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Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP
versión On-line ISSN 2077-2161
Ajayu vol.19 no.2 La Paz 2021
ARTÍCULO
UN DIÁLOGO ENTRE PSICOANÁLISIS Y POESÍA
BORDEANDO EL AGUJERO DE LA MUERTE
A DIALOGUE BETWEEN PSYCHOANALYSIS AND POETRY
SKIRTING THE HOLE OF DEATH
UM DIÁLOGO ENTRE PSICANÁLISE E POESIA
CONTORNANDO O BURACO DA MORTE
María Elena Lora F. (PhD)[1]
RESUMEN
El trabajo nace del diálogo entre las disciplinas: psicoanálisis, literatura, poesía; se hace un paralelismo entre psicoanálisis y poesía a partir de la obra de Edmundo Camargo, precisando la invitación del psicoanálisis a tejer con la palabra, a hacer significar más allá del hecho en bruto. La palabra viva dice lo que no dice, dice más allá de la metáfora o metaforiza lo real. Evidentemente, ese es un intersticio en el que el inconsciente y la poesía logran rozarse en los pliegues de la piel compartida en ese umbral. Así el psicoanálisis y la poesía logran un decir de lo que no puede ser dicho.La analogía entre la palabra analítica y la poética: el analista revela en su decir esa no correspondencia con la palabra del otro. La palabra analítica y la palabra poética tienen un saber decir en el silencio, en el gesto, en un murmullo, en un pequeño acto, en un corte. Ambas palabras no se registran en la sintaxis prosaica de los dichos, van siempre más allá y así se constituyen en una esfera de significaciones en el cuerpo: lo toca, lo conmueve, crea resonancias.
Palabras clave: psicoanálisis, poesía, palabra análitica, cuerpo, muerte
ABSTRACT
The work is born between disciplines: Psychoanalysis, Literature, Poetry; a parallelism between Psychoanalysis and poetry is done, based on the work from Edmundo Camargo, ascertaining the invitation from the Psychoanalysis to knit with the word, to make signify beyond the brut fact. The living word says what it does not say, states beyond a metaphor or ‘metaphorizes’ the real. Evidently, this is an interstice in which unconscious and poetry manage to touch each others shared skin folds under a sill. Thus and so, Psychoanalysis and Poetry manage to tell something that can not be told. The analogy between the analytical word and the poetic one: the Analyst reveals in its saying the non correspondence with the word from the other. The analytical word and the poetic word have a way of saying in silence, in gesture, in a whisper, in a small act, in a scansion. Both words do not get registered in the prosaic syntaxis of sayings, they go always beyond and so they constitute themselves in a sphere of significations in the body, they touch it, stir it, create resonances.
Key words: Psychoanalysis, poetry, analytic word, body, death
RESUMO
A obra nasce do diálogo entre as disciplinas: psicanálise, literatura, poesia; Um paralelo é feito entre a psicanálise e a poesia a partir da obra de Edmundo Camargo, especificando o convite da psicanálise a tecer com a palavra, para fazê-la significar além do fato cru. A palavra viva diz o que não diz, diz além da metáfora ou metaforiza o real. Obviamente, esta é uma lacuna em que o inconsciente e a poesia conseguem roçar nas dobras da pele compartilhada naquele limiar. Assim, a psicanálise e a poesia conseguem dizer o que não pode ser dito. A analogia entre a palavra analítica e a poética: o analista revela no dizer aquela não correspondência com a palavra alheia. A palavra analítica e a palavra poética têm um saber dizer no silêncio, nos gestos, no murmúrio, no pequeno ato, no corte. Ambas as palavras não se inscrevem na sintaxe prosaica dos ditos, vão sempre mais longe e tornam-se, assim, uma esfera de significados no corpo: toca, move, cria ressonâncias.
Palavras-chave: psicanálise, poesia, palavra analítica, corpo, morte
INTRODUCCIÓN
El título de este trabajo es más pretensioso de lo que será su contenido. Al menos por el hecho de que, en el texto, la perspectiva es sólo la del psicoanálisis leído desde la enseñanza de Jacques Lacan.
