenina a nivel departamental, para ver el efecto de la tendencia macroeconómica y efectos del ciclo comercial.
En las regresiones cuantílicas, se incluye un conjunto de dummies para etnicidad (si es indígena o no) 10, región del país: si pertenece (1) al altiplano (2) al valle o (3) a los llanos (se compara con la región de los altiplanos), y situación civil (si está casada/o). De la misma manera, se creó una variable para los años de educación y experiencia potencial11, la última junto a su expresión polinómica cuadrátic, y una variable dummy que indica la categoría ocupacional del trabajador (que toma el valor de uno para los trabajadores independientes y cero para los asalariados). Finalmente, se agregaron controles para los años que conforman los periodos.
Trabajan | No trabajan | |||||
---|---|---|---|---|---|---|
2011-2013 | 2014-2016 | 2017-2019 | 2011-2013 | 2014-2016 | 2017-2019 | |
Media/ (sd) | Media/ (sd) | Media/ (sd) | Media/ (sd) | Media/ (sd) | Media/ (sd) | |
Ingreso laboral por hora | 16.80 | 17.95 | 18.08 | |||
(17.06) | (17.02) | (16.61) | ||||
Años de educación | 11.36 | 10.95 | 11.30 | 11.04 | 10.73 | 11.19 |
(5.06) | (5.06) | (5.03) | (4.38) | (4.43) | (4.25) | |
Casada (%) | 56.04 | 57.54 | 56.0 | 57.77 | 61.33 | 60.81 |
(49.64) | (49.43) | (49.64) | (49.4) | (48.7) | (48.82) | |
Experiencia potencial | 19.81 | 20.29 | 20.83 | 14.95 | 15.21 | 14.99 |
(13.33) | (13.36) | (13.25) | (14.53) | (14.35) | (14.18) | |
Experiencia Potencial2 | 570.02 | 590.38 | 609.39 | 434.78 | 437.39 | 425.63 |
(630.44) | (642.66) | (642.43) | (639.29) | (638.18) | (625.53) | |
Trabajadora asalariada (%) | 57.86 | 56.04 | 54.19 | 0.00 | 0.00 | 0.00 |
(49.38) | (49.64) | (49.83) | (0.00) | (0.00) | (0.00) | |
Trabajadora independiente (%) | 42.14 | 43.96 | 45.81 | 0.00 | 0.00 | 0.00 |
(49.38) | (49.64) | (49.83) | (0.00) | (0.00) | (0.00) | |
Etnicidad (%) | 28.68 | 36.0 | 31.97 | 24.04 | 29.79 | 26.96 |
(45.23) | (48.0) | (46.64) | (42.74) | (45.73) | (44.38) | |
Región: altiplano (%) | 39.55 | 38.46 | 37.82 | 37.21 | 35.88 | 38.95 |
(48.9) | (48.65) | (48.49) | (48.34) | (47.97) | (48.77) | |
Región: valle (%) | 31.1 | 33.32 | 34.65 | 31.02 | 32.54 | 33.02 |
(46.29) | (47.14) | (47.59) | (46.26) | (46.86) | (47.03) | |
Región: llano (%) | 29.35 | 28.22 | 27.53 | 31.77 | 31.57 | 28.03 |
(45.54) | (45.01) | (44.67) | (46.56) | (46.48) | (44.92) | |
Año: 1 (%) | 30.65 | 33.8 | 33.0 | 30.12 | 30.84 | 33.64 |
(46.11) | (47.3) | (47.02) | (45.88) | (46.19) | 47.25 | |
Año: 2 (%) | 30.78 | 32.12 | 32.06 | 30.64 | 35.62 | 33.74 |
(46.16) | (46.7) | (46.67) | (46.1) | (47.89) | (47.28) | |
Año: 3 (%) | 38.57 | 34.08 | 34.93 | 39.23 | 33.54 | 33.62 |
(48.68) | (47.4) | (47.68) | (48.83) | (47.22) | (46.89) | |
Grupo etario: 18- 29 años (%) | 29.7 | 29.05 | 25.42 | 54.1 | 53.41 | 52.52 |
(45.7) | (45.4) | (43.54) | (49.83) | (49.89) | (49.94) | |
Grupo etario: 30- 44 años (%) | 41.91 | 42.89 | 44 | 26.07 | 27.9 | 27.98 |
(49.34) | (49.49) | (49.54) | (43.9) | (44.85) | 44.89 | |
Grupo etario: 45- 60 años (%) | 28.38 | 28.06 | 30.58 | 19.83 | 18.69 | 19.5 |
(45.09) | (44.93) | (46.08) | (39.87) | (38.99) | (39.62) | |
Jefatura de hogar (%) | 25.8 | 29.45 | 34.44 | 9.43 | 9.23 | 10.28 |
(43.76) | (45.58) | (47.53) | (29.23) | (28.95) | (30.37) | |
Número de niños/as menores a 5 años (%) | 23.59 | 23.29 | 22.41 | 29.94 | 30.69 | 30.0 |
(42.46) | (42.47) | (41.7) | (45.8) | (46.12) | (45.83) | |
Número de niños/as de 5 a 11 años (%) | 32.84 | 31.48 | 34.71 | 26.12 | 27.58 | 28.7 |