Literatura, poesía y psicoanálisis constituyen una tríada de significantes que vectoriza el trabajo teórico y clínico de psicoanalistas lacanianos desde hace algún tiempo. Esta vecindad entre poesía y psicoanálisis es la que merece ser interrogada.
Poesía y psicoanálisis se constituyen en un punto crucial de encuentro desencontrado entre dos campos cruzados por el privilegio del lenguaje. Desde ese punto se abre la posibilidad de establecer el diálogo, el contrapunto, los puentes y las diferencias entre ambas prácticas, atendiendo a la heterogeneidad de sus productos y respetando sus entidades mutuamente desafiantes.
Asimismo, poesía y psicoanálisis se manifiestan como agujeros en el interior de la universalidad del saber que advierten sobre la existencia de programas polémicos que prejuzgan, limitan y cercenan la inventiva del sujeto, y que conducen a un “disparen sobre los poetas”. Ante esto, el psicoanálisis de orientación lacaniana responde con un “atrévete con la poesía, te esta permitido saber”. Así, Jacques -Alain Miller invita a través de su seminario llamado Un esfuerzo de poesía a dar nombre a ese dilema orgulloso, en el que va la vida: poesía o muerte. De esta alternativa se podría hacer el lema del psicoanálisis, en tanto el psicoanálisis comenzó ligado a la poesía.
El psicoanálisis es una invitación pura y simplemente a hablar. Hacer de la vida cotidiana de cada uno, una epopeya, un decir sobre lo que le ocurre, sobre sus pasiones, sobre sus encuentros, sobre sus objetos y las contingencias; frente a todo ello el análisis invita a tejer, a hacer significar más allá del hecho en bruto. Así, cada sesión de análisis da lugar, favorece, invita a este esfuerzo de poesía. De este modo, tanto el inconsciente como la poesía implican que se los escuche, uno promoviendo un sufrimiento y la otra procurando un deleite.
Psicoanálisis y poesía no sólo comparten la relación con el significante y su funcionamiento, sino un horizonte que no es el reino de la estadística, ni el reino del universal desubjetivizado. Además, comparten el reino de la palabra en su función de evocar, crear, inventar. Para Freud, la posición era clara, el artista siempre lleva la delantera y es quien, desde su materia, nos desbroza el camino pues por su creación el poeta consigue un decir de lo que no puede ser dicho. Lacan da un paso más y señala que el artista precede al psicoanalista y reconoce en la poesía un estatuto particular; al respecto afirma: “¿Qué son, por tanto, esos grandes temas míticos alrededor de los cuales, durante mucho tiempo, giraban las creaciones de los poetas, sino grandes aproximaciones con las que dichos temas acaban introduciéndose en la subjetividad, (…)? Yo afirmo, sin ambages -y al hacerlo creo estar en la línea de Freud- que las creaciones poéticas, más que reflejar las creaciones psicológicas, las engendran”[2]. (Seminario 6 página 274-275)
Esta reflexión indica el parentesco entre las formaciones del inconsciente y la poesía, no tanto por su relación con el significante, sino porque ambas hacen uso del significante al margen de un fin estrictamente utilitarista, estableciendo un único y singular fin: el goce. Un goce que habita al ser que habla. Así, el goce en la poesía se trata de un goce, en el que el sujeto participa; por el contrario, en el síntoma, se trata de un goce que no se comparte, que empuja al sujeto a un pánico o a un sufrimiento agudo.
De la misma manera, la palabra analítica y la palabra poética comparten la trascendencia respecto a la dimensión de la comunicación y del parloteo; puesto que ambas laceran el tejido de la palabra ordinaria. En el psicoanálisis, el analista persigue mostrar que la palabra analítica, hace presente un punto ciego, irreductible a la dinámica del sentido.
La palabra analítica es seccionada por el corte de la sesión, por su contracción, por el choque con aquello que no pertenece al orden del sentido y que permite un encuentro con el rasgo asemántico del significante, deteniendo la infinita metamorfosis de la significación. La palabra poética se cruza aquí con la analítica, en el entendido de que ambas alcanzan el límite del lenguaje, su centro extranjero, su extimidad, erigiendo a la palabra como la guerrillera implacable del no sentido y dotándola de un carácter perturbante y absoluto.
En este devenir, la palabra analítica y la poética entran en relación con el silencio. En otros términos, no son palabra vacía y no surgen del yo, sino del abismo, del sin fondo, de aquel centro externo del lenguaje que Lacan hace coincidir con la muerte. La muerte asumida como una suerte de mancha interna al lenguaje, como núcleo real, innombrable, indestructible y no simbolizable.
Por ello, es condición para que haya poesía la suspensión de las reglas universales del lenguaje; allí donde hay poesía hay trauma, estallido, desconexión respecto de la trama ordenada de los significantes. A su vez, la palabra analítica no busca la rima de su decir, el sujeto se ve arrojado al vértigo de las palabras que producen un dislocamiento de su decir cotidiano, el analizante roza la poesía porque al hablar se precipita en el tiempo y la significación.
Así, la existencia de la poesía y el psicoanálisis permiten contornear el abismo del silencio, sin reducirse a él. Palabra plena que permanece conjugada al deseo y a la verdad de goce del sujeto. De esta manera, aquello que emerge con la palabra no se imbrica en el orden de la revelación sino en el de la creación, porque se produce algo; no se crea de la nada, sino ante la nada, ante el vacío.
El análisis es una experiencia que circunscribe, a través de la palabra, aquello que en el sujeto es irreductible a las leyes del lenguaje. La palabra, presencia de la ausencia de la Cosa, únicamente evoca lo ausente. La evocación, precipitada por el analista -quien actúa orientado por lo real- implica abismarse en el infierno propio, vale decir, viajar por los laberintos del deseo y del goce munido de una apuesta a regresar, a retornar a la noche del mundo, pero armado con las luces de las propias verdades por infernales que sean. Vivir la pasión de los poetas malditos.
Heidegger sostenía que era preciso que haya quienes bajen hasta el fondo del abismo, y para él quienes bajaban a ese abismo eran los poetas: “Los más arriesgados son los poetas en tiempos de miseria”[3]. El analizante vive en el tiempo de la miseria, y no solamente por la decadencia de la época actual, sino porque el análisis transcurre en el tiempo del miserable, mi-ser-hable. De algún modo, el analizante al arriesgarse a contornear lo real comparte ese vértigo con el poeta.
Entre estas consideraciones, desplazamientos y sobresaltos sobre poesía y psicoanálisis, nos atrevemos a escuchar y a leer la escritura de Edmundo Camargo. La marca, la huella de esa escritura, abre un mundo de interrogantes al deseo que la mueve y nos conmueve. Se trata de un autor inquietante cuya poesía intenta con audacia atrapar el ruido de la muerte que entra al oído sin invitación. Camargo desafía a mezclar ese ruido de la muerte con su propia voz de tal forma que la palabra se haga cuerpo, goce, dolor, creación:
Yo vengo a dictarte al oído un rostro
Este movimiento que el poeta efectúa hacia el silencio, hacia el amor a aquello que vive eternamente, es un amor que ha introducido la muerte como su verdad más radical. El autor con audacia interroga y amplía la significación del lenguaje, nos convoca a internarnos en los infinitos corredores del laberinto de su obra para mostrarnos cómo, en el campo de la significación, lo que existe es goce. Esto no se comprende como que lo que se dice signifique nada, sino que se trata de que con Ello se goza. Se abre así una dimensión nueva donde la palabra sirve para gozar. Y se posiciona al Eso goza en el lugar de la angustia, de la no relación sexual escrita, en el lugar de la muerte:
Huiría hasta dejar de ser
hasta escuchar mi propia nada y palpar mi vacío.