(46.97) | (46.45) | (47.61) | (43.93) | (44.69) | (45.24) | |
Número de adolescentes de 12 a 17 años (%) | 30.56 | 27.86 | 31.19 | 20.25 | 19.58 | 19.17 |
(46.07) | (44.83) | (46.33) | (40.19) | (39.68) | (39.36) | |
Ingreso total del hogar (en miles) | 7.45 | 7.33 | 6.44 | 6.28 | 5.77 | 5.17 |
(6.37) | (6.49) | (4.74) | (6.15) | (5.89) | (4.02) | |
Participación laboral femenina (departamental) | 50.38 | 50.08 | 49.10 | 49.76 | 49.27 | 48.78 |
(4.17) | (4.64) | (3.14) | (4.32) | (4.52) | (3.13) | |
Tasa de desempleo (departamental) | 2.16 | 2.54 | 3.24 | 2.16 | 2.52 | 3.23 |
(0.66) | (0.74) | (0.84) | (0.66) | (0.74) | (0.84) | |
Observaciones | 10739 | 12385 | 13108 | 8332 | 10518 | 11479 |
Fuente: Elaboración propia con base en datos de las Encuestas de Hogares 2011-2019.
Nota: Errores estándar en paréntesis. La variable año 1 en el primer, segundo y tercer periodo de análisis es 2011, 2014 y 2017, respectivamente; la variable año 2 en el primer, segundo y tercer periodo de análisis es 2012, 2015 y 2018, respectivamente; la variable año 3 en el primer, segundo y tercer periodo de análisis es 2013, 2016 y 2019, respectivamente.
5. Metodología
5.1. Regresiones cuantílicas condicionales
Una aproximación especialmente popular es el modelo propuesto por Machado y Mata (2005) (método M-M), quienes usan regresiones cuantílicas condicionales para estimar distribuciones marginales de los ingresos laborales en diferentes escenarios contrafactuales. El método M-M puede ser visto como una generalización del método Oaxaca-Blinder12 y como una extensión de la aproximación de descomposiciones de varianza (Firpo et al., 2009)13. La misma fue ampliada por Albrecht et al., (2009) mediante la aplicación de Buchinsky (1998), la cual reconoce la existencia de una autoselección no aleatoria por parte de las mujeres. Sin embargo, el uso de esta metodología fue cuestionada por los autores Huber y Melly (2015), quienes señalan que esta aproximación es válida sólo para los términos de regresión y errores que son condicionalmente independientes a las probabilidades de selección. A partir de esa crítica, los autores Huber y Melly (2015) desarrollan una prueba para comprobar la independencia condicional antes de aplicar la corrección de sesgo de autoselección de Buchinsky (1998), la cual es aplicada por Biewen et al. (2020) al realizar una transformación al modelo de Albrecht et al. (2009) 14.
Dado que el objetivo de este trabajo es analizar el comportamiento de las brechas de ingresos laborales por género en la distribución de ingresos laborales, (
5.2. El modelo: una aproximación de descomposiciones cuantílicas
Para el modelo se consideran dos grupos, A y T. El primer grupo (A) representa a todas las mujeres, estén empleadas o no. El grupo T incluye a todas las mujeres que efectivamente tengan alguna ocupación en el mercado laboral. Debido a que sólo se observa la distribución de ingresos laborales de las mujeres ocupadas (T), Buchinsky (1998) añade una selección de muestras de correcciones, para las mujeres con empleo, para cada quintil, que se describe de la siguiente manera:
Donde
Donde la inversa del ratio de Mills es representado por
Para resolver que el intercepto de la ecuación de ingresos laborales
Estos escenarios contrafactuales, denotados por
Basado en Albrecht et al. (2009) y Biewen et al. (2020), este efecto puede separarse por las diferencias en las características observables y las diferencias de las características no observables.