Esta afirmación connota que toda escritura comporta un esfuerzo por escribir aquello que no puede ser escrito. Este último sentido se constituye en uno de los aportes sustantivos del psicoanálisis lacaniano y que no es el del goce del desciframiento. Lacan advierte sobre la necesidad de desplegar la pregunta acerca del goce de la letra, goce de la escritura, aquello que existe sin intención de desciframiento.
Es en el texto Del tiempo de la muerte de Edmundo Camargo, donde la escritura exhibe intensamente esa relación entre la letra y el cuerpo, que delimita el campo del deseo, interroga lo real del goce y la muerte. Lo real, la muerte, el goce que habitan la lengua, el cuerpo, se imprimen en tanto trazo singular que organiza la obra del poeta. Cada palabra dice lo que dice, y además más, y otra cosa. Otra cosa que se halla por fuera de su morada, centro exterior y que nos muestra un ser que ya no es uno en sí mismo, y esencial, sino que deviene Otro y en otro lugar vacío, lugar de encuentro del goce y de la palabra; del lenguaje y del sexo. Escuchemos al poeta:
Yo tuve que nacer después de tanta herida
entre el ángel sanguinario
cuya espada abrió arpas de sangre.
Era ya un día antiguo
bajo la sombra cárdena de las palomas
un tiempo mensurado
por este cementerio de sangres
que aún no es mío.
Yo tuve que llegar
rompiendo las palabras
las formas
atravesar primaveras oliendo a azúcar
entre una población innominada
hallar arcilla para mi voz
manchar los lienzos puros de la nada
de pronto ver cómo del cieno
sonando antiguos cráneos
de la ceniza
un oleaje disforme de hombres
subía hasta mis límites
y hundían en mi sangre sus rostros
su vocerío ávido.
Inmersa la población
desde el principio sus engranajes
pulsaron este tiempo que es mi tiempo
midieron esta voz
unánime dolor.
El dios golpeó las húmedas estatuas
unió miembro con miembro
a dos gargantas dio el mismo signo
los órganos se confundieron
como barro enredando sus reptiles
los sexos fueron uno.
Y entre tiempo que es de todo tiempo
de esa informe población
nací como un resumen de la muerte.
¿No apuntan estos versos a un ser de goce?, ¿No rasgan la intimidad del cuerpo?, ¿No hacen reverberar el misterio de la vida y la muerte?
Quiero sentir la tierra circular por mis venas
morderla fríamente, clavarla con mis tibias
sintiéndome en su inmensa placenta, adormecido
como un niño a la espera de un nuevo natalicio.
Nací como un resumen de la muerte enuncia cómo la presencia de la compañera muerte, se muestra cautivante, inimaginable en los lindes de una relación romántica. Llevando el poema al extremo, la muerte se constituye en su partenaire-plus de goce, que siempre lo va a interrogar y a conducir a que se presente bajo el rostro enigmático del lenguaje. Camargo ilumina con poesía el espacio oscuro de la muerte; el cuerpo como un territorio donde habita el goce nos permite escuchar el silencio de la muerte en medio del ruido de la vida.
Su posición es clara: la muerte insiste y se presentifica en la vida cotidiana, no sólo es constitutiva de la existencia, sino aparece en los lazos; la muerte es para el poeta una forma fundamental de lazo, un motor, en tanto crea voluptuosidad, da forma, voz, palabra; da vida a una realidad discursiva, no para borrar la muerte, no para evitarla sino para crear a partir de ella. Su poesía, hecha de palabras hace hablar a la muerte, nombra en el vacío lo que la muerte propone como horizonte.
Es precisamente su poesía un imán que convoca a lo que insiste, a lo que arde, palpita y retorna; y, aún más, se desangra, se desgarra y quiere decirse. Quien recorre la poética de Camargo como explorador, se aventura en el torbellino de la inquietud, en la belleza de sus incógnitas, en la turbación del naufragio, en la deliciosa y maldita emoción de viajar por sus cavernas, y vivir el efecto de viajar armoniosamente con la muerte.