5.3. Prueba de independencia condicional
Huber y Melly (2015) demuestran que el modelo de Buchinsky (1998) asume independencia condicional en términos de densidad conjunta de los errores entre el modelo de autoselección y el de ingresos laborales
Para comprobar si se cumple la independencia condicional en el modelo realizado en este trabajo, se aplica la prueba Huber/Melly (2015), que mide la igualdad de los coeficientes de las regresiones en la muestra elegida. La hipótesis nula de esta prueba es
5.4. Modelo transformado
Biewen et al. (2020) proponen un ajuste al modelo original, de manera que esta independencia se cumpla, considerando una transformación por
Si la condición de independencia se cumple, puede aplicarse la corrección de sesgo de Buchinsky (1998) al modelo. Para este trabajo es necesario desarrollar la transformación del modelo con heteroscedasticidad multiplicativa expresado de la siguiente manera:
Donde
Similar al modelo de Chen y Khan (2003), este modelo implica la elección de dos cuantiles
Donde la expresión
Se mantiene el supuesto de independencia condicional, porque el error transformado depende sólo de
Siguiendo a Biewen et al. (2020), la corrección por autoselección se realiza mediante la estimación de un modelo de autoselección, probit, que contiene todas las características que potencialmente afectan a la participación de la mujer en el mercado laboral (la variable dependiente es una variable dummy que toma el valor de uno si la mujer se encuentra ocupada, y cero en caso contrario). Las predicciones de este modelo se utilizan para calcular una serie de potencias del ratio de Mills, los cuales se introducen a las regresiones cuantílicas del modelo transformado que pasa la prueba de Huber y Melly (2015).
6. Supuestos del modelo
Como se mencionó anteriormente, es necesario realizar la prueba para ver si se cumple supuesto de independencia condicional de la densidad conjunta de los errores de los modelos de ingresos y autoselección22. El Cuadro 2 muestra que el modelo no presenta problemas de independencia condicional, pues la prueba Huber y Melly pasa fácilmente en todos los casos de rango de quintiles (5-95, 10-90, 15-85 y 20-80) tanto con el estadístico KS como con el CM. Por lo tanto, se aplica el modelo transformado para construir los escenarios contrafactuales de las distribuciones de ingreso.
[0.05, 0.95] | [0.10, 0.90] | [0.15, 0.85] | [0.20, 0.80] | ||
---|---|---|---|---|---|
2011-2013 | Kolmogorov-Smirnov | 0.81 | 1.000 | 1.000 | 1.000 |
Cramér-von Mises | 1.000 | 1.000 | 1.000 | 1.000 | |
2014-2016 | Kolmogorov-Smirnov | 1.000 | 1.000 | 1.000 | 1.000 |
Cramér-von Mises | 1.000 | 1.000 | 1.000 | 1.000 | |
2017-2019 | Kolmogorov-Smirnov | 1.000 | 1.000 | 1.000 | 1.000 |
Cramér-von Mises | 1.000 | 1.000 | 1.000 |
Fuente: Elaboración propia con base en datos de las Encuestas de Hogares 2011-2019.
7. Resultados
En esta sección se presentan los resultados principales. Es importante reconocer que los datos agrupados permiten sólo el análisis de la evolución de la brecha promedio en los años agrupados, y no así para un año en particular. Los resultados presentados corresponden al modelo de autoselección, donde se busca analizar los factores determinantes de la ocupación de las mujeres, y los modelos de regresiones cuantílicas antes y después de corregir por sesgo de autoselección. Cabe recalcar que, para estos modelos, la variable dependiente es el logaritmo del ingreso laboral.
7.1. Brechas brutas entre hombres y mujeres
En el Gráfico 1 se pueden apreciar las brechas de género brutas en las que se observa estos aspectos centrales: i) los hombres tienen una remuneración más alta en cada uno de los quintiles de la distribución en la parte baja y media, es decir, existe una brecha positiva; la brecha más baja se observa a partir del quintil 85, la cual sigue siendo positiva en el primer periodo y se torna negativa en los siguientes dos periodos, ii) en el extremo más bajo de la distribución la brecha es significativamente más alta que en los quintiles superiores (la brecha en los dos primeros periodos para los quintiles que se encuentran por debajo del décimo es superior al 50%, mientras que para el tercer periodo es de alrededor del 48%), iii) en el extremo más alto se observa un leve aumento de la brecha en comparación a los quintiles de la parte media-alta de la distribución en el primer periodo, iv) a medida que se transita en el tiempo, la brecha a lo largo de la distribución es menor, por lo que la diferencia promedio en retribuciones entre hombres y mujeres registrada en 2017-2019 es la menor de todo el periodo de estudio.
Estos datos indicarían que existen indicios del fenómeno de “suelos pegajosos” en Bolivia en los tres periodos analizados, y si bien esta brecha promedio disminuyó en el tiempo, la presencia de esta circunstancia se mantiene en el tiempo. En cambio, no se evidencia la existencia de “techos de cristal” en la parte superior de la distribución, dado que en los quintiles más altos se presentan retribuciones más similares entre hombres y mujeres. Este comportamiento diferenciado en la distribución posiblemente se debe a que en la parte más baja existe una mayor concentración de mujeres con menores dotaciones en educación y experiencia, que obtienen un menor ingreso laboral, muchas de ellas desempeñándose en trabajos inestables, como independientes, y con menores posibilidades de movilidad laboral. A medida que se transita a quintiles superiores, las dotaciones de las mujeres en estas características aumentan, y por lo tanto su señalización en el mercado laboral mejora, permitiéndoles ingresar a sectores mejor retribuidos y obtener mayores ingresos, incluso marginalmente mayores a los de los hombres en los quintiles superiores de los últimos dos periodos.
7.2. Modelo de autoselección
Como siguiente punto, se muestran los resultados del modelo de autoselección, los cuales se obtienen a partir de un modelo probit donde la variable dependiente es la ocupación en el mercado laboral. Esta corrección por sesgo de autoselección sólo se realiza para la submuestra de mujeres, por las razones expuestas en la parte metodológica.
En el Cuadro 3 se muestran los coeficientes y los efectos marginales de la condición de ocupación de las mujeres, evidenciando los siguientes resultados: (i) el coeficiente de la variable de educación es positivo y significativo, lo que indica que las mujeres con mayor educación tienen una mayor probabilidad de trabajar, (ii) el coeficiente de la variable de estado civil es negativo y significativo, lo que significa que estar casada disminuye la probabilidad de trabajar, (iii) la variable de experiencia potencial implica una relación positiva y significativa, es decir, una mayor experiencia se traduce en una mayor probabilidad de trabajar, pero a una tasa decreciente (debido al signo negativo de la experiencia al cuadrado), (iv) la variable de etnicidad es positiva y significativa, lo que implica que las mujeres indígenas tienen mayor probabilidad de trabajar, (v) si la mujer es jefa de hogar, su probabilidad de trabajar aumenta, (vi) la presencia de hijos menores a 5 años en el hogar tiene un efecto negativo y significativo en la probabilidad de trabajar (a excepción del último periodo); en cambio, la presencia de hijos de entre 5 a 11 años es positiva y significativa. Finalmente, los hijos de 12 a 17 años dentro de un hogar sólo tienen un efecto significativo en el último periodo al 90%, (vii) si el ingreso del hogar es mayor, la probabilidad de trabajar de la mujer también es mayor, (viii) los controles regionales por departamento muestran una asociación positiva con la probabilidad de trabajar (participación laboral) y negativa en el caso de la tasa de desempleo. Además, se agregaron controles por años, los cuales no muestran una significancia en todos los periodos.
Modelos Probit | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|
2011-2013 | 2014-2016 | 2017-2019 | ||||
Coef. | EM. | Coef. | EM. | Coef. | EM. | |
Variables | ||||||
Años de educación | 0.046*** | 0.016*** | 0.043*** | 0.015*** | 0.032*** | 0.011*** |
(0.003) | (0.001) | (0.003) | (0.001) | (0.003) | (0.001) | |
Casado/a | -0.237*** | -0.083*** | -0.227*** | -0.078*** | -0.280*** | -0.094*** |
(0.027) | (0.009) | (0.025) | (0.008) | (0.024) | (0.008) | |
Experiencia potencial | 0.074*** | 0.026*** | 0.072*** | 0.025*** | 0.070*** | 0.024*** |
(0.004) | (0.001) | (0.004) | (0.001) | (0.004) | (0.001) | |
Experiencia potencial2 | -0.001*** | -0.000*** | -0.001*** | -0.000*** | -0.001*** | -0.000*** |
(0.000) | (0.000) | (0.000) | (0.000) | (0.000) | (0.000) | |
Etnicidad | 0.184*** | 0.064*** | 0.235*** | 0.081*** | 0.178*** | 0.060*** |
(0.024) | (0.008) | (0.022) | (0.007) | (0.021) | (0.007) | |
Región: valle | -0.008 | -0.003 | 0.036* | 0.012* | 0.030 | 0.010 |
(0.024) | (0.008) | (0.022) | (0.008) | (0.021) | (0.007) | |
Región: llano | 0.031 | 0.011 | 0.090*** | 0.031*** | 0.039 | 0.013 |
(0.028) | (0.010) | (0.027) | (0.009) | (0.027) | (0.009) | |
Año 2 | -0.014 | -0.005 | 0.059** | 0.020** | -0.037* | -0.012* |
(0.026) | (0.009) | (0.028) | (0.010) | (0.022) | (0.007) | |
Año 3 | -0.060*** | -0.021*** | 0.014 | 0.005 | -0.046* | -0.015* |
(0.023) | (0.008) | (0.026) | (0.009) | (0.027) | (0.009) | |
Grupo etario: 30-44 años | 0.084** | 0.029** | 0.077** | 0.027** | 0.126*** | 0.042*** |
(0.043) | (0.015) | (0.039) | (0.013) | (0.038) | (0.013) | |
Grupo etario: 45-60 años | -0.220*** | -0.077*** | -0.175*** | -0.060*** | -0.155** | -0.052** |
(0.074) | (0.026) | (0.067) | (0.023) | (0.065) | (0.022) | |
Jefatura de hogar | 0.590*** | 0.207*** | 0.751*** | 0.259*** | 0.829*** | 0.278*** |
(0.030) | (0.010) | (0.027) | (0.009) | (0.025) | (0.008) | |
Número de niños menores a 5 años | -0.061** | -0.021** | -0.056** | -0.019** | -0.031 | -0.010 |
(0.025) | (0.009) | (0.023) | (0.008) | (0.023) | (0.008) | |
Número de niños de 5 a 11 años | 0.071*** | 0.025*** | 0.053** | 0.018** | 0.088*** | 0.030*** |
(0.025) | (0.009) | (0.022) | (0.008) | (0.022) | (0.007) | |
Número de adolescentes de 12 a 17 años | 0.013 | 0.005 | 0.007 | 0.002 | 0.059** | 0.020** |
(0.026) | (0.009) | (0.024) | (0.008) | (0.023) | (0.008) | |
Ingreso total del hogar (en miles) | 0.025*** | 0.009*** | 0.035*** | 0.012*** | 0.060*** | 0.020*** |