Esta aproximación del autor llama a la muerte a existir para los sentidos humanos. La invita a pasar a la luz de lo visible, de lo audible, lo palpable. Crea luz de la oscuridad de la muerte y ante el límite de la vida por la muerte, se ve impelido a crear, nombrar, inventar historia con la materialidad misma del morir.
Se trata de una palabra que alude a la muerte de la vida, de la Cosa, pero que además aparece como medio y como respuesta a la muerte. Se trata de un tiempo, en un discurso entretejido de ausencias, que precipita y anuda la escritura con la vida en el tiempo de la muerte. Es ese tiempo, en su uso singular, el que convierte a cada poema en una trenza, que nos acorrala y nos encanta.
Para concluir, un esfuerzo de poesía, un psicoanálisis no salva de la muerte, sino abre una vía donde se instaura un diálogo con ella. No para entenderla o convencerla, sino para hacerla hablar, para exigirle que se declare. Analizarse es poner un texto ante la muerte, más radical aún: es hacer texto de la muerte. Sin embargo, hay que estar advertidos de que no todo lo que la muerte exhala se convierte en letra. Existe un innombrable, un límite, que no viene sólo del lenguaje con el que el psicoanálisis se encuentra, que es lo indecible, lo imposible, lo que no cesa de no escribirse. Ese es su territorio y su tormenta, su razón de ser; por ello existen los psicoanalistas.
Así, analistas y poetas proponen un modo de escritura que tenga una densidad más allá del humanismo o de los derechos del hombre o de los derechos abstractos, una densidad de letra que se pueda oponer al uso de la letra por la civilización de la ciencia. “El para todos del discurso de la ciencia anula el vacío y hace que se pierda la singularidad en lo simbólico, hay que inventar un simbólico que no sea la muerte de la vida que lo toma (…) una escritura tal que pudiera en su horizonte escribir una singularidad ilegible por la ciencia.[4]
Bibliografía:
Heidegger, M. ¿Y para qué poetas? Caminos de bosque, Edit. Alianza, España, 1998. p.18
Camargo, E. Del tiempo de la muerte, Edit. 16 de julio, La Paz, 1964.
Lacan, J. Seminario VI- El deseo y su interpretación, Edit. Paidós, Argentina, 2014. p. 274-275
Lacan, J. Seminario VII-La ética, Edit. Paidós, Argentina, 1991.
Lacan, J. L’insu que sait de l’une-bévue s’aile a’ mourre, Seminario inédito, 1977. Clase: Hacia un significante nuevo.
Laurent, E. Coloquio-Seminario sobre el Seminario 23 de J. Lacan El sinthome, Edit. Grama, Buenos Aires, 2007.
Miller, J. A. Extimidad, Edit. Paidós, Argentina, 2010.
Miller, J. A. El lenguaje aparato del goce, Edit. Diva, Argentina, 2000.
Miller, J. A. Un esfuerzo de poesía, curso inédito, 2003.
Prada, F. La escritura transcursiva de Edmundo Camargo, Edit.Altiplano, La Paz, 1984.
La Paz, mayo 2021
Recibido: 22/06/21
Aceptado: 18/07/21
NO EXISTEN CONFLICTO DE INTERESES
[1] Psicóloga (PhD). Psicoanalista. Miembro de la Nueva Escuela Lacaniana (AME-NEL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
[2] Lacan, J. Seminario VI- El deseo y su interpretación, Edit. Paidós, Argentina, 2014. p. 274-275
[3] Heidegger, M. ¿Y para qué poetas? Caminos de bosque, Edit. Alianza, España, 1998. p. 18
[4] Lacan, J. L’insu que sait de l’une-bévue s’aile a’ mourre, Seminario inédito, 1977. Clase: Hacia un significante nuevo.