(0.002) | (0.001) | (0.002) | (0.001) | (0.002) | (0.001) | |
Participación laboral femenina (departamental) | 0.024*** | 0.008*** | 0.031*** | 0.011*** | 0.024*** | 0.008*** |
(0.003) | (0.001) | (0.003) | (0.001) | (0.004) | (0.001) | |
Tasa de desempleo (departamental) | -0.032* | -0.011* | -0.030** | -0.010** | -0.012 | -0.004 |
(0.017) | (0.006) | (0.015) | (0.005) | (0.014) | (0.005) | |
Constante | -2.371*** | -2.898*** | -2.597*** | |||
(0.150) | (0.155) | (0.187) | ||||
Observaciones | 19071 | 19071 | 22924 | 22924 | 24587 | 24587 |
Fuente: Elaboración propia con base en datos de las Encuestas de Hogares 2011-2019.
Nota: Errores estándar en paréntesis. Coef: Coeficientes. EM: Efectos Marginales. ***significativo al 1%, ** al 5%, * al 10%. La variable año 1 en el primer, segundo y tercer periodo de análisis representa el año 2012, 2015 y 2018, respectivamente; la variable año 2 en el primer, segundo y tercer periodo de análisis representa el año 2013, 2016 y 2019, respectivamente.
7.3. Brechas de género estimadas en los tres periodos
Una vez que se corrige por el sesgo de autoselección23, se estiman las regresiones cuantílicas para los modelos de ingreso definido en la sección de datos y variables. Los resultados para mujeres (con y sin corrección por sesgo de autoselección)24 se reportan en los cuadros de los anexos. Los resultados centrales de estas regresiones se detallan en los cuadros 6, 8 y 10 del Anexo 2. Muestran que, al corregir por sesgo de autoselección para las mujeres: (i) la educación tiene un impacto positivo en todos los quintiles de la distribución al igual que la variable de estado civil (casada/o), las regiones del valle y llano (a excepción de la variable de región del valle, que no es significativa en el último periodo). Estos resultados implicarían que las mujeres con mayor nivel educativo y que son casadas tienen una mayor ingreso, al igual que aquéllas que pertenecen a las regiones del valle y llano tienen un mayor ingreso laboral con respecto a las que pertenecen a la región altiplánica, (ii) los controles de años que también muestran un impacto positivo y significativo (a excepción del año 2012 en el primer periodo, el cual es negativo y no significativo) señalan que las mujeres en los últimos años de cada periodo analizado tendrían también un mayor ingreso, el cual reduciría la brecha promedio, (iii) ser mujer indígena se asocia a una relación negativa en todos los quintiles, al igual que la variable de trabajador independiente, lo que implica que las mujeres no indígenas y trabajadoras asalariadas ganarían más que las mujeres indígenas y trabajadoras independientes, respectivamente.
Adicionalmente, en la aproximación se desarrollan los resultados de las estimaciones de los escenarios contrafactuales, siguiendo el proceso propuesto por Albrecht et al. (2009) aplicando el modelo transformado propuesto por Biewen et al. (2020) expuesto en la sección metodológica. Como se detalla en los gráficos que se muestran más adelante, se presentan las brechas entre hombres y mujeres considerando distintos escenarios construidos con los ingresos estimados.
En el Gráfico 2 se presenta el primer escenario contrafactual donde se comparan los ingresos en logaritmo de hombres y mujeres con características de los hombres (características de las regresiones cuantílicas) pero manteniendo sus retornos (sus remuneraciones), es decir, muestra la brecha después de que se toma en cuenta la diferencia en la distribución de las características observables. Para los tres periodos establecidos se evidencia una brecha positiva, la cual es superior en los quintiles más bajos de la distribución y se reduce a medida que se transita hacia los quintiles más altos. Comparando con el Gráfico 1 de las brechas brutas, se observa que las brechas son idénticas con este escenario contrafactual. Si las mujeres mantienen sus características observables, pero son remuneradas como hombres, la brecha sería mucho más pequeña a la observada cuando se igualan hombres y mujeres en características. Por tanto, la brecha observada se explica más por diferencias en los retornos de las características observadas capturadas en los modelos (educación, estado civil, experiencia potencial, etnicidad, condición de actividad) entre hombres y mujeres. Este escenario refleja que, aunque las mujeres tengan la misma distribución de características observables de los hombres, las retribuciones que las mujeres perciben aún son más bajas, ocasionando que la brecha persista.
Del escenario mencionado anteriormente, se observa que estas características no son valoradas para poder reducir la brecha, y que podrían existir otros factores como el hecho de ser mujer, la raza, la condición jerárquica en la fuente laboral, el contexto cultural, la motivación, las habilidades cognitivas u otros no observados que influyen para que las mujeres, con iguales dotaciones observables que los hombres, sean retribuidas de manera inferior. Por un lado, la situación descrita tiene un mayor peso en la parte baja de la distribución, por lo que los hombres son mejor remunerados y las mujeres estarían “atrapadas” en trabajos de baja remuneración con menores posibilidades de una movilidad laboral que los hombres. Por otro lado, en la parte más alta se observa una brecha más pequeña e incluso una brecha negativa para los quintiles superiores, lo cual se hace más evidente en el segundo y tercer periodo. Esta última situación se puede atribuir a que en los últimos periodos las mujeres de estos segmentos poseen mayores dotaciones con respecto a mujeres de otros segmentos, pero iguales a las de los hombres, lo que podría dar lugar al acceso a cargos más altos, gerenciales o de toma de decisiones, y mejor remunerados que los hombres.
Siguiendo con los ejercicios de descomposición de la brecha, como siguiente paso se analiza el efecto del sesgo de autoselección sobre la distribución de ingresos laborales de las mujeres. El Gráfico 3 muestra la brecha entre los hombres que trabajan y la distribución de las mujeres resultante de la corrección por sesgo de autoselección. Dado que las mujeres que trabajan no representan una submuestra aleatoria de las mujeres, la brecha bruta subestima la brecha existente entre hombres y mujeres en las áreas urbanas de Bolivia. En los tres periodos establecidos se puede observar que la brecha sigue siendo positiva y el efecto de la autoselección también es positivo, lo cual indicaría: (i) las mujeres que actualmente trabajan tendrían un mayor ingreso laboral con respecto al ingreso potencial de las mujeres que no trabajan, pero que recibirían siendo parte del mercado laboral, (ii) el efecto en la distribución corregido por el sesgo de autoselección es mayor a la brecha bruta, principalmente en la parte baja de la distribución en los primeros dos periodos, (iii) esta brecha es significativamente superior al 20% en la parte baja para el primer periodo, entre 25% y 35% en el segundo periodo y menor al 10% para el tercer periodo, (iv) en las partes media y alta esta diferencia se reduce, siendo para el primer periodo inferior al 10%, entre 12% y 20%; en el segundo periodo y para el tercer periodo se mantiene inferior al 10%, (v) estos resultados dan indicios de una posible existencia de “suelos pegajosos” para las mujeres que trabajan.
En línea con los anteriores resultados mostrados en las regresiones cuantílicas, se puede concluir que existe el fenómeno de “suelos pegajosos”. Esto implica que las mujeres que se encuentran inmersas en esta circunstancia tienen una menor educación, no se encuentran casadas, se identifican como indígenas y son trabajadoras independientes. Al corregir por sesgo de autoselección, el efecto es más fuerte en los dos primeros periodos para el segmento más bajo de la distribución. La intuición detrás de este resultado es que las mujeres que potencialmente entrarían al mercado laboral generarían ingresos menores que aquéllas que efectivamente trabajan, y las diferencias tanto en características observables como no observables entre las mujeres que trabajan y las que no es más significativa en este segmento de la distribución. La brecha es especialmente subestimada en el segundo periodo, ya que después de la corrección muestra las brechas más altas de todo el periodo analizado, posiblemente debido a que en este periodo, caracterizado por el inicio de la desaceleración de la economía, las mujeres que potencialmente trabajarían obtendrían una retribución inferior a las que efectivamente trabajan y se insertarían a sectores más inestables y precarios debido a una falta de oportunidades para conseguir trabajos de mayor calidad y menor movilidad laboral caracterizada por la presencia de “suelos pegajosos”.
En línea con estos resultados, en la parte alta de la distribución el efecto del sesgo de autoselección, en los tres periodos, es casi nulo, lo que puede dar indicios de que las mujeres que actualmente no trabajan tienen en promedio características observables y no observables similares a las de aquéllas que están trabajando. Además, no se evidencian “techos de cristal” porque estas mujeres reciben remuneraciones similares a las de los hombres, e inclusive éstas son marginalmente mayores en los quintiles superiores. Finalmente, para el tercer periodo no se observan diferencias en el efecto del sesgo de autoselección, debido a que en promedio para todos los segmentos de la distribución las mujeres que no trabajan cuentan con características muy similares a las que ya se encuentran en el mercado laboral.
El Gráfico 4 muestra si el sesgo de autoselección es explicado principalmente por características observables o por factores no observables: (i) en los tres periodos se aprecia que el efecto de sesgo de autoselección por características observables es negativo en la distribución aproximadamente hasta el quintil 70; a partir del mismo, este efecto se vuelve positivo (ver Gráfico 4a), (ii) en los primeros dos periodos el efecto de las características no observables es significativamente más alto en los quintiles inferiores hasta aproximadamente el quintil 70 de la distribución (ver Gráfico 4b), (iii) sin embargo, en el tercer periodo este efecto es más homogéneo a lo largo de la distribución.
La intuición detrás de este resultado, por un lado, es que en la parte superior de la distribución las mujeres que efectivamente trabajan cuentan con mejores características observables que las que se encuentran fuera del mercado laboral en los tres periodos. Por tanto, sus ingresos laborales son mayores al ingreso potencial de las que no trabajan. Por otro lado, los resultados de ambos efectos (por características observables y no observables) implican que las que no trabajan tienen mejores características observables; consecuentemente, la mayor parte del sesgo de autoselección positivo se explicaría por características no observables, principalmente en la parte baja de la distribución. Es decir que las mujeres en estos segmentos son más afectadas por otros factores no observables, entre los cuales se encuentran la discriminación por temas de raza o sexo, habilidades cognitivas, motivación u otros que no se pueden capturar con la información disponible para la construcción de los modelos, que impiden que las mujeres puedan tener una movilidad en sus empleos o que puedan ingresar al mercado laboral. En el tercer periodo, las características no observables tienen un peso similar a lo largo de la distribución, es decir, las mujeres de todos los segmentos son afectadas de igual manera por otros factores no capturados en los modelos.
Por último, en el Gráfico 5 se analiza qué proporción es explicada por las diferencias a los retornos a las características igualadas entre hombres y mujeres, y cuál se debe a las diferencias en las distribuciones de estas características. Al igual que en el caso sin corrección por autoselección, cuando se controla por las características observables (educación, estado civil, experiencia potencial, etnicidad, condición de actividad), la brecha observada se explica más por diferencias en los retornos a estas características entre hombres y mujeres. Es decir, incluyendo a las mujeres que potencialmente trabajarían, las retribuciones aún serían inferiores a las de los hombres, ocasionando que la brecha se mantenga, y este efecto es nuevamente más evidente en la parte más baja de la distribución.
En el Cuadro 4 se pueden apreciar las brechas del modelo transformado para cada periodo para los quintiles seleccionados junto a sus diferencias, siguiendo a Arulampalam et al. (2007). Este ejercicio permite conceptualizar de manera más clara la existencia de “suelos pegajosos” y/o “techos de cristal”. Siguiendo las definiciones tradicionales, existirá un efecto de “suelos pegajosos” si la diferencia entre el quintil 50 y el 10 es negativo; en el mismo sentido, existirá un efecto de “techos de cristal” si la diferencia entre el quintil 90 y el 50 es positivo.
Según los datos, existe un efecto de “suelos pegajosos” para las mujeres en el mercado laboral urbano boliviano en los tres periodos analizados, dado que la diferencia entre el quintil 50 y el 10 es negativa. Es decir, las brechas registradas en la parte más baja de la distribución son sistemáticamente mayores a las registradas en la media de la distribución y en la parte alta de la misma. Asimismo, no se evidencian “techos de cristal” debido a que en la parte más alta de la distribución la brecha es menor a la de la parte media de la misma. Estos resultados van en línea con la evidencia encontrada en la literatura para el país, y sugieren que las mujeres experimentan barreras mucho más marcadas en la parte baja de la distribución, lo que se puede asociar a una alta concentración de mujeres en trabajos precarios, con baja calificación y con una baja movilidad laboral; sin embargo, éstas pierden fuerza en el último periodo analizado.
8. Conclusiones
Existe una literatura emergente que evidencia la existencia de una brecha positiva entre hombres y mujeres y, por tanto, las mujeres se encuentran en desventaja y con menores remuneraciones laborales que los hombres. Además, se destaca la importancia de un análisis de las brechas de género en el mercado laboral que estudie su comportamiento a lo largo de la distribución de ingresos y reconozca la importancia de una autoselección no aleatoria al mercado laboral por parte de las mujeres, dado que los niveles de participación laboral en el país para ellas son inferiores respecto a los niveles de los hombres y existen diferencias en características entre mujeres que trabajan y no trabajan.
En el presente trabajo se estudió la evolución de la brecha de ingresos laborales en las áreas urbanas de Bolivia, distinguiendo tres periodos de estudio, 2011-2013, 2014-2016 y 2017-2019, lo que permite obtener una brecha en retribuciones promedio para dichos periodos. A diferencia de estudios previos realizados en Bolivia, este trabajo considera el análisis de las brechas a lo largo de la distribución y realiza un ajuste por sesgo de autoselección para las mujeres que trabajan, dado que no representan una submuestra aleatoria de las mujeres. Para tal efecto, se utiliza un modelo de regresiones cuantílicas condicionales transformado, propuesto por Biewen et al. (2020).
Según los resultados, para los tres periodos establecidos se evidencia una brecha bruta promedio positiva en las remuneraciones entre hombres y mujeres, que, si bien es menor en el último periodo, persiste en el tiempo. Los resultados reflejan una heterogeneidad existente en la distribución de los ingresos laborales en las áreas urbanas de Bolivia. Se evidencia una brecha superior en los quintiles más bajos de la distribución, revelando la presencia de “suelos pegajosos”. Esta brecha se reduce a medida que se transita a la parte media y la parte alta de la distribución, donde se observan retribuciones mucho más similares entre hombres y mujeres; incluso en los segmentos más altos las mujeres son retribuidas marginalmente mejor, lo cual descarta la presencia de “techos de cristal”.
Las brechas observadas se explican más por diferencias en los retornos de las características observadas medidas en los modelos cuantílicos (educación, estado civil, experiencia potencial, etnicidad, condición de actividad) entre hombres y mujeres, y en menor medida por las diferencias en estas características entre hombres y mujeres. Por lo tanto, podrían existir otros factores no capturados como características de la fuente laboral, habilidades cognitivas, motivaciones, contexto cultural o la presencia de cierta discriminación hacia las mujeres que están influyendo, principalmente en la parte baja de la distribución, para que ellas obtengan una menor remuneración que sus contrapartes hombres.
Como en Bolivia se presentan tasas de participación laboral femeninas inferiores a las masculinas y, además, las mujeres que trabajan y no trabajan poseen diferencias en características personales, las mujeres que trabajan no representan una submuestra aleatoria de las mujeres, lo que ocasiona que la brecha bruta no refleje la brecha existente entre hombres y mujeres. En los tres periodos establecidos se puede observar que el efecto de la autoselección es positivo, lo cual indica que las mujeres que actualmente trabajan tendrían un mayor ingreso laboral con respecto al ingreso potencial de las mujeres que no trabajan, pero que recibirían siendo parte del mercado laboral. También se observa que, controlando por las características observables (educación, estado civil, experiencia potencial, etnicidad, condición de actividad), la brecha observada se explica principalmente por diferencias en los retornos a estas características entre hombres y mujeres.
Además, esta brecha sigue siendo más profunda en los quintiles más bajos, más fuerte en los dos primeros periodos y explicada especialmente por diferencias en características no observables. Esto se explica porque las mujeres, en estos segmentos, son más afectadas por factores no observables que no se capturan en los modelos, que impiden que las mujeres puedan tener una movilidad en sus empleos o que puedan ingresar al mercado laboral. Mientras que una situación contraria se observa entre las mujeres en la parte alta de la distribución, pues las mujeres que efectivamente trabajan cuentan con mejores características observables que las que se encuentran fuera del mercado laboral.
Por otra parte, la brecha en el segundo periodo se amplía en toda la distribución y es especialmente subestimada. Después de la corrección se observan las brechas más altas de todo el periodo analizado, lo cual puede responder a una falta de oportunidades para insertarse en trabajos de mayor calidad por parte de las mujeres que potencialmente trabajarían. En el tercer periodo se presentan las brechas más bajas de todo el periodo analizado, lo cual responde a que las mujeres que no trabajan cuentan con características muy similares a las que ya se encuentran en el mercado laboral. Todos estos resultados confirman la presencia del fenómeno de “suelos pegajosos” para las mujeres en las áreas urbanas en los quintiles más bajos del mercado laboral boliviano.
Con base en los resultados y debido a que las brechas son mayores en la parte más baja de la distribución, se sugiere: (i) posiblemente las mujeres en estos segmentos estén en trabajos de menor calidad, sin acceso a protección social por lo que las intervenciones deberían facilitar el acceso de las mujeres a trabajos formales y de mayor calidad, (ii) las mujeres que entran al mercado laboral podrían estar inclinándose hacia trabajos más precarios y peor remunerados debido a falta de políticas de cuidado, guarderías, licencias maternales, entre otras, por lo que se podría buscar la provisión de servicios públicos universales de cuidado, (iii) dado que la brecha en la parte baja se explica principalmente por características no observables, se debe explorar qué otros factores determinan la productividad y cuáles ocasionan barreras a la entrada al mercado laboral y menores retribuciones a las mujeres, de manera que las políticas puedan ser enfocadas a nivelar la participación laboral y permanencia por parte de las mujeres, como también a que las retribuciones recompensen sus habilidades de manera equitativa a la de los hombres.
Para finalizar, con este estudio se pretende motivar nuevas investigaciones que indaguen los determinantes de la existencia de “suelos pegajosos” en las áreas urbanas de Bolivia. Además, se resalta el interés de abordar el tema del presente trabajo desde otras aproximaciones metodológicas, con el objetivo de constatar los resultados obtenidos.